Edición:
Lumen, 2015 (trad. Celia
Filipetto Isicato)
Páginas: 544
ISBN: 9788426402783
Precio:
24,90 € (e-book: 10,99 €)
Advertencia: La niña perdida es la última parte de la tetralogía Dos amigas. Si no has leído los libros
anteriores, te aconsejo no seguir leyendo, puesto que en la reseña se hace
referencia a temas importantes de estos. En cualquier caso, te animo
a descubrirlos: son extraordinarios.
***
Ya
ha ocurrido: Elena Ferrante, la escritora sin rostro, se ha convertido en un fenómeno de ventas en España
y en muchos países (de crítica lo es desde hace años). Cuando una novela funciona,
llegan las suspicacias. Estos días leeréis muchos comentarios desconfiados y
prejuiciosos, que recelan de una autora por haber cometido el pecado de tener
éxito. Solo que Ferrante no es una escritora cualquiera y su popularidad no
responde a criterios comerciales. El que la ha leído, lo sabe. La saga Dos amigas (2011-2014) es, y con
fundamento, uno de los acontecimientos literarios más importantes del siglo
XXI. Lejos de la superficialidad y la dulzura, esta historia de dos chicas
nacidas en los años cuarenta en un barrio humilde de Nápoles retrata a la primera
generación de mujeres que se enfrentó al reto de conciliar una profesión
cualificada con la vida doméstica; y todo ello con un intenso conflicto de
clases como telón de fondo. Ferrante, además, aprendió de Elsa Morante que la
buena literatura puede convivir con una trama apasionante sin que la
profundidad se resienta, de modo que sus libros se leen con gran avidez, con ganas
de saber qué pasará y, al mismo tiempo, con atención para no perder detalle de
la radiografía social que lleva a cabo.
Con
La niña perdida, se pone punto final
a una de las obras que mejor han planteado las dobleces de la amistad femenina
y muchas tensiones que afectan a las mujeres de ayer y de hoy. Este volumen,
que resultó finalista del prestigioso Premio Strega, cierra la saga a lo
grande, con un relato que comienza a finales de los años setenta, justo donde
dejó la acción en Las deudas del cuerpo,
y llega hasta la vejez de las protagonistas. En sus páginas vuelven a aparecer
todos los personajes, y el enredo que le da título permite
desencadenar lo verdaderamente importante: el final del hilo de la amistad
entre Lenù y Lila, lo que provocó que la primera decidiera escribir esta
historia. Eso sí, que nadie espere una lectura complaciente: Ferrante es una
escritora dura y pesimista, sin compasión por sus personajes, que no duda a la
hora de recrear con detalle cada vertiente de la miseria humana, íntima o material,
ni al contar los pensamientos poco decorosos. Quizá sea esta su mejor virtud: se ensucia las manos, las llena de barro y,
con ello, nos parece profundamente honesta.
El amor como última
esperanza
Las deudas del cuerpo
terminó con Lenù acompañando a Nino Sarratore, el hombre del que está enamorada
desde niña, a un congreso en Francia. Con esta escena, Ferrante nos adelantó dos
claves de La niña perdida: los viajes,
que se convertirán en rutinarios para ella, y la relación con Nino,
que la ha llevado a separarse de su marido. No hay vuelta atrás para Lenù, que
decide regresar a Nápoles para vivir con él. En estas circunstancias, su felicidad depende del amor, todas sus
ilusiones están puestas en él, en ese sueño infantil. Un sueño frágil, porque
la pasión del principio no dura eternamente y hay que adaptarse a las
nuevas etapas de la vida en común; y ya sabemos que Ferrante nunca toma el
camino del sentimentalismo fácil. Lenù, además, observa a las
parejas de su edad, como Lila, que ha consolidado su relación con Enzo; o como
Carmen, casada con el chico de la gasolinera, de quienes llega a decir que son
el único matrimonio de su quinta bien avenido, feliz en su modestia, su vida sin excesos, lejos de las convulsiones a las que se han
enfrentado ella y Lila.
Nuestra vida —nos
decíamos— había comenzado entonces. Y lo que llamábamos «la verdadera vida» era
esa impresión de fulgor milagroso que no nos abandonaba ni siquiera cuando se
representaban los horrores cotidianos. Pág. 90.
La
socióloga Eva Illouz, en su ensayo ¿Por
qué duele el amor? (2012), analiza cómo las esperanzas y los deseos del sujeto
contemporáneo se ponen, por encima de todo, en el amor, en el hecho de ser
correspondido; y cuando la experiencia amorosa resulta no ser lo esperado —no
solo porque se rompa, sino porque incluso las relaciones duraderas no funcionan
como los clichés de las películas y novelas populares—, la confianza en uno
mismo se tambalea y se tiende a la autoinculpación. Las vivencias de Lenù se
pueden interpretar en estos términos: es
una mujer adulta, culta e independiente, con dos hijas, pero aun así ella misma
se da cuenta de que cae en los mismos errores que una muchacha, las mismas
debilidades, las mismas creencias ingenuas en el amor eterno y perfecto. Es
consciente de lo que va mal, pero se engaña a sí misma porque Nino es su última
esperanza y sin esta esperanza no ve futuro, no sabe qué será de ella. Llega al
extremo de afirmar, en contra del tópico de la madraza, que él le importa más
que sus hijas. Lo más interesante, no obstante, se dará cuando empiece a poner
otras reglas, otros códigos para vivir su relación de forma sana. Y, como
siempre, Ferrante narra de manera espléndida su evolución psicológica, la evolución de una mujer que ya no cree en
los cuentos de hadas pero no piensa acabar como Emma Bovary.
La vida de una mujer
separada
El
otro gran tema de la primera parte de La
niña perdida es, cómo no, la separación, en una época y un lugar donde no
estaba bien visto separarse, y todavía menos que fuera la mujer quien dejara el
marido, y todavía menos a raíz de una infidelidad (de nuevo, Lenù repite los
pasos de Lila casi veinte años después. Estas imitaciones, a veces conscientes
y a veces no tanto, son uno de los muchos juegos sugerentes que propone
Ferrante). Por una parte, su nueva situación le trae problemas familiares
evidentes, como la custodia de las hijas, el miedo a la estabilidad de la
relación con Nino y, como consecuencia, la necesidad de buscarse un trabajo
porque no puede confiar en que la mantengan siempre. El conflicto de conciliar todos los roles que adopta una mujer: la
madre, la amante, la profesional, el ama de casa, la hija de unos padres que se
hacen mayores. Parece tan evidente y sin embargo se ha escrito poco sobre
esto, sobre la angustia, la sensación de no estar haciéndolo bien por no ser la mujer-para-todo que la sociedad patriarcal espera que
sea. Los hombres, en cambio, viven la separación de otra manera: a Nino, que se
desvela como un personaje egoísta, apenas le afecta; y Pietro, una vez superada
la decepción inicial, también rehace su vida.
Pese a todo, el amor se
retorcía dentro de mí con ferocidad y me repugnaba la mera idea de hacerle daño
a Nino. Por más que escribiera y reflexionara a fondo sobre la autonomía
femenina, no sabía prescindir de su cuerpo, de su voz, de su inteligencia. Fue
terrible confesármelo, pero lo seguía queriendo, lo amaba más que a mis propias
hijas. La sola idea de perjudicarlo, de no verlo más, me deshojaba
dolorosamente; la mujer libre y culta perdía pétalos, se separaba de la
mujer-madre, la mujer-madre tomaba distancia de la mujer-amante, la
mujer-amante de la arrabalera enfurecida, y todas parecíamos a punto de salir
volando en distintas direcciones. Pág. 106.
A
todo esto, al hablar de conciliar el trabajo con la vida doméstica, hay que
precisar que Lenù es escritora, tiene una profesión que la obliga a moverse
y exponerse. Ferrante, con su realismo implacable, desmitifica el aura romántica del oficio de
escribir y pone de relieve que Lenù lo hace ya no por vocación, sino para
subsistir, para pagar facturas y poder ser independiente de verdad. Lenù solo se
consolida como autora cuando la necesidad de ganarse el pan la empuja a ser
constante en el trabajo, a dar lo mejor de sí misma, a esforzarse (en contra de
todas esas ideas sentimentales sobre la inspiración del artista y la autorrealización).
Se trata de una profesión, además, que conlleva muchos viajes, contactos y
eventos —quizá por eso la propia Ferrante decidió mantenerse al margen—, y se
plantean asuntos como el hecho de hablar en público, que tan pronto refuerza el
ego como provoca inseguridad cuando la gente no responde como esperaba.
Aprender a manejar las emociones, a no hacerse pequeñita ante las críticas,
forma parte del aprendizaje de un escritor.
Más
allá de los problemas «prácticos», la separación adquiere para Lenù una
dimensión simbólica porque significa la ruptura con todo lo que había
construido hasta ahora: su vida cómoda, al amparo de los Airota. Sus suegros, y
en particular su antaño admirada Adele Airota, intentan perjudicarla en lo
personal y lo profesional, le hacen creer que no será capaz de sobrellevar la
situación. A la vez, el personaje de la madre de Lenù renace con fuerza para
reprocharle a su hija que tire por los suelos su vida de señora. Su madre, que
habla en dialecto, insulta, pierde las formas. Se cae el telón de lo culto, lo acomodado, mientras reviven sus
orígenes, el barrio, lo sucio; el conflicto de clases está latente en todo.
Destaca asimismo que en estos dos matrimonios de la generación anterior, en
teoría más tradicionales, sean ellas (Adele Airota e Immacolata Greco) las que
lleven las riendas, las que demuestren carácter y pretendan influir en Lenù. Su
padre nunca ha dejado de ser un hombre gris, encogido al lado de una esposa
dominante, mientras que Guido Airota, con todo su prestigio en el ámbito
académico, mantiene un perfil bajo en el hogar. Incluso en estos retratos
Ferrante cuestiona a su modo la prevalencia del supuesto orden patriarcal.
—¿Qué
pacto?
—Quedarte
con tu marido y con las niñas. Eras una Airota, tus hijas eran Airota. No
quería que te sintieras inadecuada e infeliz, traté de ayudarte a ser una buena
madre y una buena esposa. Pero si el pacto se ha roto, todo cambia. De ahora en
adelante ya no recibirás nada ni de mí ni de mi marido; es más, te quitaré todo
lo que te he dado. Pág. 77.
La reconciliación entre
madre e hija
Tanto
en Un mal nombre como en Las deudas del cuerpo, cuando Lenù deja
de ser una niña, su madre pasa a ocupar un papel secundario. Lenù se marcha de
Nápoles, huye del barrio como de la peste porque cree que sus problemas están
ahí. De su madre se sabe poco, salvo por la etapa en la que la ayudó durante su
segundo embarazo (y ocurre algo parecido con Nunzia, la madre de Lila, a pesar
de que Lila no se va de Nápoles). En La niña
perdida, cuando las protagonistas rondan los cuarenta años, llega esa
especie de reconciliación, de reencuentro. Con la edad y las experiencias, Lenù
deja de renegar de su madre, se da cuenta de que comparte rasgos con ella y,
aunque siempre ha intentado combatirlos —por eso confiaba en Adele Airota, a
quien veía como la figura materna que hubiera querido tener—, esta vez los
acepta e incluso los aprecia. No se produce una reconciliación sensiblera,
claro: ya conocemos el carácter de la señora Greco y los problemas de
comunicación con su hija (causados por las comparaciones con Lila, entre otros
motivos). Con todo, entre gruñidos, renace el afecto, que queda simbolizado en
el brazalete de Lenù.
Este
acercamiento entre madre e hija —que tiene su equivalente en Lila y Nunzia—
contrasta con el papel secundario que Ferrante otorga a los hermanos a lo largo
de toda la saga (quizá es una de las pocas críticas que se le pueden hacer, si
bien el tema central es la amistad Lila-Lenù). El distanciamiento de Lenù con
Elisa aumenta; y en cuanto a los chicos, siguen siendo personajes de fondo, sin
personalidades tan definidas como las mujeres. Los hermanos pequeños de Lila,
por su parte, no llegan siquiera a individualizarse, a tener una historia
propia; y Rino, el mayor, tan importante en los primeros libros, pierde relevancia. En cierto modo, este aparente desinterés de la autora por las
relaciones entre hermanos puede entenderse como la representación, en el caso
de Lenù, de la mujer que abandona sus orígenes y, por ello, rompe los lazos
familiares, deja de sentirse responsable de los suyos. También como una
representación de que, en una determinada etapa vital, la vida familiar pasa de
la casa de los padres y hermanos al hogar propio, con los hijos. Los hermanos
Solara y Carmen Peluso, que no pierde el contacto con Pasquale ni en los peores
momentos, son tal vez la excepción a esta regla.
Lenù y Lila, unidas por
la maternidad
Esta es la última aventura de las amigas, los últimos momentos que
viven con esa intensidad que Lila da a los acontecimientos. Lo
que las une, tras años de distanciamiento por la marcha de Lenù, es el cuidado
de los hijos. Comparten experiencias, la
solidaridad mutua las acerca. Por ejemplo, Lila suele hacerse cargo de las
niñas, ya que Lenù viaja mucho, y las ayuda a perdonar a su madre por la
separación. Lenù, por su parte, reconforta
a Lila cuando esta exterioriza su fragilidad, esas situaciones puntuales en las
que una mujer en apariencia tan fuerte se vuelve débil. Por supuesto, no faltan
los celos, en forma de negatividad contenida, porque la competencia nunca ha
dejado de respirarse entre ellas (al menos, en la mirada con la que Lenù nos lo
cuenta): el temor a que las niñas quieran más a la tía Lina; el temor a que a
Lila le dé por escribir y lo haga mejor que Lenù; el temor a que Nino quiera
volver con Lila, la única mujer que no se achantó ante él.
Esa era, en realidad,
la Lila a la que yo le tenía cariño. Sabía asomar de repente del interior de su
propia maldad para sorprenderme. Se desvanecieron de golpe todas las ofensas
(«es pérfida, siempre lo ha sido, pero también es muchas otras cosas, hay que
soportarla»), y reconocí que me estaba ayudando a hacerles menos daño a mis
hijas. Pág. 150.
A
propósito de la maternidad, Ferrante, como ya dejó claro en Las deudas del cuerpo, no se compadece ni
del llamado «amor maternal»: muestra una
faceta desencantada de la maternidad, con madres que cometen errores, son duras,
se sienten frustradas porque los hijos no crecen como les gustaría. En
ocasiones, los problemas van unidos a los gritos, al clima violento del barrio
—Lila con Gennaro—, pero Lenù, con sus niñas bien educadas, también se lleva
más de un disgusto. A propósito de los hijos, al final, cuando crecen, repiten los
pasos de sus madres, sus equivocaciones. El origen de los conflictos que uno
vive, como deja bien claro la autora, no está en el barrio pobre ni en las
ideas tradicionales de antes, sino en la naturaleza misma de la vida, que se repite
como un ciclo en las generaciones posteriores, por mucha educación que haya,
por mucho que se haya embellecido el entorno.
Dentro y fuera del
barrio
Lenù,
aunque regresa, se mueve entre el barrio y el extranjero por sus
viajes. Se convierte en una mujer de mundo: conoce otros ambientes e
idiomas, aprende a desenvolverse entre gente de clases y orígenes diversos.
Lila, por su parte, no sale ni quiere salir del barrio. Las dos aceptan la
decisión de su amiga, pero no se comprenden del todo: Lenù cree que viajar
enriquecería mucho a Lila, mientras que esta desprecia el mundo de las
apariencias de la primera. Lenù sufre por la tensión entre los dos lugares, aunque
no solo por tratar de hacerlos compatibles, sino porque su identidad se transforma en función del entorno: en el ambiente
refinado, culto, ella es alguien, una escritora que reivindica la independencia
de las mujeres; en el barrio embrutecido, es la hija del conserje, que prosperó
y ahora sale en las revistas, si bien a nadie le interesa lo que escribe. La
clase social no solo se define por lo que hace, por el dinero que tiene —las categorías
marxistas empiezan a caducar, como el comunismo—, sino por múltiples factores,
entre los que destaca la relación que establece con las personas de cada lugar.
Y en el barrio, Lenù está con sus amigas de la infancia, hablando en dialecto.
El resultado era que en
la via Tasso y en Italia me sentía una señora con su pequeña aura; en cambio,
al bajar a Nápoles y sobre todo al barrio perdía el refinamiento, allí nadie se
había enterado de mi segundo libro, si los atropellos me enfurecían, pasaba al
dialecto y los insultos más soeces. Pág. 175.
Este
conflicto de identidad de Lenù se desarrolla de forma paralela al de Lila: mientras
que Lenù está reconocida fuera, Lila se ha convertido en la líder del barrio,
lo controla como antaño lo hicieron los Solara, solo que además ayuda a la
gente y se ha ganado el respeto de todos —destaca su ayuda a Alfonso a sacar a
la luz su verdadero yo, otro tema en el que Ferrante sobresale—. En el
microcosmos del barrio, es más importante Lila que Lenù; después de todo, cada
una ha triunfado a su manera. Resulta interesante analizar más esta distinta
vara de medir del barrio: las cosas adquieren un significado diferente según el
ambiente en el que aparecen. Por ejemplo, la droga, que a Lenù le parecía un
pasatiempo de intelectuales en las reuniones de Mariarosa en Milán, y en el
barrio descubre la devastación que provoca («en un abrir y cerrar de ojos la
droga había dejado de ser eso que yo creía que era, un juego liberador para
gente adinerada, y se trasladaba al marco viscosos de los jardincillos, al lado
de la iglesia; se había convertido en una víbora, un veneno», pág. 185).
La
relación de Lenù con el barrio —un barrio que sigue marcado por la corrupción y
la muerte, quizá más que nunca— y con el exterior se puede leer como una
extrapolación de su relación con Lila. Los dos hilos tienen paralelismos, son
como una misma historia representada de múltiples formas, una historia de
distanciamientos y acercamientos, de amor y odio, que terminan con la
aceptación de los defectos del otro sin condenarlo por ello. Porque, pese a
todo, Lila ha sido su mejor amiga y el barrio ha sido su hogar, y ambos son partes
fundamentales de lo que es Lenù, de lo que escribe, de su forma de entender la
vida. Al final, la narradora deja de
creer en el progreso —perder la fe en el progreso es un rasgo muy
posmoderno, que aquí convive con el costumbrismo—, deja de creer que el barrio
puede «mejorar», porque ha conocido los mismos problemas en lugares en teoría «mejores».
Las mejoras urbanas de las últimas décadas del siglo XX no son más que un
maquillaje de la corrupción de los que siempre han manejado el cotarro, como
bien nos ha enseñado la historia reciente a los países del sur de Europa.
Amaba mi ciudad, pero
desterré de mi pecho su defensa de oficio. Es más, me convencí de que el
desaliento en el que tarde o temprano desembocaba el amor era una lente para
ver todo Occidente. Nápoles era la gran metrópoli europea donde con mayor
claridad y antelación la confianza en las técnicas, en la ciencia, en el
desarrollo económico, en la bondad de la naturaleza, en la historia que conduce
necesariamente hacia lo mejor, en la democracia, se había revelado por completo
carente de fundamento. Haber nacido en esta ciudad —llegué a escribir una vez,
no pensando en mí, sino en el pesimismo de Lila— sirve para una sola cosa:
saber desde siempre, casi por instinto, lo que hoy, entre mil salvedades, todos
comienzan a sostener: el sueño de progreso sin límites es, en realidad, una
pesadilla llena de ferocidad y muerte. Pág. 380.
El sentido de la literatura
Aún
queda algo que decir. Recordemos cómo comenzó todo: la desaparición de Lila en La amiga estupenda, que llevó a Lenù a
ponerse a escribir el libro que ahora se cierra. Aunque hablemos de los
hechos, de las acciones que llevan a cabo, la obra en conjunto es asimismo una reflexión sobre la escritura, sobre
el modo en el que se utiliza para contar la vida, sobre sus fortalezas y sus
riesgos. Para Lenù, las experiencias en el barrio, y en particular su amistad
con Lila, son la fuente de inspiración de sus novelas; ha convertido en aliado
aquello que antes la destruía, se ha reconciliado con sus orígenes y los
aprovecha para crecer como escritora. Utiliza la literatura como arma política,
para contar los horrores y las injusticias de la vida. Sin ir más lejos, toda
la historia la ha narrado Lenù, que puede ser considerada una narradora no
confiable (¿qué hubiera pasado si Ferrante le hubiera dado voz a Lila?).
Si
Lila ha marcado siempre los pasos de Lenù en el amor, los estudios o la
maternidad, en la escritura no es menos: Lenù, al igual que de adolescente
temía que Lila retomara las clases y sacara mejores notas que ella, ahora teme
que Lila decida escribir, porque está convencida de que lo hará mejor que ella.
Este particular miedo, mezcla de envidia e inseguridad, actúa como un motor
para Lenù, la empuja a seguir escribiendo, a dar lo mejor de sí misma. Además,
Lenù escribe sobre Lila porque cree que lo que tiene que ver con su amiga le
parece más significativo que lo suyo. Así ha sido en toda la saga y así sigue la
Lenù sexagenaria. Se produce una situación curiosa: muchas de las reflexiones sobre
literatura, sobre lo que es o lo que debería ser, salen de la boca de Lila, la
que dejó los estudios, la que apenas ha leído. Pero la que sabe de la vida, y es
que la literatura, la literatura de Ferrante, aspira a mostrar la vida, con sus
mil matices y contradicciones.
Solo en las malas
novelas la gente piensa siempre lo correcto, dice siempre lo correcto, todo
efecto tiene su causa, hay simpáticos y antipáticos, buenos y malos, al final
todo te consuela. Pág. 510-511.
La
historia de Lenù y Lila, que se extiende a lo largo de dos mil páginas, termina aquí (aunque
el «cierre» en sí es un tanto abierto). Las hemos visto crecer, hemos conocido, siempre
de la mano de Lenù, sus sueños infantiles, sus enamoramientos, sus primeras desilusiones,
su dolor, su aprendizaje constante, su desgarro. Y nos han mostrado que, a
pesar de sus diferencias aparentes, de carácter y de físico, sus vivencias
tienen mucho en común. Nos han apasionado, nos han conmovido y nos han hecho
pensar en nuestra propia vida, porque esta saga está llena de vida, transmite ganas de
vivir con intensidad aun con su pesimismo feroz. Todo lo que nos han dado es un inmenso regalo, un regalo que no se
olvida.
No he leído esta trilogía, así que he parado de leer en las primeras lineas, buscaré un poco a ver porque no la conocía...
ResponderEliminarUn beso
Son cuatro libros y empiezan por "La amiga estupenda". Te animo encarecidamente a leerlos, son de lo mejor que se puede encontrar ahora mismo en las librerías ;).
EliminarHay me muero por comenzar a leerlos! Son prometedores. Podes enumerarme el
ResponderEliminarOrden de lectura? Así no leo toda la reseña. Gracias siempre te sigo!
1. "La amiga estupenda"
Eliminar2. "Un mal nombre"
3. "Las deudas del cuerpo"
4. "La niña perdida"
¡Que los disfrutes! :)
Yo creo que el cuarto libro son dos: La niña perdida y Vejez
EliminarLa estoy viendo mucho últimamente. No he leído nada de la autora pero puede estar bien.
ResponderEliminarBesos
Es muy muy buena. Habla de temas que atañen a las mujeres y lo hace con un estilo de los que enganchan. Te animo a leer "La amiga estupenda", sobre la infancia y la adolescencia de las dos amigas.
EliminarMe estoy acordando mucho de estos libros y de este blog. Estoy en Italia. En las librerías está muy presente esta autora. De modo que, en cuanto regrese a España (en unas horas) y pasen los fastos de las uvas, me pongo.
ResponderEliminarComo siempre, estupendas reflexiones. Wikipedia no es lo tuyo (es un halago)
Ja, ja, me has hecho reír con lo de la Wikipedia :). Como decía un profesor que tuve, la Wikipedia es útil como punto de partida, pero luego cada uno debe buscar su camino.
EliminarEspero que Elena Ferrante sea uno de tus hallazgos de 2016. Ya me contarás.
Tiene pinta de que los cuatro libros estén muy bien. Ya se que voy a pedir a los reyes porque si no me arruinó jajajaja
ResponderEliminarGracias! Feliz próspero año nuevo!
Pues serían un regalazo, a ver si tienes suerte. ¡Feliz año a ti también!
EliminarA todo el mundo que recomendé La amiga estupenda se ha enganchado a la tetralogía completa! ;-(
ResponderEliminarTe mete en la historia y el ambiente, de maravilla.
Historia dura y descarnada, pero genial contada
Es que es una recomendación que no falla :).
EliminarAcabo de terminar la niña perdida y es una tetralogía imprescindible!
EliminarEste cuarto libro ha sido un auténtico regalo. Buenísimo!!
Totalmente. Me da pena que haya gente que la considere una simple moda. No saben lo que se pierden :).
EliminarMe ha extrañado en ésta reseña tuya que no cite la pérdida de Tina y todo lo que supone para Lina que hace que cambie su vida y rompa con todo hasta su desaparición. El dolor tan profundo está implícito en todo el relato a partir de la desaparición. Me ha encantado los cuatros libros hace mucho que no leía algo tan autentico y tan bien escrito.
ResponderEliminarSí, tienes razón, es un tema muy importante; pero escribo las reseñas pensando en la gente que aún no ha leído la novela y, como la desaparición no se produce hasta pasadas 300 páginas, preferí no decir nada al respecto. Sé que en la contracubierta sí que se comenta, pero para mi gusto da demasiada información. Creo que es mejor empezar a leerlo sin sospechar nada :).
EliminarEstupendas consideraciones. Descubrí a la autora en Bergen sobre si obra ocupaba un lugar sobresaliente, a la vuelta de Noruega busqué en las redes socials y tu blog ha sido maravilloso y este agosto he leido el segundo y tercer y ahora esperaré la traducció en català del cuarto que sale en octubre.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu entusiasmo y destallismo en la crítica literària
Helena de Terrassa
Muchas gracias, Helena. Espero que disfrutes del cuarto libro. Por si te interesa, las tres primeras novelas de Elena Ferrante también se publicarán en catalán, en la colección Port Bo de Navona. La primera será "L'amor que molesta", para Navidad.
EliminarJusto he terminado de leer la saga... qué grande es Elena Ferrante, creo que durante mucho tiempo no pararé de pensar en ella
ResponderEliminar¡Cómo te entiendo! Yo ya hace un año que la terminé y sigo pensando mucho en ella. Es de esas lecturas que marcan...
Eliminarhola!!!!! soy de Argentina, justamente estaba buscando recomendaciones acerca de esta tetralogía, porque su precio es bastante saladito y no tenía referencias...sus portadas me han parecido bellísimas.
ResponderEliminarNo quiero leer la reseña de este libro para no adelantarme...
He parado por aquí buscando dónde comprar "La niña perdida" y me ha encantado tu reseña. Voy acabando "Las deudas del cuerpo" y coincido totalmente en lo maravillosa que es esta tetralogía. :) ¡Qué bonito blog! ahora que lo he descubierto seguro que te seguiré mucho.
ResponderEliminarAcabo de terminar de leer la tetralogía de Ferrante, me ha encantado y cautivado desde el principio. Tenía muchas ganas de leerlos desde que lis recomendaste hace tiempo y los he "devorado" en un mes. Quizás el tercero, no sé porqué es la parte que se me ha hecho más lenta de leer (pero no quiere decir que no me haya gustado). Es una historia que me ha hecho reflexionar sobre muchísimas cosas,incluso me ha despertado unas extrañas "ganas" de escribir! (cosa que jamás en mi vida se me habría ocurrido). Además, el desenlace me parece que queda bastante abierto a la imaginación del lector y es por eso que necesitaba comentar de inmediato mis impresiones de la saga y me he animado a comentar aquí por primera vez!
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog, estoy aprendiendo muchísimo de os libros que reseñas y no me da tiempo a abarcarlo todo, a la vista está que voy con 3 años de retraso. Gracias!
Muy buen artículo. He leído (devorado) la tetralogía y creo que hacía tiempo no hallaba una autora tan honesta como lúcida para narrar una historia de vida. Recomiendo profusamente.
ResponderEliminarEn verdad es una Novela muy apegada a la realidad . Felicito a la Sra. Elena Ferrante.
ResponderEliminarTe escribo y agradezco la reseña desde Uruguay. Esta escritora es lo mejor que he leído en años, me ha hecho identificarme con muchísimos aspectos emocionales y materiales descriptos. Qué belleza lo que me ha dejado latiendo!!!! GRACIAS !!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Silvia. Es extraordinario lo que ha conseguido Elena Ferrante, cómo nos ha llenado a tantos lectores.
EliminarMe ha encantado la tetralogía
ResponderEliminarGracias por el blog. Acabo de leer el libro cuarto, y perfecto.El primer libro me costó un poco leerlo, daba muchas vueltas a los sentimientos y estados de ánimo de Elena, pero está tan bien escrito y describe tan real la Italia -y sobre todo el Nápoles- de los años 50 y 60 del pasado, con la mafia, la violencia, la discriminación de la mujer, etc. Para releer los cuatro volúmenes.
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