Edición:
Lumen, 2015 (trad. Juana Bignozzi; prólogo de Edgardo Dobry)
Páginas:
176
ISBN:
9788426403193
Precio:
25,90 €
Esta novela se puede encontrar en el
volumen Crónicas del desamor.
Casi
todos la conocimos con su espléndida saga Dos amigas (2011-2014), pero, antes de contar la historia de Lenù y Lila, Elena Ferrante (Nápoles, 1943) ya había publicado tres novelas breves e
independientes entre sí, que en la actualidad se encuentran reunidas en el
volumen Crónicas del desamor, a pesar
de que, hay que insistir en ello, no conforman una trilogía. Su debut, El amor molesto (1992), se publicó por
primera vez en España en 1996, de la mano de Destino. Es significativo que una
editorial decidiera apostar por una escritora italiana desconocida, a sabiendas
de que las expectativas de ventas no eran lo que se dice altas. Significativo, sí, y un
indicativo de su calidad. Han tenido que pasar muchos años para que la autora reciba
la atención que merece; lo que ha ocurrido con la tetralogía no es, en
absoluto, un éxito efímero, sino el reconocimiento a una de las trayectorias
más sólidas y brillantes de la literatura contemporánea. Y, sobra decirlo,
Elena Ferrante ha mantenido el secreto sobre su identidad durante más de veinte
años.
Aunque
se trate de su primera novela, El amor
molesto condensa de forma admirable el universo Ferrante y anticipa muchas
claves de su obra maestra: la
perspectiva de género, la voz impúdica, la relación incómoda con Nápoles, las
tensiones entre madre e hija, la mujer que abandona su tierra pero nunca
se deshace de su origen embrutecido, los amores violentados. La narradora
tiene mucho de Lenù, la protagonista de Dos amigas, pero también presenta ese punto sombrío de Lila, su amiga. Elena
Ferrante no es una novelista amable, y todavía lo es menos en este libro (el
término «molesto» ya da pistas al respecto). Sus palabras, siempre incisivas, construyen un ambiente sórdido, con
personajes impregnados a su vez de esta «suciedad». La brevedad, además, exige un
estilo conciso, más concentrado que en la saga, por lo que su prosa deslumbra aún
más si cabe. La tensión narrativa es impecable de principio a fin; hay mucha emoción contenida en pocas páginas.
Conocer a la madre, reconocerse
a sí misma
Todas
las novelas de Elena Ferrante empiezan con la acción in media res. En concreto, comienzan cuando ha ocurrido un hecho
trascendental para la protagonista y narradora (la desaparición de su amiga en La amiga estupenda, la ruptura con su
marido en Los días del abandono, un
accidente de tráfico en La hija oscura).
A partir de aquí, se lleva a cabo una retrospección para comprender cómo se ha
llegado a ese punto. En El amor molesto,
el acontecimiento es la muerte de
la madre de la narradora: «Mi madre se ahogó la noche del 23 de mayo, día
de mi cumpleaños». Estamos a finales del siglo XX y nos habla Delia, una mujer
de cuarenta y cinco años, sin hijos, dibujante de tebeos —la profesión
artística es otro motivo recurrente de Ferrante—. Hace tiempo que se estableció
lejos de Nápoles, pero la noticia del ahogamiento de su madre la obliga a regresar.
Tratará de reconstruir los últimos días de vida de su madre, Amalia, y con ello
se redescubrirá a sí misma, la parte de sí misma que ha intentado reprimir. La
autora, por cierto, dedica esta novela a su madre.
Cuando se entra en la casa de una
persona muerta recientemente, es difícil creerla desierta. Las casas no
conservan fantasmas, pero mantienen los efectos de los últimos gestos de vida.
Lo primero que oí fue el chorro de agua que llegaba desde la cocina, y durante
una fracción de segundo, con una brusca torsión de lo verdadero y lo falso,
pensé que mi madre no estaba muerta, que su muerte había sido solo el objeto de
una larga y angustiosa fantasía iniciada quién sabe cuándo. Tenía la seguridad
de que estaba en casa, viva, de pie delante del fregadero, lavando los platos y
murmurando para sí misma. Pero los postigos estaban cerrados y el piso a
oscuras. Encendí la luz y vi el viejo grifo de latón que vertía agua
copiosamente en el fregadero vacío.
En
apariencia, Amalia era una costurera pobre y anodina, con sus vestidos anticuados
y sencillos de anciana que nunca ha conocido el lujo. Sin embargo, cuando encuentran su cuerpo, Amalia solo
lleva puesto un sujetador de raso, nuevo, y tiene restos de maquillaje. Delia indaga en la vida secreta
de su madre, en la que se vislumbra la sombra de un hombre inquietante.
No obstante, a pesar de que el planteamiento pueda inducir a tomarla por una novela
negra, el tema central no es tanto el misterio sobre su muerte como el viaje de
descubrimiento de la hija. Como madre, Amalia no fue una mujer afectuosa, y la
comunicación con Delia distaba de ser fluida («Con ella yo solo sabía ser
contenida y poco sincera.», p. 24). Delia, por su parte, hizo todo lo posible
por alejarse de la atmósfera de la Nápoles de posguerra de su infancia —una
ciudad que bebe mucho de la que retrata Anna Maria Ortese en El mar no baña Nápoles (1953)—, lo que
implicaba alejarse de su madre, convertirse en una mujer adulta diferente a
ella (el oficio creativo, la condición de soltera, el idioma italiano sin rastros
de dialecto).
Ahora que estaba muerta, alguien le
había raspado los cabellos y le había deformado el rostro para reducirla a mi
cuerpo. Sucedía después de que, durante años, por odio, por miedo, hubiera
deseado perder todas sus raíces, hasta las más profundas: sus gestos, las
inflexiones de su voz, el modo de agarrar un vaso o beber de una taza, cómo se
ponía una falda, cómo un vestido, el orden de los objetos en la cocina, en los
cajones, las modalidades de los lavados más íntimos, los gustos alimentarios,
las repulsiones, los entusiasmos, y luego la lengua, la ciudad, los ritmos de
la respiración. Todo rehecho, para convertirme en yo y separarme de ella.
Con
todo, el regreso al barrio, a la casa de su madre, supone una revelación: no
solo no ha dejado atrás a su madre, sino que termina por asumir todo lo que
tienen en común. El dialecto vuelve a ser un elemento que simboliza este
particular retorno: «Era la lengua de mi madre, que por cierto había tratado
inútilmente de olvidar junto con tantas otras cosas suyas.» (p. 35). Al igual
que en Dos amigas, y sobre todo en La niña perdida, Elena Ferrante plantea una relación entre madre e hija complicada
y distante, en la que la hija solo se reconcilia con su progenitora cuando
la pierde o está a punto de perderla. Concibe la maternidad con dureza, pero,
aunque parezca una contradicción, su perspectiva de la madre está más
fortalecida que la del padre. En La amiga estupenda, el padre de Lenù era un hombre pusilánime, apenas un fantasma en
la vida familiar, mientras que el de Lila encarnaba un rol amenazante para sus
hijos y su esposa. La protagonista de El
amor molesto tiene un padre ausente que maltrató a la madre. Delia se posicionó
a favor de su progenitora («había sentido la violencia doméstica de mi infancia
y mi adolescencia, que volvía a mis ojos y oídos como si chorreara a lo largo
de un hilo que me unía a ella», pp. 52-53). Ahora, Delia se reencuentra con su
padre, que, a todo esto, es pintor: de forma inconsciente, Delia se dedica a
una profesión artística, como él, un lazo que la une (una vez más) a alguien de
quien querría desprenderse.
El hilo de la sangre
El amor molesto
está lleno de simbolismo de la intimidad femenina, que se evidencia desde la frase inicial: la
madre se ahoga el día del cumpleaños de su hija mayor, precisamente en el
aniversario del día que se convirtió en madre y nació Delia. Lleva un sujetador
de raso; emblema de feminidad. Cuando Delia regresa a Nápoles, tiene el
periodo, es decir, el proceso fisiológico por el que las mujeres pueden
quedarse embarazadas, aunque ella no haya tenido hijos (otro tema: no habrá
nadie después de ella, se cierra el ciclo). En un
determinado momento, se mancha las bragas de sangre. Se pone unas de Amalia, y
con ello traza un hilo invisible entre madre e hija por la ropa interior
compartida, por lo más íntimo, por lo exclusivo de las mujeres. Nadie escribe sobre la vagina, la
menstruación, los tampones y las bragas sucias con la ferocidad de Elena
Ferrante. Su voz impúdica, brutalmente honesta, emplea elementos que la
mayoría de escritores y escritoras omiten, y se sirve de ellos para dar forma a
una trama en la que estos resultan providenciales. En su saga, el personaje de
Lila, a priori la más fuerte de las amigas, se revela frágil en lo relativo a
la sangre y los procesos fisiológicos. Ese interés por lo íntimo en su sentido
más primario tiene su origen aquí, en El
amor molesto.
Por otro lado, no había querido o
no había logrado arraigar a alguien en mí. Después de un tiempo, también había
perdido la posibilidad de tener hijos. Ningún ser humano se separaría de mí con
la angustia con la que yo me había separado de mi madre solo porque no había
logrado adherirme a ella definitivamente. No habría nadie más y nadie menos
entre yo y otro hecho de mí. Seguiría siendo yo, hasta el fin, infeliz,
descontenta de lo que había arrastrado furtivamente fuera del cuerpo de Amalia.
Poco, demasiado poco, el botín que había logrado arrebatarle arrancándolo a su
sangre, a su vientre y a la medida de su aliento, para esconderlo en el cuerpo,
en la materia iracunda del cerebro. Insuficiente. ¡Qué maquillaje ingenuo y
atolondrado había sido tratar de definir como «yo» esa fuga obligada de un
cuerpo de mujer, aunque me hubiese llevado de él menos que nada! No era ningún
yo. Y estaba perpleja: no sabía si lo que iba descubriendo y contándome, desde
que ella no existía y no podía rebatirlo, me producía más horror o más placer.
Esta «obscenidad» para abordar lo íntimo se pone en práctica asimismo
en las relaciones entre hombres y
mujeres, crudas y sin ningún romanticismo. Por un lado, las de la
madre: la sexualidad de personajes maduros y no casados; Elena Ferrante se mete
de lleno en territorios poco explorados en literatura, sin miedo, sin pudor.
Por el otro, las relaciones de la propia Delia, una mujer soltera de mediana
edad, que se reencuentra con Antonio, con quien descubrió la sexualidad —un chico
moreno, tosco, como el Antonio de Dos amigas, que tiene un rol similar—. Los hombres, empezando por el padre de
Delia, aparecen como personajes turbios y de poco fiar, lejos de la
idealización adolescente. Se les describe con pocas pinceladas, suficientes
para darles cuerpo. El sexo, insatisfactorio, se narra sin una pizca de
erotismo (el erotismo está en lo externo al sexo, en el sujetador de raso, en
los juegos preliminares).
La infancia es una fábrica de
mentiras que perduran imperfectamente; la mía al menos había sido así. Pero
sentía las voces de los niños en la calle y me parecía que no eran diferentes
de cómo yo había sido; chillaban en el mismo dialecto; cada uno de ellos se
creía otra cosa; eran invenciones, mientras pasaban las tardes en las aceras
desoladas bajo la mirada del hombre de la camiseta. Corrían en los triciclos e
intercambiaban insultos alternándolos con gritos penetrantes de alegría.
Insultos con fondo sexual; en su jerga obscena se insertaba a veces, con
obscenidad aún más sangrienta, la voz del hombre de la barra.
En
todo eso está el amor molesto: en el amor de los hombres que vejan a las
mujeres, en el amor contenido y tenso de la madre a la hija y de la hija a la
madre, en el amor de un padre que nunca hizo lo que se espera de un padre, en
el amor a una ciudad que provoca desarraigo y sin embargo vuelve a acogerla. En
todos esos amores incómodos y difíciles de expresar, porque la vida está llena
de ambigüedades, omisiones y medias
verdades, y de esto Elena Ferrante sabe mucho. El libro, teñido de una
atmósfera de intriga sin ser un libro de intriga como tal, se puede considerar
a su modo una novela «molesta», porque la autora es despiadada con sus
personajes; y su narración, sutil y descarnada, deconstruye con maestría todos
los tópicos sobre la feminidad y el amor maternal. Que quede claro: El amor molesto no es la hermana pequeña
de Dos amigas. Es una novela con
entidad propia, más intensa, convulsa y sórdida, y, sí, es igualmente soberbia.
Citas
en cursiva de las páginas 41, 86, 86-87 y 164.
Fotografías
de Nápoles en la posguerra aparecidas en un reportaje de la revista Time a propósito de Elena Ferrante.
Magnífico análisis de la obra de Ferrante, tras él no puedo más que rendirme y meterme de lleno en una de sus novelas. Un saludo.
ResponderEliminarSí, métete de lleno en el universo Ferrante. Seguro que no querrás salir ;).
EliminarVoy a estrenarse pronto con esta autora, con la saga de Dos amigas, anoto este titulo y alguno que mencionas por si me quedo con ganas de más Ferrante.
ResponderEliminarBesos
Sí, empieza por "La amiga estupenda", el primero de la saga, y ya no querrás parar ;).
Eliminarquiero leerlo, porque lei los dias del abandono y quiero leer sus libros mas antiguos antes de la saga dos amigas.
ResponderEliminarQué bueno es "Los días del abandono", ¿verdad? Quizá el mejor de sus tres primeros libros, aunque es difícil elegir.
EliminarHe visto reseñas de esta autora hasta rabiar últimamente pero la tuya ha sido la única que ha conseguido que me interese por ella. Sin duda probaré con alguna novela, porque está que reseñas me ha llamado muchísimo la atención.
ResponderEliminarUn beso!!
Yo te recomiendo empezar por "La amiga estupenda", el primero de la saga. Es una novela extraordinaria, y a muchos nos convirtió en fieles de Ferrante.
EliminarYo me leí los tres libros de "Crónicas del desamor" y no comparto tu entusiasmo. Pero tu reseña es muy completa, me quito el sombrero. :)
ResponderEliminarLástima que no te gustara. Me parece una gran escritora.
EliminarMe llama mucho la atención esta autora.
ResponderEliminarA mí me parece magnífica. Siento auténtica devoción por ella.
EliminarTodavía no leí a esta autora que tan buenas críticas cosecha. Comenzaré con el primero de Dos amigas.
ResponderEliminarBesos
Buena decisión. Con ese libro me ganó para siempre :).
EliminarSin duda alguna Ferrante te envuelve en cada palabra q escribe es una estupenda escritora y con la saga de dos amigas pude identificarme definitivamente cada q termina un libro t deja con ganas de seguir con el otro... Magnífica la manera en q t hace sentir e imaginar me he vuelto su fan.
ResponderEliminar"Dos amigas" me pareció magnífica, la saga completa. Pero "El amor molesto" que me interesó mucho al principio, me resultó tan sórdido que lo dejé a medias. Tampoco me ha gustado "Los días del abandono" Pero tu reseña es tan buena, que casi me dan ganas de retomarlo e intentarlo de nuevo, como si fuera un libro diferente.
ResponderEliminarSin palabras, buenisimo ..
ResponderEliminarHola! No conocía a la autora y ¡ chica! me estoy planteando que he hecho yo todo este tiempo sin leer a esta autora... 8) Gracias por darla a conocer, x lo menos a mi. Saludos!!
ResponderEliminarDe tan solo leerte ya me resultó "molesto" este libro, jajaja... me encantó tu reseña; mil gracias! Será mi siguiente elección.
ResponderEliminarTengo "Crónicas del desamor" y recién termino de leer El amor molesto. Es una novela bastante sórdida y a la vez deslumbrante.Es mí primer experiencia en el mundo de Elena Ferrante y no ha sido fácil. Tu reseña es magnífica, amplió mucho mí interpretación de la novela
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