Edición:
Tropo, 2016 (trad. Celia Filipetto)
Páginas:
164
ISBN:
9788494515330
Precio:
17,95 €
Aunque aún no mediado, el XXI ya era candidato a convertirse en el siglo más mierdoso de la historia. Nadie recordaba cómo había empezado el declive. De repente, algo se había roto. Todos siguieron haciendo lo que siempre habían hecho, pero llegó un momento en que no fue suficiente. Lucharon con valentía; después, se entregaron a una desesperación decorosa; por último, acabó instalándose una tristeza inmanente, irremediable. Durante siglos esperaron con terror el fin del mundo; ahora, era como si el fin ya se hubiese producido a escondidas y no hubiera nada que esperar. Seguían adelante por inercia, por costumbre, por cansancio, las caras apagadas, poscoitales.
Elijo
este fragmento a modo de toma de contacto con Las chimeneas ya no echan humo (2016), la novela más reciente, y la
primera que se traduce al castellano, del escritor e ingeniero italiano Paolo Zardi (Padua, 1970). Siguiendo los pasos de un padre de familia de clase media para quien la vida da un giro
trágico, el autor construye una realidad social en la que la crisis económica
se ha instalado en Occidente como un estado natural de las cosas; una burbuja
rota entre cuyos pedazos las personas corrientes tratan de seguir adelante a
pesar de todo, intentando superar la nostalgia por aquel optimismo del siglo XX
tardío. Esto ocurre en un mundo en el que los países de Extremo Oriente y
Latinoamérica protagonizan la actualidad internacional (una crítica punzante a
los que ahora manejan el cotarro), el País Vasco tiene su propia república (en
tiempos de incertidumbre, aumentan los nacionalismos) y la pena de muerte se
extiende alrededor del globo, síntoma definitivo de que la antigua civilización
del «Primer mundo» ha perdido su identidad. Con este planteamiento distópico, que entronca con otras distopías
literarias recientes, como Inercia (2014), de
Ariadna G. García —ambas comparten el pesimismo contemporáneo, la creencia de
que la sociedad occidental tal y como se ha entendido hasta el momento está
abocada al desastre y necesita el revulsivo de las acciones
individuales—, Zardi ha logrado ser finalista del Premio Strega.
El
panorama internacional, no obstante, es solo el contexto, el telón de fondo que
pone de manifiesto que la rueda de la historia ha girado un poco más con
respecto al presente (la narración de la
precariedad bien podría confundirse con una novela realista). La atención del autor está puesta en la actividad
cotidiana e íntima; la microhistoria de una familia que, como el mundo, también
se desmorona sin que el protagonista sepa determinar cuándo, cómo y por qué se
comenzó a resquebrajar. Él es un hombre de mediana edad, casado y con dos
hijos, que se considera afortunado hasta cierto punto porque ha sacado adelante
el trabajo mientras la mayoría se venía abajo. No se le pone nombre: hay un
intento de hacer de él un hombre anodino, del tipo que va siempre apurado pero
va tirando, fiel a los suyos. Su esposa y sus hijos, en cambio, sí que tienen
nombre propio. Es la mujer quien, de manera involuntaria, desencadena la
desgracia: se queda en coma tras sufrir un ictus. Su futuro, como el de la humanidad, es una incógnita, y esta
incógnita, este no saber, es el rasgo distintivo de la sociedad representada en
la obra. El protagonista debe acostumbrarse a hacerse cargo de los hijos él
solo; la vida sigue adelante aunque para él se haya quedado medio vacía.
Todavía
hay más: con su esposa en coma, el hombre hace un descubrimiento inesperado en
relación con ella que amenaza con debilitar los cimientos de su matrimonio. A
partir de aquí, su motivación será averiguar, un poco como en las novelas de
intriga, quién es en realidad su mujer. O, mejor dicho, quién es ella en su
ausencia, con quién se relaciona, qué tensiones arrastra del pasado. No se
trata tanto de crear un misterio como de aprovechar el desconcierto ante el
hallazgo para plantear una reflexión ligada al ambiente general de
esta distopía: son tiempos de duda, de
sospecha, de falta de solidez en todos los ámbitos (sentimental, familiar,
profesional, político). Paolo Zardi, además, pone de relieve la dificultad de
llegar a conocer de verdad a alguien, incluso a las personas más próximas: el
protagonista tenía sensación de control sobre su existencia, y de pronto se da
cuenta de que no era así, de que tal vez nunca fue así. Por su mujer, pero
también por los niños: la hija, adolescente, experimenta los cambios propios de
la edad; empieza a dejar de ser una niña ante sus ojos, a escapársele, por así
decirlo, sin que él pueda contenerla como cuando era más pequeña.
Paolo Zardi |
Paolo
Zardi escribe con un estilo sobrio, serio y depurado, de emociones contenidas y sin
filigranas; una voz sencilla en apariencia que ahonda en cuestiones no tan
sencillas, hasta dar forma a un logrado retrato del ser humano del siglo XXI,
un ser humano que se desplaza entre la quietud de la rutina y el miedo al abismo
acechante. Aunque el autor sea italiano y se desarrolle en este país, estoy
segura de que cualquier escritor joven del sur de Europa podría haber firmado Las chimeneas ya no echan humo: el
sentir de este libro, la conciencia colectiva que vertebra en la figura
protagónica, se corresponde a la perfección con el pesimismo de nuestros tiempos. Sí, se sitúa en un futuro
imaginario, probablemente demasiado extremo para lo cercano que está (muchos
cambios para ser el siglo XXI «aún no mediado»), pero la actitud, el
pensamiento detrás de esta proyección, surge del presente inmediato, de las
imágenes ruinosas de los telediarios. Y, pese al tedio, el autor encuentra una
pizca de esperanza. Quizá ese sea el quid de la novela: la búsqueda de firmeza,
o incluso la creación de firmeza, en una época caracterizada por la incertidumbre
absoluta. Al final, todo queda en manos del hombre, y la decisión de luchar tal
vez sea la mejor demostración de valentía.
Fragmento
inicial en cursiva de la página 46.
Me ha gustado la reseña, pero no sé si estoy de humor para un libro tan pesimista. O no es pesimista y me he llevado la impresión equivocada?
ResponderEliminarDespués de leer "La reina de las nieves", que me ha resultado una de las novelas más deprimentes que he leído en años, me hace falta algo más ligero o más alegre. Estoy leyendo "Mi maravillosa librería" y está dando resultado:)
No tiene nada que ver con "La reina de las nieves" (tiene un contenido más social, por así decirlo, y su estilo no es tan preciosista), pero sí que me parece una novela más bien pesimista. Hay un poco de esperanza al final, pero creo que no es lo que buscas ahora mismo.
EliminarMe alegra que "Mi maravillosa librería" te esté gustando :). Lo recuerdo con cariño.
Un libro pesimista, por lo que cuentas, que hay que buscar el momento adecuado para leer. Intentaré encontrarlo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Tampoco quiero que la única idea que se saque de mi reseña sea "pesimista". Yo prefiero asociarle la palabra incertidumbre... muy propia de estos tiempos.
EliminarMe gusta tu reseña mucho pero no sé ahora ese libro me convencería. Lo dejo pasar.
ResponderEliminarBesotes
Bueno, siempre no nos pueden llamar la atención los mismos libros :).
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