Edición:
Siruela, 2014 (trad. Ana Poljak)
Páginas:
112
ISBN:
9788416120796
Precio:
11,95 €
Las
obras de Clarice Lispector (Tchetchelnik, Ucrania, 1920-Río de Janeiro, Brasil,
1977), ya sean novelas o relatos, siempre resultan difíciles de desentrañar por
la enorme complejidad con que están construidas, una complejidad que sitúa a la
autora brasileña entre los escritores experimentales más importantes del siglo
XX, como James Joyce y Virginia Woolf. La
hora de la estrella (1977), el último libro que vio publicado en vida, está
considerado uno de sus mayores logros junto a La pasión según G. H. (1964) y Un
soplo de vida (1978), además de su gran especialidad: el cuento. Como
consecuencia de esta dificultad para descifrarla, voy a comentar este texto
poco a poco, empezando por lo fácil —los personajes, la trama, si se puede considerar
que hay una trama—, para adentrarme después en la singularidad que le aporta el
narrador y la profunda reflexión filosófica que es en el fondo esta novela.
La hora de la estrella
se centra en Macabea, la norestina, una joven anodina que trabaja
como mecanógrafa en Río de Janeiro. Macabea nació en la región noreste de
Brasil (de ahí su apodo: «norestina»), una zona pobre donde Lispector pasó su
infancia. Después de quedarse huérfana, Macabea fue acogida por una tía que no
la quería y con la que más tarde se trasladó a Río. Tras la muerte de la tía y
sin ningún familiar que la ayudara, comenzó a compartir habitación con cuatro
chicas. Macabea es, tal y como la describió Lispector, «una
muchacha que no sabía que ella era lo que era y que por ello no se sentía
infeliz», es decir, no había tomado conciencia de la miseria de su vida, de su
escasez de recursos, de su carácter conformista, de su falta de aspiraciones («No es necesario saberlo todo y el no saber era una parte
importante de su vida», pág. 31).
Los de su
alrededor, en cambio, sí detectan estos rasgos de la norestina y se sorprenden
ante la impasibilidad con la que acepta lo que ellos consideran mediocridad. En
La hora de la estrella se presta interés a lo que le ocurre desde que conoce a Olímpico de Jesús, asimismo
norestino y tan sencillo como ella. Sin embargo, a diferencia de Macabea, Olímpico
es ambicioso y encaja en el arquetipo de chico que desea mejorar su posición
social a cualquier precio («Él hablaba de grandes
cosas, pero ella prestaba atención a las cosas insignificantes, como ella
misma», pág. 57). La elección de los nombres dice mucho de
ellos (Lispector no da puntada sin hilo): Macabea, como el heroico pueblo
macabeo —Lispector era judía y las referencias religiosas abundan en su
obra—; y Olímpico de Jesús, que alude al catolicismo y, a la vez, la paradoja
del nombre compuesto se burla de las ínfulas del joven (soberbio por creerse
«del Olimpo» cuando, de hecho, procede de un ambiente pobre, «de Jesús»).
Todo esto
sería una historia realista si no fuera porque Lispector, ya lo he
advertido, no tiene nada de convencional. La pieza que confiere un aire
único a este relato es el narrador, un hombre que se presenta como Rodrigo S.
M. y es testigo de los hechos. Él redacta en primera persona los pequeños acontecimientos
de la vida de Macabea con una intensidad singular, impregnada de ideas sobre la
muerte —se da la casualidad de que Lispector murió meses después de la
publicación, aunque mientras la escribía no era consciente del avance de su
enfermedad— y de reflexiones sobre el proceso creativo. Al principio declara,
con sorna, «Experimentaré, contra mis costumbres, una narración
con principio, medio y “gran finale”, seguido de silencio y de lluvia que cae»
(pág. 13), pero, aunque en la trama de Macabea se pueden discernir estos tres
puntos, La hora de la estrella no se
parece en nada a las novelas de estructura clásica porque el narrador-humano de
Lispector carece de la objetivación, del control total sobre la historia, del
narrador-Dios de Flaubert o Tolstói.
La primera
diferencia entre ambos narradores es la profunda introspección,
compartida por Proust y Woolf: la interrupción de la trama para ahondar en
los pensamientos y las emociones de quien nos habla, un giro de perspectiva que
da importancia a la subjetividad, a la forma con la que Rodrigo S. M.
mira a Macabea. Y la mira, a veces, como si estuviera fascinado por ella aunque
al mismo tiempo se frustre por la condición miserable de la chica («Sí, estoy
apasionado por Macabea, mi querida Maca, apasionado por su fealdad y su
anonimato total, pues ella no existe para nadie», pág. 76). De algún modo, la
presencia de este narrador nos recuerda que si Macabea personaje existe es
porque hay alguien, el escritor, dispuesto a darle vida, a hacerle caso, a pesar
de que no haya protagonizado ninguna aventura extraordinaria ni una
pasión desenfrenada como las que interesaban al novelista decimonónico. Estas
nociones de ruptura son comunes a toda la producción de la autora, que desde
sus inicios fue considerada una renovadora de la literatura brasileña del siglo
XX.
Estas
introspecciones, en el caso de La hora de
la estrella, están ligadas, además, a la reflexión sobre la escritura, por
eso no es un detalle baladí que esté contada por un escritor y no por la propia
norestina. Desde el comienzo, el narrador da muchos rodeos antes de entrar en
materia (es decir, antes de presentar a Macabea), como si él, en lugar de
limitarse a contar la historia, quisiera compartir también el proceso, las
dudas y pensamientos que se le pasan por la cabeza a la hora de afrontarlo. Esta
cavilación se manifiesta a lo largo del relato —el estilo fragmentado, las
pausas antes del final, la incapacidad para elegir un solo título, su
desinterés al escribir los diálogos vacíos entre Macabea y Olímpico, la
peculiar dedicatoria—, y se relaciona con la imaginación, porque el narrador reconoce
que en ocasiones debe inventar lo que no ha visto, poner algo de él en el
retrato de Macabea («Es una historia en tecnicolor, para que tenga algún
adorno, por Dios, que yo también lo necesito», pág. 8), como los momentos de soledad de la muchacha y su emoción al escuchar música. Lispector
siempre procura dotar sus escritos de mucha viveza, mucha fuerza (el it, tal y como lo denomina en Agua viva), y esta novela no es una
excepción («No se trata de un relato, ante todo es vida primaria que respira,
respira, respira», pág. 13).
Clarice Lispector |
Si
bien La hora de la estrella se puede
interpretar como un retrato social de Brasil, el punto de vista le añade tantas
capas de significado que se puede entender asimismo como un ejercicio de
deconstrucción de la novela tradicional en el que el narrador hace gala de su
condición humana y, por consiguiente, expresa todos sus esfuerzos, sus
propósitos y sus miedos («Que nadie se engañe, solo
consigo la simplicidad con mucho esfuerzo», pág. 11).
Si en Agua viva (1973) Lispector hizo
para la literatura lo que el arte abstracto para la pintura, en La hora de la estrella continúa experimentando con la figura del narrador. La historia de Macabea, por su parte, va
en consonancia con este abandono de las convenciones, porque ella misma es una
antiheroína, una caricatura de todo aquello que no tienen las grandes
protagonistas de la literatura, y es que La hora de la estrella, a pesar del drama, de su obsesión por la
muerte, es una novela muy irónica e incisiva (basta fijarse en las
observaciones jocosas sobre Olímpico, la propia protagonista o la adivina).
Otra
obra maestra de una escritora excepcional.
Conozco a la escritora pero no he leído nada de ella. Veo que su escritura es bastante compleja así que habrá que buscarle el momento adecuado.
ResponderEliminarUn beso.
Te recomiendo empezar por sus "Cuentos reunidos". Deslumbrantes.
EliminarTiene muy buena pinta :) gracias por compartirlo!
ResponderEliminar¡De nada! Es una autora extraordinaria.
EliminarNo conocía a la escritora, pero parece realmente interesante y, además,nunca he leido literatura brasileña. Gracias por la recomendación.
ResponderEliminarBesos!!
Lispector es buenísima, una figura fundamental de la literatura brasileña (y mundial) del siglo XX. No te la pierdas.
EliminarHaces siempre una disección extraordinaria de las novelas de esta autora y consigues llamarme la atención, pero es que sigo sin pensar que sea un libro para mí... Cada vez me creas más dudas jaja Puede que hasta llegue el momento en que me convenzas.
ResponderEliminar1beso!
Pues, a pesar de la extensión de las reseñas que le dedico, siempre tengo la sensación de quedarme corta porque sus novelas dan para un análisis mucho más exhaustivo. Es impresionante.
EliminarComo le decía a Tabuyo, recomiendo empezar a leerla por sus "Cuentos completos", que son una maravilla y quizá no resultan tan "raros" de entrada como algunas novelas.
Pues tiene muy buena pinta! Me alegro que lo hayas disfrutado :D
ResponderEliminarCon Lispector siempre se disfruta (y se piensa, y se aprende, y se engrandece la visión de la literatura...).
EliminarNo lo conocia pero de todas formas por ahora lo voy a dejar pasar.
ResponderEliminarSaludos
Pues a otra cosa :).
EliminarAlguna reseña más he leído de esta autora, y creo que también me llamó la atención como esta. Aunque claro, si es una lectura difícil también habrá que encontrar el momento. He visto que recomiendas empezar por sus cuentos, no me parece mala opción...
ResponderEliminarSí, sus cuentos son espléndidos y, aunque densos, me parecen más accesibles que sus novelas, así que puedes empezar por ellos.
EliminarNo sé si podría disfrutar de esta novela. Al menos ahora mismo no. Y como veo que para conocerla recomiendas sus cuentos, si los encuentro en la biblio, quizás me anime a leer alguno de ellos.
ResponderEliminarBesotes!!!
Sus cuentos son magníficos, ¡anímate! :)
EliminarMe sonaba Lispector de hace tiempo... ahora que has hablado de su profundidad me ha picado la curiosidad, quizá lo compro en formato para ebook.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Rusta!
Es una de las grandes del siglo XX. Busca algo de ella, sí, porque es fantástica.
EliminarNo conocía este autor pero tu reseña me ha gustado mucho así que me lo apunto
ResponderEliminarSaludos!
Qué bien, espero que la disfrutes.
EliminarAhora estoy leyendo Que fué de Sophie Wilder y cuando lo acabe leeré este que ya he visto que es cortito y además de en tu blog he visto críticas muy buenas en lecturalia que además yo suelo valorar también lo que leo.
ResponderEliminarSaludos
Maria
Encontrarás muchos comentarios elogiosos sobre Lispector. Toda su obra es maravillosa. Espero que disfrutes de este libro y te animes a seguir leyéndola.
EliminarTengo que buscar el momento para estrenarme con esta autora, tu reseña me ha animado!
ResponderEliminarBúscalo, búscalo; no te arrepentirás de leerla.
EliminarUn libro maravilloso, Rusta, el único que he leído de Lispector... hasta ahora, porque seguiré. Me encantó su fuerza, su vida, la forma en que describe lo que es escribir, cómo le va dando forma a Macabea... en cada página, en cada línea hay algo. Me ha gustado mucho tu reseña, ojalá muchos se animen a descubrirla. Un saludo!
ResponderEliminar@Mer. Lispector es una genia. Exigente, dura, profunda... En sus libros, cada palabra importa. Me alegro de que tu primera toma de contacto con ella haya sido tan buena. Ahora, a seguir ;).
ResponderEliminarMuy buena reseña, me sirvió pal cole grax love you
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