Edición: Punto de
lectura, 2013
Páginas: 160
ISBN: 9788466327305
Precio: 7,99 € (e-book:
3,99 €)
Se
suele decir que un buen escritor es capaz de narrar la anécdota más
intrascendente o la historia más tópica y, aun así, resultar interesante por
enfocarla desde una mirada diferente, la suya, que aporta originalidad al tema tratado
o, como mínimo, una nueva forma de percibirlo. Algo así se puede aplicar al
escritor andaluz Diego Vaya (Sevilla, 1980), autor de cuatro poemarios y dos
novelas breves. La más reciente, Medea en
los infiernos (2013), se llevó el XVIII Premio Universidad de Sevilla, y
por su argumento bien podría tomarse por un relato mil veces contado: una mujer separada intenta reconducir su
vida después de la ruptura. No asume que su marido la dejara por otra y todavía
le cuesta aceptar que sus hijos pasen unos días con ellos. Para tratar de
sobrellevarlo, se marcha unos días a la costa, sola, a un apartamento en el que
espera redactar un artículo para una revista de música.
La
estancia en la playa se convierte en un viaje interior en el que la
protagonista —de la que se desconoce el nombre— repasa su existencia mediante
la evocación de imágenes de la memoria y de su imaginación. Siempre fue una
persona taciturna, insegura; lo único en lo que se refugiaba era la música,
pero cree que ha perdido ese don, en parte por el menosprecio que su exmarido
sentía por las actividades artísticas. El narrador, en tercera persona, reconstruye
el lado más íntimo de la mujer intercalando escenas de sueños, de recuerdos de infancia, de obsesiones y de
secretos que la afligen; el discurso resultante fluye muy bien a pesar de
los saltos. Quienes conozcan el mito de Medea pueden intuir el desarrollo de la
historia, porque, al igual que la protagonista, era una mujer en apariencia
sumisa que supo usar sus armas para vengarse de su amado.
Con
este planteamiento, no es de extrañar que Diego Vaya herede la técnica
introspectiva de los grandes autores del siglo XX para desarrollar la
psicología de la protagonista, con párrafos
largos, digresiones, sin diálogo y con muchos matices poéticos. Emplea un
lenguaje con un nutrido vocabulario sobre sentimientos, metáforas y reflexiones
sobre el arte y la vida —abundan los comentarios sobre compositores clásicos—.
Destaca el detalle de no poner nombre a los personajes —el motivo se comprende
al terminarlo—, aunque sí se utiliza un apodo para la pareja del exmarido: la
mujer de ojos de lechuza (de hecho, se refiere a ella con un léxico propio de
las aves rapaces: «La mujer de ojos de lechuza lanzaba una sonrisa ululante y
rapaz», pág. 56). Esta fijación por la identificación del personaje por un
rasgo físico también se da en la protagonista y su «rostro común», como una
forma de enfatizar su carácter anodino y de reforzar la idea de que le cuesta
reconocerse a sí misma tras lo acontecido.
El
estilo del autor denota un bagaje lector significativo —además de escritor, es
licenciado en Filología Hispánica y ha colaborado con diversas organizaciones
relacionadas con la literatura—; no obstante, esta Medea en los infiernos no termina de ser una obra notable. Consigue
dar su sello a la narración, pero aun así abusa
de los tópicos (el perfil de una madre abnegada, la antipatía hacia la
novia de su ex, el marido de ciencias que desprecia el arte, etc.), tan poco
aconsejables para una novela que se pretende intimista y profunda. En segundo
lugar, hay escenas que no terminan de encajar en el conjunto, como las excesivas
páginas dedicadas a la relación con sus hermanas durante la infancia, que no
tienen más justificación que mostrar la personalidad de la protagonista (una
personalidad ya exteriorizada en otros momentos), porque las hermanas no
intervienen en el presente. Falta redondear algunas cuestiones, como lo que
ocurre al final con el artículo que está escribiendo; y hay un error en la
localización de la alianza en la pág. 145, puesto que se dice que la llevaba en
el dedo índice cuando en la pág. 11 se había indicado el anular, la posición
habitual. Por último, el desenlace peca
de breve y torpe: se entiende (y hasta se aplaude) el juego planteado, pero
no se trabaja lo suficiente, se despacha demasiado rápido en comparación con el
espacio dedicado a otros temas.
Diego Vaya |
Soy
consciente de que muchos de los problemas señalados se deben al límite de
extensión impuesto por el certamen (125 páginas) —y seguramente a la falta de
editor, porque las obras premiadas en este tipo de concursos se suelen publicar
tal como llegan—, así que estoy segura de que el autor desplegará mejor su
potencial cuando no tenga que ceñirse a esta norma y cuente con el apoyo de una
editorial en condiciones. Si me he mostrado crítica con la novela es, en parte,
porque considero que Diego Vaya tiene una buena base de escritura, demuestra
interés por la experimentación con el lenguaje y, en definitiva, puede escribir
novelas mucho más completas (y complejas) que esta. Como sugerencia adicional,
sería interesante que en el futuro diera un mayor peso a los secundarios; las
relaciones interpersonales se enriquecerían mucho al contar con más puntos de
vista. De todas formas, Medea en los
infiernos, como novela corta sobre un personaje, tiene los suficientes
detalles atractivos para justificar su lectura.
La lei hace un par de meses y me quede con una sensacion parecida. Claro que no sabia las limitaciones con las que contaba, y eso explica muchas cosas. Pero me ha gustado su estilo, y seguramente lea mas cosas suyas el dia que las haya. Besos
ResponderEliminarSí, los certámenes literarios tienen ventajas e inconvenientes a la vez. Siempre es mejor escribir por libre y contar con un editor, aunque también es mucho más difícil de conseguir.
EliminarParece que estamos ante una explosión de talento literario. Por donde mires aparecen nombres y títulos nuevos. Y aunque no todos son realmente buenos, por lo menos tienen su oportunidad, cosa que no pasaba antes creo.
ResponderEliminarNo creo que se trate de una explosión de talento. Nada es casual: si las editoriales apuestan más por autores españoles noveles, es porque sale más barato publicarlos que pagar una traducción; y con la caída de las ventas se están haciendo muchos recortes. Además, hoy en día publicar es más fácil que nunca porque hay muchas editoriales pequeñas y plataformas de autopublicación.
EliminarDe todas formas, no es el caso de esta novela, que se ha publicado en Punto de Lectura por ganar el premio, como ocurre con todos los Universidad de Sevilla.
Mira que me ha llamado mucho la atención el libro pero viendo tu reseña creo que me esperaré a que publique otro libro donde se vea más explotado su potencial, un beso :D
ResponderEliminarNo es una mala novela, que conste. El autor escribe bien, cosa que no se puede decir de todos los escritores que comienzan.
EliminarPues a pesar de que has señalado varias positivas, no me acaba de convencer. Me llevo mejor el nombre del autor para seguir su trayectoria, que parece que tiene potencial.
ResponderEliminar1beso:)
Yo también le pienso seguir la pista :).
EliminarMe apunto tus comentarios y, aunque no sea una lectura prioritaria, la dejo ahí a un lado, a la espera, porque lo que cuentas del estilo me resulta interesante.
ResponderEliminarParticipar en un concurso condiciona mucho, es cierto, y hay que medir y estructurar con mucho cuidado para que no se te vaya de las manos, lo cual tiene sus dificultades y sus fallos. La lástima es esa falta de editor/corrector a la hora de la publicación. Una vez que se publica con una editorial, no debería descuidarse ese paso porque, entre otras cosas, también es la imagen de la propia editorial. Y casi siempre, por mucho cuidado que tengas, se te escapa algún detalle que con una revisión pre-publicación se arreglaría fácilmente.
Besucos.
Es cierto que eso perjudica la imagen de la editorial, pero ten en cuenta que estos premios son un porcentaje muy pequeño de su catálogo, se lanzan sin grandes campañas de marketing y, en definitiva, no suelen ser lo más destacado del mercado (aunque se han dado casos de éxito, como "Sabor a chocolate", que ganó este mismo premio). Supongo que no tienen tiempo de trabajar a fondo estas publicaciones, y en parte es comprensible que den prioridad a sus propias apuestas.
EliminarYo sigo a Diego Vaya desde su anterior novela, a la que se le puede criticar todo, pero con la que me reí durante un buen rato. Hace unos meses leí Medea en los infiernos, y coincido en eso de que este autor tiene potencial. Al margen de los falles que pueda tener, a mí me ha gustado cómo consigue transmitir lo que siente la protagonista. Y a veces, por encima de los fallos de un libro, una se queda con las sensaciones que deja. Otros libros, a los que no les puedo poner ni una sola pega, me han dejado indiferente.
ResponderEliminarDesconocía que su primera novela fuera de humor. Veo que el autor tiene varias facetas :).
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