Edición:
Sexto Piso, 2015 (trad. Antonio Rivero Taravillo)
Páginas:
296
ISBN:
9788416358106
Precio:
22,00 €
En
literatura (y en televisión, y en el cine), las expresiones «niño con problemas», «niño especial» o «niño diferente» suelen ser
sinónimo de sensiblería, clichés y trampas narrativas para conseguir la lágrima
fácil. Por suerte, todavía quedan escritores serios que saben plantear el tema
sin caer en el tópico, como la británica Margaret Drabble (Sheffield, 1939), hermana
de A. S. Byatt. Drabble es una autora experimentada —ha publicado dieciocho
novelas, además de trabajos de crítica literaria— que demuestra todo su
potencial en La niña de oro puro
(2013), su obra más reciente, en la que narra la historia de una joven madre
con su, por citar las palabras que ella misma emplea, «niña eterna». Aun así,
no es del todo exacto decir que se trata de una novela sobre una niña
eterna, o, al menos, no solo va de eso. La protagonista, en realidad, es la
madre, pero el libro no se limita a la relación entre ambas. Drabble siempre ha manifestado interés por
las tensiones entre la maternidad y la
carrera profesional de las mujeres de su generación —ya abordó estas
cuestiones en uno de sus libros más aclamados, La piedra de moler (1965; Alba, 2013)—, de modo que en La niña de oro puro explora todas estas
facetas, con un añadido que sus primeras obras no tenían: la perspectiva del
paso del tiempo, la mirada hacia la juventud desde la madurez, desde (en este
caso) el siglo XXI y todos los cambios que ha supuesto.
En
el Londres de los años sesenta, Jessica Speight, una estudiante de Antropología
con un futuro prometedor, ve cómo sus planes se truncan por un embarazado no
deseado, fruto de su relación con un profesor casado. Nueve meses después, da a
luz a Anna, una criatura tierna y dulce, de quien pronto descubrirá que no es
como los demás niños. Jess se convierte en madre soltera y abandona sus
trabajos de campo en África, aunque, con el tiempo, consigue retomar sus
estudios y desarrolla una carrera como investigadora; el tipo de profesión que
puede hacer desde casa, sin desatender a Anna. Y esto no es todo. El gran
acierto de Drabble no se encuentra en la trama, sino en el punto de vista: Nellie, una amiga de la protagonista, ni la
mejor ni la peor, que narra su historia como una observadora, con todo lo que
esto implica: las elisiones, la falta de certeza acerca de algunos hechos,
porque, lógicamente, no lo sabe todo de Jess, no ha estado presente en los momentos
de intimidad de esta, no ha entrado en su mente. Nellie comparte estas dudas
con el lector, y en ocasiones incluso reconoce que quizá no debería estar
contando esta historia. Pero sigue adelante y, además, lo hace cuando tanto
Jess como ella ya son mujeres maduras, al borde de la jubilación, lo que
proporciona una distancia muy oportuna para echar la vista atrás y evaluar su
vida, la vida de Jess y la de toda su generación. Esto conlleva que el relato
no sea lineal, porque los recuerdos la llevan hacia delante y hacia atrás, y
van acompañados de reflexiones, de pensamientos; una voz narrativa, en suma, exigente.
Tanto
la narradora como Jess se mueven en un ambiente
cultivado, académico —que se nota en la narración erudita, preñada de referencias a
antropólogos y escritores, en ocasiones excesivas—, en una época de profundas transformaciones sociales en las que
ellas se erigen como la cabeza visible del recién inaugurado éxito profesional
de las mujeres. Y, sin embargo, a pesar de lo estimulante que parece desde
fuera, Drabble pone de relieve las fisuras de esta clase burguesa culta en la
figura de Jess, un personaje que encarna todas las renuncias de las madres solteras y, aún más complicado, de las
madres solteras con una niña de oro puro. Se perfilaba como una joven
brillante, con un gran futuro como etnógrafa (y, además, atractiva, el tipo de
mujer que llama la atención de los hombres). Tener a Anna trastorna todas las facetas
de su vida: se labra una carrera, pero desde casa, como una antropóloga
de sillón, lejos de su África querida; en lo sentimental, sigue conociendo a
hombres, incluso convive brevemente con alguno, pero se mantiene soltera, o,
mejor dicho, se mantiene ligada a Anna, una ligazón para siempre, que no puede
compartir con nadie más. Las amistades también sufren cambios, o se matizan,
porque para las amigas con niños «normales», como la propia Nellie, no resulta cómodo
hablar de los progresos de sus hijos con Jess, con la madre de una niña eterna,
una niña sin «progreso».
El
rol de la niña no se dulcifica como en un melodrama de sobremesa.
De hecho, por las particularidades del punto de vista, Nellie no «cuenta una
historia» sobre una niña eterna, sino que, adoptando la perspectiva
antropológica, hace una radiografía de su entorno, de Jess y Anna, de sus allegados.
La perspectiva antropológica no emite juicios de valor, no juzga, no enaltece
ni condena. Solo cuenta lo que ve, y lo que Nellie ve sugiere una reflexión acerca del encaje de lo «diferente»
en la sociedad, un encaje problemático incluso en una sociedad que se tiene
por cultivada y progresista, como la Inglaterra de la época. Los niños como
Anna —aunque lo de «como Anna» no es exacto, puesto que una de las realidades
que muestra Nellie es, precisamente, que no hay dos niños con problemas iguales—,
los niños que, en fin, se tildan de «diferentes», resultan invisibles para la
sociedad. Uno no comprende lo que representan hasta que se encuentra con uno
cerca, como le ha ocurrido a la narradora. Los padres no tienen las cosas
fáciles, los colegios no siempre colaboran; y por el fondo resuena la
preocupación por lo que ocurrirá si los padres mueren antes que el hijo. Con
todo, esta novela no pretende lanzar un lamento, no victimiza; en cierto modo,
reivindica el derecho a la diferencia, reivindica los valores de Anna, de los
niños eternos, pero también de los adultos desamparados, de las múltiples formas de la fragilidad.
Porque lo «normal», lo que se entiende por «normal», tal vez no es más que un
espejismo.
Margaret Drabble |
Nellie,
a propósito, se podría considerar una mujer «normal», con su marido «normal»,
su profesión «normal» y sus hijos «normales». Todo en orden. También las otras
amigas de Jess son «normales». Y, no obstante, el punto de vista de esta
historia, cargado de empatía, nace de una «normal» hacia una
«diferente». Con el paso del tiempo,
las diferencias aumentan, porque, con los hijos adultos, las mujeres recuperan su
independencia. Menos Jess: Anna es una niña eterna. Aun así, la mirada de
Nellie dista mucho de ser optimista: todas ellas, las
amigas de toda la vida, han pasado sus particulares trances; nada está limpio,
nada está tan ordenado como parece desde fuera. Su perspectiva destila pesimismo
con la entrada en el siglo XXI: ellas fueron jóvenes en una época en la que
querían comerse el mundo, pero ahora solo queda cierto desencanto y la asunción
de que aquellos tiempos han quedado atrás, para bien y para mal —abundan las
referencias a corrientes de pensamiento y costumbres que, como ella misma
reconoce, han quedado obsoletas—. La niña
de oro puro, por lo tanto, no se queda únicamente en la narración de una
maternidad complicada (como si eso fuera poco, por otra parte). Drabble
construye, con una voz portentosa, un logrado retrato generacional, un
retrato de las tensiones que afrontaron las primeras mujeres con una profesión
cualificada y, no menos importante, de cómo lo recuerdan esas mujeres ahora, en
la vejez.
Desconocía este novela por completo. La piedra de moler se encuentra en mi lista de deseos pero no sabía que se había traducido otro título.
ResponderEliminarMe lo apunto.
Besotes.
Creo que ha pasado un poco desapercibida, la verdad, y me parece una lástima porque Drabble es una gran escritora, de esas que deberían traducirse más a nuestra lengua. Los que han leído también "La piedra de moler" dicen que tienen mucho en común.
EliminarAys, que no conocía a la autora. Y me has conquistado con esta reseña. Me apunto este libro!
ResponderEliminarBesotes!!!
Es muy buena, una narradora inteligente, reflexiva, exigente. Pocos libros hoy en día tienen este tono narrativo. Ojalá muchos lectores se animen a descubrirla.
EliminarNo conocia el libro pero tampoco me termina de convencer asi que lo dejo pasar.
ResponderEliminarSaludos
Otra vez será.
EliminarNo lo conocía y tiene buena pinta. Lo tendré en cuenta.
ResponderEliminarUn beso ;)
Me alegra que te haya interesado. Es una muy buena novela.
EliminarNo conocía a la autora, pero esta novela me llamó la atención cuando la publicaron. Me alegro de que la hayas reseñado, porque no creo que me hubiera animado con ella. Trata temas interesantes con una premisa original, creo que me gustará:)
ResponderEliminarPor cierto, la edición de Sexto Piso tiene pinta de ser muy bonita también, pero me encanta la portada original.
1beso!
Creo que la disfrutarás. Trata temas similares a otros libros que me has comentado que te han gustado, y su voz narrativa es muy inteligente e irónica. No es un libro "fácil" (tampoco "difícil"), pero en cuanto se le coge el punto se disfruta mucho.
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