Edición:
Baile del Sol, 2014
Páginas:
308
ISBN:
9788494271953
Precio:
13 €
La
ciencia ficción ha puesto de relieve la necesidad de reflexionar acerca del
presente y el futuro de la sociedad. Basta pensar en obras célebres como Un mundo feliz (1932), 1984 (1949) o Fahrenheit 451 (1953) para percatarse de la agudeza y el poderoso despliegue narrativo que sus autores alcanzaron a partir de la concepción de
una civilización imaginaria, inspirada por el crecimiento científico y los
totalitarismos del siglo XX. La escritora Ariadna G. García (Madrid, 1977),
poeta, filóloga y profesora de secundaria, ofrece su particular distopía en Inercia (2014), su primera novela, en la
que retrata a una España futura en
la que apenas quedan servicios públicos, los partidos de extrema derecha
controlan Europa y la población convive con la agitación. Un
debut novelístico que, no obstante, demuestra una gran madurez literaria, un fuerte
sentido del trabajo bien hecho (tardó ocho años en escribirla entre
documentación, redacción y revisiones) y, en definitiva, la ambición de entrar,
de forma merecida, en ese grupo selecto de nombres que tener en cuenta del
panorama español contemporáneo.
Las
redes globales constituyen una característica distintiva de la
globalización, y el tráfico clandestino
de personas y drogas es seguramente su lado más preocupante. ¿Qué mejor
lugar para recrear este conflicto que un
aeropuerto internacional? La novela se estructura en fragmentos breves,
narrados en tercera persona, que alternan situaciones de personajes que
trabajan o se mueven por diferentes instalaciones de la terminal. También
aparecen escenas ambientadas en otros países, recuerdos de infancia e incluso
una confesión íntima. La prosa, directa y concisa, denota efluvios poéticos en
el uso de las metáforas en algunos pasajes. Se trata, por lo tanto, de una obra
compleja, exigente, que abarca muchas vertientes y las integra en el escenario
compartido del aeropuerto.
Lo
único que los personajes —desde jefes de departamento a inmigrantes humildes— parecen
tener en común es una clave de estos tiempos: la inseguridad, tanto laboral como personal. Muchos han
pasado por diversos empleos, han vivido en varios países y han sufrido giros
repentinos en sus vidas («Quién
habla de proyectos y victorias; de planes, recompensas… Una hoja caída por azar
en el agua descompone el reflejo de un árbol en mil ondas. El resistir lo es
todo.», pág. 45). Inercia
invita a pensar en la necesidad de acostumbrarse a vivir con la incertidumbre y
atreverse a tomar decisiones, a reinventarse, a pesar de los riesgos que eso
entraña. La
autora describe estas circunstancias con mucha sutileza, mediante comentarios y
diálogos intercalados en la trama, sin largos textos informativos que
entorpezcan el ritmo. A grandes rasgos, se sitúa en un futuro próximo —la
década de 2020—, en una España en la que la crisis del estado de bienestar se
ha agravado, se ha salido del euro y los políticos siguen aprovechándose de los
ciudadanos. El
exterior no está mucho mejor: en China ha explotado la burbuja inmobiliaria, el
desastre en Grecia continúa, se produjo un atentado brutal en la controvertida
Copa Mundial de Fútbol de Qatar y Marine Le Pen emerge como líder europea. En
el aeropuerto, los directores aplican métodos de presión para fomentar la
competencia y facilitar los despidos. Pesimista, muy pesimista; pero nada
descabellado.
Entre
los personajes, destacan Aníbal y Thais, encargados de revisar los pasaportes. Se
enfrentan al dilema de ayudar a la gente que intenta huir para mejorar sus
condiciones de vida o acatar la ley y detenerlos. Cualquier acción significa posicionarse, estar a favor o en contra del
sistema («A veces uno
piensa que ciertas cosas no le van a suceder jamás. […] Que nunca hará o dejará
de hacer algo que vaya en contra de sus valores. Y un buen día, de repente, se
descubre enfrentando sus actos a su visión idílica del mundo», pág. 188).
No solo en el aeropuerto: también se habla de las manifestaciones, de la
necesidad de participar de forma activa, de implicarse en lo que ocurre en el
país y en el mundo. En lo único que confía la autora es en la elección
individual de cada ser humano; pequeños pasos para conseguir grandes transformaciones
(«No podían quedarse en casa y ver la televisión desde el sofá. Así es como se
pierden los derechos y se agria la democracia», pág. 259).
Aníbal
se presenta como el héroe carismático, el hombre competente y amante de la
libertad al que sus superiores temen y sus subordinados admiran («Le encantaba la sensación de vivir entre fronteras,
no estar en parte alguna, moverse en un espacio que no existe», pág. 23).
Él decide, en última instancia, si los inmigrantes cruzan la frontera o no. Su actitud representa unos valores
fundamentales para el combate político: la inteligencia, la valentía, la
humanidad. Su perfil personal, en cambio, no está tan bien trabajado: su
relación con Julieta resulta forzada, como si hubiera tenido que
introducir el amor porque tocaba. El personaje de ella es superficial
al lado de los demás; creo que habría ganado interés si contara con una
historia propia, un peso mayor en la novela, como Thais, Irene o el Druida.
Thais,
compañera de Aníbal, encarna otro rol importante para la lucha sociopolítica: la defensa de la diversidad. Ella misma
se distingue por no encajar en la imagen dominante: mujer, lesbiana, antigua
emigrante, profesional reconvertida a otro oficio por necesidad. Comprende muy
bien la indefensión que padecen los inmigrantes clandestinos y las paupérrimas
condiciones de la población («Si
nos ilusionamos mucho corremos el riesgo de frustrarnos, pero si nos
conformamos con poco es probable que traicionemos nuestras expectativas. Vaya
locura…», pág. 180). Si Aníbal personifica a un líder
tradicional que mantiene sus cualidades esenciales en diferentes épocas, la
figura de Thais es más exclusiva de finales del siglo XX y principios del XXI,
cuando se tomó conciencia del «otro», de la importancia de exteriorizar la
diversidad en todos los aspectos. Su lado íntimo, además, sobresale por ese
capítulo a modo de diario en el que se conoce a fondo su vulnerabilidad en el
terreno sentimental. Aun así, el desenlace, su desenlace, peca de edulcorado en
el tono.
Aníbal
y Thais no están solos. De forma secundaria aparecen, entre otros, el Druida,
un vigilante de las cámaras de seguridad angustiado por las dificultades para sacar
adelante a su familia; y Belén e Irene, dos
intrusas que llevan a cabo una
misión en el aeropuerto —la otra trama principal de la novela, junto con la
salida de inmigrantes—. Estas mujeres llevaron una vida «normal», acorde al
sistema, durante algún tiempo, pero llegaron al límite y ahora actúan con
medios devastadores que proponen una reflexión en torno a la violencia como reacción («—¿Que no hay motivos para la violencia? Te mandan
al abismo del paro a los cincuenta y cuatro años, te arrebatan tu casa y tu
mundo, y, ¿no vamos a estallar?», pág. 195). Porque la inercia, esa fuerza que
mantiene los cuerpos en reposo, también puede estimularlos al cambio si sufren
un choque tan potente que altera su estado natural.
El
grueso del libro se sostiene sobre un armazón deslumbrante, preciso en la escritura y persuasivo en el tema, obra de
una escritora perfeccionista que, eso sí, sobresale más en el tratamiento de lo
político y de la intriga (la tensión al desvelar los acontecimientos está
bastante lograda, sobre todo teniendo en cuenta lo difícil que es construir una
historia tan fragmentada) que en lo sentimental (además de la superficialidad
de la relación de Aníbal y Julieta, las vidas de los inmigrantes caen con
frecuencia en el cliché. Quizá, en lugar de utilizar varios como secundarios
cuyas experiencias se narran en pocos capítulos, habría sido más eficaz
centrarse solo en uno a lo largo de toda la novela y profundizar en él). El final
es tal vez su punto más débil, por su excesiva brevedad, por el tono dulcificado
y por la referencia demasiado obvia a un clásico del género (una novela tan
inteligente y sutil como Inercia no necesitaba
ese detalle).
Ariadna G. García |
De
todas formas, estas objeciones son menudencias que no deslucen este
extraordinario debut, un debut sobre una España futura pero con muchas
preocupaciones del presente, que se puede tomar como una advertencia, un espejo en el que nadie quiere llegar a
reconocerse. La mirada crítica sobre la sociedad va acorde con otras
novelas recientes, como La trabajadora
(2014), de Elvira Navarro, de corte realista y centrada en la precariedad
laboral, o Por si se va la luz
(2013), de Lara Moreno, más intimista y lírica, que propone un regreso al
origen rural como rechazo de los valores consumistas. Si Inercia se hubiera publicado en una gran editorial, no cabe la
menor duda de que habría conseguido tanta repercusión como las publicaciones
mencionadas, porque su nivel da para críticas en los suplementos literarios,
para entrevistas a la autora, para entrar en las listas de finales de año y, en
fin, para estimular a muchos lectores. Al menos, la sencillez de la edición de
Baile del Sol tiene una ventaja: el precio (¿qué novedad de trescientas páginas
cuesta 13 €?). El lector interesado en conocer
cómo la buena literatura se convierte en instrumento de denuncia no debería
perderse Inercia.
En cierta manera me da un poco de miedo acercarme a esta lectura, pero creo que has terminado por convencerme. La verdad es que Baile del sol sabe como editar (creo que llevan mucho mas años de los que aparentan) y entre eso y lo que has contado, tengo más razones para decidirme con ella. Saludos
ResponderEliminarEs una novela compleja, pero creo que siempre merece la pena acercarse a este tipo de obras. La única forma de disfrutar de las narrativas más exigentes es acostumbrándose a ellas.
EliminarEn cuanto a Baile del Sol, aún no conozco mucho su catálogo, pero esta apuesta me ha parecido muy meritoria. Parece que tienen un buen criterio.
No conocía esta novela pero reconozco que conforme iba leyendo la reseña, ha despertado muchísimo interés en mi. Entre tanta distopía juvenil, apetece mucho una novela de género madura y comprometida, como parece ser esta.
ResponderEliminarHay que echarle un ojo.
Besos
Se ha publicado hace muy poco. Yo no la llamaría una novela "de género", porque, aunque indudablemente tiene características de la distopía, trasciende los límites del género y va mucho más allá. Es buena literatura a secas.
EliminarSi al principio no me sentía muy tentada por esta novela, al final has conseguido picarme la curiosidad.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me alegro. Hoy en día muchas apuestas interesantes llegan de la mano de editoriales pequeñas que lo tienen difícil para destacar, y es importante que los lectores nos las recomendemos entre nosotros.
EliminarDe las novelas de referencia que has citado, he leído "Un mundo feliz" y me pareció una buenísima novela, la complejidad y coherencia del mundo que crea es sobresaliente.
ResponderEliminarDe Inercia no había oído nada, pero tiene muchos elementos interesantes y veo que a pesar de los defectillos que has notado te ha convencido, así que me la llevo.
1beso:)
Sí: "Inercia" me ha parecido una muy buena novela, mucho mejor de lo que esperaba (y eso que, conociendo la faceta de crítica de Ariadna, sabía que me iba a encontrar una obra seria y cuidada al máximo). Espero que la disfrutes.
EliminarMe has dado donde más me duele el masoquismo y me has picado. Sé que puedo pasarlo fatal, que me saldrán sarpullidos en la indignación y todo eso, pero me atrae.
ResponderEliminarY me alegro mucho de que te llame la atención :). Está muy, muy bien, de verdad. Una sacudida en la conciencia.
Eliminar