11 marzo 2019

Un alma cándida - Elizabeth Taylor


Edición: Gatopardo, 2018 (trad. Ana Bustelo)
Páginas: 264
ISBN: 9788417109523
Precio: 19,90 € (e-book: 9,99 €)

En el momento de abandonar el nido se empieza a resquebrajar la burbuja protectora. En el primer capítulo de esta novela, Flora, una joven alta, rubia y bella, hija de una madre atenta que la ha colmado de mimos, se dispone a contraer matrimonio con Richard, un hombre adinerado y de buenas intenciones que le garantiza una existencia apacible. Tiempo después, se queda embarazada. La fortuna parece sonreírle a Flora, que por si fuera poco se muestra jovial y encantadora con quienes la rodean, sus amigos, su suegro, su sirvienta. Imposible no quererla, imposible no sentir un instinto de protección hacia esta criatura resplandeciente y sin malicia. Pero, he aquí la cuestión, no se puede mantener a nadie por siempre en una pompa. Y, aunque Flora se empeñe en ver el lado bueno de la vida, sus allegados tienen problemas, unos problemas que terminan por salpicarla. Porque también son suyos, de algún modo.
Flora protagoniza Un alma cándida (1964), de la inglesa Elizabeth Taylor (1912–1975), si bien hablar de «protagonista» resulta inexacto: a pesar de las apariencias, se trata de una novela coral, que reparte la acción entre los personajes que rodean a Flora, al igual que otro libro de la autora, Una vista del puerto (1947), recuperado asimismo por la editorial Gatopardo. Hasta cierto punto, todos intentan complacer a Flora, ponerle las cosas fáciles, como se hace con un ser querido que derrocha candor, solo que no se puede aislar a nadie del peligro eternamente. Algunos, incluso, desconfían de su bonhomía. El cambio comienza con la boda: Flora deja el campo, y a su madre, para instalarse en Londres junto a Richard, donde se convierte en un ama de casa que toma el té con las visitas mientras espera con tranquilidad el regreso de su marido. Con el lugar donde pasó su infancia atrás, el mundo real se impone sin paliativos.
Saltando de un personaje a otro, con narrador omnisciente, la autora desgrana los conflictos que cada uno reprime. Para empezar, Richard, el esposo, sufre la monotonía, empresa, mujer, casa, un hastío que contrasta con la felicidad que parecen destilar él y Flora. Traba amistad con su vecina, Elinor, que a su vez se siente desdichada en su matrimonio. En segundo lugar, Meg, la mejor amiga de Flora, se enfrenta al miedo al futuro cuando no se tiene el sustento garantizado. Ha sido una especie de comparsa de su amiga: de clase más humilde y con un físico menos agraciado, nunca ha disfrutado de privilegios y debe trabajar para mantenerse. Mientras que Flora ha seguido el camino convencional del matrimonio, el que todas las chicas de su generación confiaban en tomar, Meg padece la incertidumbre de quien se sabe una actriz secundaria que tal vez ha perdido el tren, algo que a la postre la distancia de Flora.
Meg tiene que lidiar con su hermano menor, Kit, un aspirante a actor frustrado que corre el riesgo de caer en un tedio indefinido. No es el único con inquietudes creativas: los acompañan Patrick, un escritor, y Liz, una pintora. Se plantea el tema de la vocación artística, del choque entre la necesidad de procurarse el sustento y el deseo de dedicarse solo al arte. En esto entra Flora, a quien Kit idolatra desde que era un niño: ella lo anima a perseverar; los demás, sin embargo, consideran que solo alimenta sus fantasías y sería mejor adoptar una postura más práctica. Liz, en concreto, manifiesta su antipatía por Flora aun sin conocerla. Encarna su polo opuesto: una mujer tenaz e independiente, que vive sola y entregada a la pintura. No es hermosa ni elegante, pero no parece preocuparle; su autosuficiencia es su mejor valor, y por eso mismo recela de quienes viven entre algodones. El entramado de relaciones entre los personajes aumenta las tiranteces conforme avanza la historia.
El alcance de la novela todavía va más allá: la autora no olvida a la generación «mayor», que por supuesto tiene sus conflictos. La madre de Flora, viuda, se queda sola tras la marcha de su hija; su única compañía es la sirvienta. Con ella, Taylor esboza el asunto de la soledad de los ancianos, de su posible aletargamiento cuando ya no tienen que ocuparse de unos hijos en quienes se han volcado durante décadas. La madre debe aprender a vivir de nuevo, debe aprender otra forma de estar en el mundo, con el inconveniente de los achaques, que se guarda para sí para no alarmar a su hija (un secreto que también estallará). Por otro lado, Flora se lleva muy bien con Percy, el padre de Richard, y lo anima a casarse con su novia. Percy y Barbara representan las segundas nupcias, el matrimonio en la madurez, pero su relación no fluye como antes. Con ellos, se cuestiona la idea de que formalizar una relación se considere un paso adelante; separados, viéndose un rato al día, con ilusión por el encuentro, parecía llenarlos más. Por último, está la sirvienta de Flora, una mujer abnegada que no logra adaptarse a Londres; pero a quién le importan los apuros de una empleada del hogar.
Elizabeth Taylor
Un alma cándida no es esa comedia de costumbres amable que aparenta ser. O, mejor dicho, sí lo es, pues se trata de una lectura amena y liviana. Lo que ocurre es que estas historias distendidas, cuando están escritas con oficio, tienen mucha más penetración de lo que, por prejuicios, se tiende a creer. Basta echar un vistazo a los conflictos expuestos, algunos tradicionalmente despreciados por pertenecer al ámbito doméstico y «femenino», para darse cuenta de la riqueza de este fresco social. Elizabeth Taylor es una narradora solvente, que domina la construcción plural e incide en asuntos controvertidos sin perder la fluidez narrativa. Como otras autoras de su generación (Barbara Pym, Elizabeth Jane Howard, Muriel Spark, Penelope Mortimer...), es aún una desconocida para muchos lectores, algo que conviene remediar, pues su sagacidad para indagar en las zonas sombrías del ser humano sigue igual de contundente.

2 comentarios :

  1. hola Cristina! me gusta mucho tu entrada, que amena lectura, la buscare sin falta porque parecer ser una de las mias! gracias, saludosbuhos.

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    Respuestas
    1. ¡Espero que te guste! Tanto esta novela como "Una vista del puerto", de la misma autora, me gustaron mucho. Tengo unos gustos muy británicos, ¡je, je!

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