Edición:
Lumen, 2018
Páginas:
216
ISBN: 9788426404428
Precio:
18,90 € (e-book: 8,99 €)
Vivian Maier (Nueva York, 1926 – Chicago, 2009) fue una mujer pegada a una
cámara de fotos mucho antes de que el teléfono móvil
invadiera la sociedad, cuando hacer fotos todavía conservaba el aire
de las grandes ocasiones y no era en absoluto habitual que una
aficionada como ella destinara su sueldo a comprar carretes. Hizo
fotografías por la calle, de escenas cotidianas, espontáneas; nada de
posados, nada de artificios. Ella solo se retrataba de vez en cuando,
como un reflejo, un guiño; nada de egotismo, tampoco. Se guardó su
pasión para sí misma, no intentó profesionalizarse; al contrario,
trabajó como niñera durante toda su vida, y en sus últimos años,
sin hogar ni familia, dependió de la solidaridad de los niños a
quienes había cuidado. En una historia digna de Hollywood, su
archivo fue descubierto prácticamente por casualidad, y no tardó en
ser considerado de gran calidad. Vivian Maier, sin embargo, no vivió para
disfrutar de este reconocimiento. La ausencia de la creadora avivó
más si cabe el misterio en torno a ella: ¿quién fue Vivian Maier?,
¿por qué no trató de exponer su obra?
Con
esta pregunta como punto de partida, la escritora y traductora Berta Vias Mahou (Madrid, 1961) se encarga de rellenar los huecos del «misterio Vivian Maier» en
Una
vida prestada (2018).
Tomando como referencia datos reales acerca de la fotógrafa (sus
padres, refugiados judíos; su educación en Francia; su trabajo como
niñera en Nueva York y Chicago), trata de ponerse en su lugar e
imaginar
(porque esto no pretende ser una biografía, sino literatura)
su existencia, sus inquietudes, sus recovecos. Da voz a una mujer que
permaneció en silencio; como sugiere el título, le presta
una vida, hilvanando las escasas huellas que dejó tras de sí. Es un
acierto, además, que la elegida para este proyecto sea Berta Vias
Mahou, una autora que, pese a contar ya con una notable trayectoria,
en la que destacan libros como Venían
a buscarlo a él
(2010; Premio Dulce Chacón), Yo
soy El Otro (2015;
Premio Torrente Ballester) y La mirada de los Mahuad
(2016), mantiene un perfil bajo en la esfera literaria.
Nadie mejor para entender a una artista que no quiso figurar,
aunque nunca dejó de cultivar su vocación.
Los adultos que se promocionan a sí mismos para progresar se convierten en alimañas, pensaste. No querías ser así. Por eso, siempre te sentiste tan a gusto con los niños, los viejos y los fracasados. No querías medrar, sino mantenerte recta y ser justa, aunque resultaba difícil, porque también eras mezquina e injusta. Qué tontería querer convertirse en algo. En alguien. ¿Para qué? ¿Para distinguirte de los demás? Ser importante. ¿Para qué?
Esta
no es una novela de «trama»,
con sus personajes y su desarrollo lineal, sino que está concebida como un
texto más experimental, con todo el peso puesto en el punto de
vista: un monólogo de Maier que se desdobla en un «tú», es decir,
la siempre arriesgada segunda persona. Arriesgada, porque da tanta
intensidad a la narración que a ratos puede resultar un poco pesada,
repetitiva, ampulosa. El planteamiento del libro, más que a una
«historia», se asemeja a una serie de paseos de la protagonista, en
los que la vivencia del momento (por ejemplo, ir a recoger a los
niños al colegio) se funde con sus recuerdos y sus reflexiones, de
tal modo que la anécdota sirve para reconstruir, no solo su vida,
sino su forma de estar en el mundo, su mirada. Una
vida prestada
sobresale justamente en esto: en dar cuerpo y voz a una gran
desconocida, indagar en su interior y no tanto en los hechos de los
que se tiene constancia (si bien aparecen como telón de fondo, por
la influencia que ejercieron en ella y como contexto). Es, ante todo,
una novela de un personaje, escrita con un estilo impecable.
Vivian Maier |
Berta
Vias Mahou retrata a una Vivian Maier curtida, independiente, una
mujer con principios y un tanto estoica. No aspira a ascender de
clase ni a contraer matrimonio; se siente satisfecha con lo que
tiene, esto es, su empleo como niñera, sus habitaciones modestas en
casas ajenas, su cámara. Se le podría aplicar aquella máxima de
que los más ricos no son los que más tienen, sino los que menos
necesitan; derrocha una fuerza y una dignidad inspiradoras. Con frecuencia, los personajes femeninos (de la literatura y
de la vida) son muchachas en busca del amor, malcasadas desdichadas
y, en general, mujeres muy arraigadas al ámbito doméstico. O lo
opuesto: mujeres triunfadoras en su profesión. Esta Vivian Maier presenta la
particularidad, enfatizada por la autora, de ser una mujer sin
pareja, sin hijos y sin éxito; una persona discreta, que se ha hecho invisible a
conciencia. Ese es otro tema que se aborda: la decisión de
participar o no en el mundo artístico. Ella optó por el anonimato,
el margen, lo que da pie a una crítica de las astucias y la falta de
transparencia de la industria cultural, así como de la obsesión por
la fama, por medrar a cualquier precio; un debate aún vigente.
A gente que parece que la hubieran hecho a golpes… No son tan raros. Sólo son hijos del dolor. Mañana yo puedo estar así. Y tú. Nadie les quiere ver, pero tampoco nadie está libre de convertirse en uno de ellos. Son como nosotros, iguales en todo, pero a ellos les ha ocurrido algo que les ha roto por dentro de una forma tal que se les ve hasta por fuera. Son mis hermanos. Mi familia. Y algún día formarán parte de mi banda…
Otro
rasgo llamativo de esta Vivian Maier es su temple:
pese a estar rodeada de niños, carece de una naturaleza cariñosa o
«maternal»; como mujer experimentada, conoce la peor cara del ser
humano y no inventa un universo de fantasía para las criaturas. A
partir de su condición de outsider,
y de su inclinación por fotografiar a gente corriente, la autora la
dota de una gran conciencia social, empatía para con los más
desfavorecidos, los inadaptados, los enfermos, los ancianos. Y los
niños, claro, que todavía conservan una mirada limpia, esa mirada
sin prejuicios con la que ella aprieta el botón de la cámara. No se
deja deslumbrar por los focos, sabe lo que de verdad importa e
inculca esos valores a los pequeños. Obra y fotógrafa resultan
inseparables: no hace fotos de lo bonito, sino de instantes de
realidad (una rabieta, una mueca de dolor, una risa). El último
capítulo, con la protagonista moribunda, parece la
culminación de esta existencia aparte, como si ella ya hubiera
adivinado su final.
Berta Vias Mahou |
Berta
Vias Mahou firma una aproximación lograda, respetuosa con el
personaje, que, pese a recrear el ambiente de una época y un lugar determinados (Nueva York y, sobre todo, Chicago, en la segunda mitad del siglo XX,
con referencias a noticias y a artistas conocidos), trasciende lo
puramente histórico gracias a su verdad literaria. O, por expresarlo de
otro modo, se vale del retrato de Vivian Maier para incidir en
cuestiones que, de una manera u otra, atañen a
todos, en cualquier espacio y en cualquier momento: la autonomía
personal, la educación de los niños, la hipocresía de los círculos
intelectuales, la pobreza, la marginación, el encaje de la niñera
en la sociedad, la coherencia con uno mismo. Esto último tal vez sea
lo más importante, para esta Vivian Maier pero también para la
autora, que se ha llevado el material a su terreno y le ha dado una
voz muy personal a la protagonista, con un gran dominio del lenguaje
y sin concesiones. Un buen libro, en suma.
Fragmentos
en cursiva de las páginas 78 y 129.
Creo que es mi peor lectura en lo que va de año. Lo abandoné a una veintena de páginas del final porque sencillamente me dolía seguir malgastando mi tiempo con una novela tan anodina e inerte. Me daba la sensación de que la autora fabulaba sobre la vida de Maier por el simple hecho de rellenar los huecos de su biografía, sin intención narrativa alguna. Nada de conflicto, nada de tensión, nada de interés. No obstante, me ha gustado mucho leer tu análisis.
ResponderEliminarVaya, siento que no te gustara. A mí a ratos me resultó un poco pesada, repetitiva; quizá le falta un poco más de tensión narrativa. De todas formas, Berta Vias me parece una buena escritora.
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