Edición:
Errata naturae, 2018 (trad. Alba Ballesta)
Páginas:
320
ISBN:
9788416544691
Precio:
18,50 €
Existen ya unas cuantas obras que
abordan el asunto de la violación: nombres como los de Alice Sebold, Sabine
Dardenne o el más reciente de Winnie M Li, solo en lo relativo a los países
occidentales. Estos títulos suelen plantearse como libros de testimonios en los
que la autora cuenta su experiencia en primera persona. Interesante, sin duda,
cada una tiene su particular «verdad»; pero también existe la posibilidad de
enfocarlo desde otra perspectiva, de ir más allá de la vivencia personal. Eso
es lo que hace la periodista Joanna Connors en Te encontraré. En busca del hombre que me violó (2016), un texto a
caballo entre la confesión y el reportaje en el que lleva a cabo una
radiografía de todas las partes implicadas o, como mínimo, salpicadas por los
hechos. Sí, también, del culpable. Sí, también del
entorno (de ambos: del violador y de la víctima). Sí, incluso, de las
consecuencias a largo plazo.
Mucho más tarde caí en la cuenta de que a mí también me habían condenado, a una mezcla de miedo crónico, silencio y vergüenza, una vergüenza que nunca logré explicarme, pero que tiempo después supe que había compartido con todas las víctimas de una violación. ¿Por qué experimentamos esta vergüenza? ¿Qué hacemos con ella?
Corría
el año 1984 cuando Joanna Connors fue víctima de una violación a manos de un hombre
que la amenazó con un cuchillo. Ella tenía treinta años, acababa de mudarse a
Cleveland, Ohio, con su marido, y había acudido al teatro de la universidad por
motivos de trabajo. Sin embargo, llegó tarde; la persona con quien se había
citado ya no estaba allí. En su lugar, se cruzó con David Francis, aunque
entonces aún no supo su nombre. Lo conoció poco después, porque fue detenido,
juzgado y condenado a prisión; Connors es de esas mujeres que han podido ver
cómo «se hace justicia» con su agresor. Le bastó con describirlo: un joven
negro vestido con andrajos y una especie de tatuaje, que rondaba por el campus. Tuvo la insensatez de
regresar a la escena de los hechos, y lo arrestaron. Antes de dejarla ir, le
había advertido a Connors que, si lo denunciaba, se vengaría: «Te encontraré»,
le dijo.
Más
de veinte años después, ella se apropió de esa frase: quiso saber quién había
sido su violador, quién era David Francis y, por extensión, los otros David
Francis en potencia que merodean por las calles. ¿Y por qué justo entonces,
cuando ya quedaba tan lejos en el tiempo? Su hija iba a empezar la universidad,
y Connors percibió los riesgos que esto entrañaba. Este es uno de los motivos
por los que resulta tan interesante que el libro no se limite a la experiencia
de la violación en el momento: permite vislumbrar sus efectos a largo plazo, en
una mujer que se ha convertido en madre y teme que a su hija le pueda ocurrir
lo mismo. Connors nunca le había hablado del tema, pero en ese punto decide contarlo
tanto a ella como a su hijo varón; dos formas diferentes de hablarlo, en función
del género. Los hijos comprenden que la sobreprotección de la madre durante su
infancia se debía al trauma; ellos aún no habían nacido cuando la violaron y, no
obstante, el episodio les afecta a su manera.
En los mitos y leyendas, el dragón que escupe llamas nunca tiene una familia. El dragón siempre vive en la soledad de una cueva o en la cima de una montaña, y la persona que decide derrotarlo primero debe adentrarse en un bosque oscuro.Mi dragón tenía una familia y el bosque oscuro era una maleza de bases de datos y archivos públicos.
Connors reflexionó: aquel hombre era una de las personas que más la habían
marcado. No importaba cuántos años pasaran; siempre iba a llevar consigo esos
minutos en el teatro. Y, pese a todo, no sabía nada de él. Una
paradoja extraña. En un ejercicio que tiene tanto de purga como de empatía,
quiso averiguar quién era él, cómo se convirtió en lo que se convirtió o, mejor
dicho, quién fue, porque al emprender la investigación el hombre ya había
muerto en la cárcel. La periodista rebusca en los archivos, visita la prisión y, lo más importante, se pone en contacto con los allegados de David
Francis. Para empezar, le espera una revelación incómoda: pocos se acuerdan de
él. Fue un desgraciado, un inadaptado. Esto, que desde fuera podría usarse para
consolar a la víctima, no solo no alivia el malestar de Connors, sino que la
sitúa en una posición delicada: la de aceptar que su violador fue asimismo una víctima.
Poco a poco, encaja las piezas. David
Francis procedía de una familia desestructurada, y ya había estado en la cárcel
justo antes de violarla. Encuentra a sus hermanas y a gente que los trató a él
y a su madre. El esbozo de sus orígenes resulta devastador: una familia negra
numerosa, en una zona muy castigada. Los malos tratos, las drogas
y la prostitución se asumían como el pan de cada día. En comparación con la
infancia de la propia Connors, en una familia blanca de clase media, salta a la
vista que su violador creció en un entorno mucho más embrutecido, mucho más
pesimista, mucho más cruel. Es especialmente reseñable el detalle de que Connors
se entrevista con las hermanas, en femenino, de David Francis. Entre mujeres se crea
una complicidad determinada al conversar sobre una violación, y además las
hermanas también la sufrieron a lo largo de su vida. Entienden lo que
significa, entienden lo que entraña la acción de su hermano. El papel de las mujeres
allegadas al culpable de una violación suele pasarse por alto en libros y
prensa; otro acierto, uno más, de Connors.
¿Te imaginas que al final fueses tú la única persona que se acuerda de él?
Tampoco
se puede pasar por alto su narración de los hechos: un episodio en el que hace
una deconstrucción de las horas en las que se produjo la violación y lo que
vino a continuación (la denuncia, el médico, comunicarlo a los parientes). De su
relato destaca la racionalidad (nada de sentimentalismos ni efectismos) con la que desmonta la
representación que se suele hacer de una violación en los medios
audiovisuales. La «torpeza» de la escena en la realidad, cuando no fluye ni tan
rápida ni tan brutal como en el cine. La conciencia de lo que le estaba
ocurriendo, el shock al reconocer las
manchas de su propia sangre. Es un relato en el que una mujer joven se ve metida
en la trampa del cazador, de repente y sin escapatoria. No iba caminando sola
por la calle, no era una situación en la que en condiciones normales tuviera
miedo, ni siquiera era de noche. Iba a entrevistarse con un dramaturgo, iba a
un lugar con gente, con actividad, seguro.
Su testimonio pone de manifiesto que le puede pasar a cualquier chica en
cualquier sitio y en cualquier momento del día, en contra de todos los tópicos.
El «después» va desde la incomodidad en
la consulta del médico al proceso judicial, sin olvidar la reacción de su
marido y su madre, mucho más viscerales que ella misma. Este es otro aspecto en
el que la historia suma puntos por la larga distancia: Connors
vuelve la vista atrás y analiza cómo el trastorno se ha concretado de
diferentes formas en cada época. Ella no se victimiza, al contrario, hubo un
periodo en el que decía a los terapeutas que lo había superado; con todo, los
nervios, los miedos, en ocasiones como malestar físico, estuvieron siempre ahí,
lo mismo que el sentimiento de culpa, tan característico de las víctimas. Ese
sentirse tonta por haber entrado en el teatro, ese darle vueltas una y otra vez
a por qué lo hizo, por qué dio ese paso de más. Una sensación que comparte con las
demás mujeres violadas, y que invita a reconsiderar las presiones y los
prejuicios sociales que la incitan.
—Me lo busqué —afirmó entre lágrimas otra vez—. Si no hubiese sido tan tonta.Tonta. Tonta, tonta, tonta, tonta, tonta. Acabamos en el mismo lugar, flagelándonos a nosotras mismas con la misma palabra.
Joanna Connors |
Es
posible que hoy la sociedad esté más concienciada que nunca antes con
respecto a los abusos sexuales. En este sentido, Te encontraré es una obra muy pertinente, que enriquece el debate,
derrumba clichés y señala aquellas cuestiones que se subestiman. El logro de
Connors reside en no haber escrito (solo) sobre su dolor, sino en explorar,
a partir de su experiencia, todos los ángulos del conflicto: víctima y
violador, la familia, el trauma, las tensiones de clase, etnia y género. Este
libro es un acto de generosidad, porque, en lugar de optar por el odio
irracional y la autocompasión, hace del sufrimiento una herramienta para
conocer, para aprender, para salir de su zona de confort y escribir un texto
provechoso para sus lectores potenciales, hombres y mujeres de cualquier edad. Como
buena reportera, escribe con la sensibilidad que requiere el tema, con
contención, sin caer en lo escabroso y sin adornarlo, y además con un estilo
claro y fluido, accesible. Su lectura conmueve y a la vez resulta instructiva.
Dará que hablar o, al menos, debería.
Fragmentos
en cursiva de las páginas 45, 197, 195 y 232.
Hola, ha descubierto este libro hace poquito y su contenido me parece muy interesante y completo. La verdad es que estoy impaciente por leerlo, aunque intuyo que me va a costar. Gracias por compartir.
ResponderEliminarEstá muy bien concebido, con ese equilibrio de testimonio e investigación. Es un libro que recomiendo sin dudar, creo que puede resultar enriquecedor para cualquiera.
EliminarMmmm... no sé, el tema de la violación me da mucho apuro y me pone muy mal cuerpo. Creo que no es para mi.
ResponderEliminarBesotes
Bueno, es la vida misma. Pero cada uno es libre de leer lo que quiera :).
EliminarHolaaa
ResponderEliminarQue libro mas duro. Me gustaría leerlo aunque es u tema bastante complicado de tratar.
Un besito
Aquí está muy bien tratado, y sin entretenerse en los detalles escabrosos. Me parece un buen libro.
EliminarTiene pinta de ser un libro muy duro. Pero siempre me gustan este tipo de lecturas, aunque lo pase mal o me ponga de mal humor... Me lo llevo =)
ResponderEliminarBesotes
Conmueve, desde luego, aunque luego son estos libros los que más huella nos dejan.
EliminarTema duro el que trata. Y aunque lo haga de forma delicada, siempre duele. Habrá que elegir bien el momento para leerlo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Lo hace llevadero. El episodio en el que relata la violación se te mete dentro, pero el libro es mucho más.
EliminarEstoy escribiendo mí historia casi casi parecida
ResponderEliminarTan solo que en la zona donde vivo es normal que seamos violadas por nuestro patrón
Cultura
Me gustaría contactarme con la escritora