21 enero 2019

Marx y la muñeca - Maryam Madjidi


Edición: Minúscula, 2018 (trad. Palmira Feixas)
Páginas: 216
ISBN: 9788494836602
Precio: 18,50 €

Uno de los motivos por los que me interesa la literatura actual, la literatura que están escribiendo mis coetáneos, es conocer su mirada hacia la sociedad que compartimos. Leer puede ser una forma de enriquecer nuestro punto de vista, de prestar atención a cuestiones que nos pasaban inadvertidas, de reforzar la empatía, sin renunciar por ello al «placer» genuino de disfrutar de una buena obra literaria. En concreto, ahora que el discurso xenófobo y racista vuelve (por desgracia) a llenar los titulares, la lectura de narrativa me parece eficaz para comprender mejor el entorno multicultural en el que vivimos, y de este modo combatir la ignorancia que alimenta los prejuicios y el odio. La novela, a diferencia del ensayo o el reportaje, tiene el atractivo de contar una historia, de crear unos personajes, de evocar y suscitar (si funciona) «emociones». Es ahí, en su fuerza para implicar al lector, para conmoverlo e invitarlo a la reflexión, donde se encuentra su baza para que, al terminar, este se sienta robustecido.
Escribo estas líneas a propósito de Marx y la muñeca (2017), el flamante debut de Maryam Madjidi (Teherán, 1980), galardonado con el Prix Goncourt du Premier Roman. La autora, afincada en Francia desde 1986, pertenece a una generación de narradores francófonos que ha crecido entre dos culturas, una rama que abarca a escritores tan distintos como Leila Slimani, Gaël Faye o Saphia Azzeddine. La formación de esa doble identidad resulta esencial en la novela de Madjidi, que como muchas óperas primas, es de carácter (abiertamente) autobiográfico. Se estructura en torno a los tres «nacimientos» de la protagonista: en el Irán posterior a la Revolución iraní, con unos padres comprometidos con el comunismo; en el París de finales del siglo XX, donde empieza a hacer uso de la razón y más tarde disfruta su juventud; y, por último, un viaje a su tierra natal, ya como adulta, una suerte de reconciliación con sus orígenes.
Marx y la muñeca esboza el recorrido vital de una chica entre dos mundos. Estas dos culturas, sin embargo, tienen una incidencia desigual en su aprendizaje. La iraní, tan cruda en los primeros años de su vida –el padre en la cárcel, la madre asistiendo a una manifestación embarazada, la violencia de las revueltas– pronto queda relegada al ámbito doméstico en cuanto la familia se instala en París y Maryam se habitúa a las costumbres occidentales. El título alude, precisamente, a la parte de ella que se quedó en Teherán: el comunismo que defendían sus padres, que les llevó a obligar a Maryam a desprenderse de todos sus juguetes. La «muñeca» que abandonó se erige en el símbolo de esa primera infancia perdida por la fuerza, así como a los parientes que se quedaron. Con todo, este país no desaparece de su vida: los recuerdos de los padres, las llamadas, todo traza un hilo que la mantiene al tanto de lo que ocurre ahí.
En París, la pequeña Maryam se ve en la situación de muchos niños inmigrantes: con una identidad en el hogar y otra en la escuela, en la calle. De forma progresiva, la identidad francesa arrincona la iraní, lo que le causa un conflicto consigo misma y con sus padres. Destacan sus observaciones sobre el papel primordial de la lengua en el proceso de «integración»: el francés se impone hasta que el persa queda relegado a idioma que habla pero del que no domina la escritura. La narradora repasa las clases especiales del colegio para los no nativos, donde se mezclan alumnos de diversas nacionalidades: pese a reconocer las buenas intenciones del sistema, detecta el etnocentrismo del modelo de enseñanza, que, en su objetivo de unificar conocimientos, margina e invisibiliza las diferencias. En otras palabras: los alumnos se gradúan con una base sólida de cultura francesa «normativa», pero con grandes lagunas en su comprensión de las otras culturas presentes en su sociedad. Hoy la autora se dedica a enseñar francés a extranjeros, así que sin duda tiene una opinión razonada al respecto.
El libro muestra la indefensión del inmigrante en Occidente: la discriminación, la noción de exotismo. No obstante, en la voz de Madjidi no hay ni rabia ni autocompasión. Ha digerido su pasado antes de sentarse a escribir, y se expresa con el tono jovial de una mujer que se cuenta a sí misma, y se cuenta bien. Esta no es, aunque pueda dar esa impresión, la típica novela lineal, de la niñez a la juventud, sino que se compone de retazos breves, con saltos temporales, y no todo es «narración», puesto que intercala reflexiones, historias que le cuentan otras personas e incluso algún poema. Algunos capítulos se acercan al reportaje, ya que recoge testimonios (por ejemplo, cuando sus conocidas le explican lo que supone ser mujer en el Irán contemporáneo). Y, aun con esta diversidad de recursos, mantiene la cohesión, no es un texto deslavazado. Tiene un estilo ameno, sencillo y a la vez esmerado, poético. Sobresale su vocación de narradora, de cuentacuentos, por su gusto por introducir historias dentro de la historia, heredera de la transmisión oral. Escribe con el oído, no solo con las letras.
Maryam Madjidi
En ocasiones, las novelas autobiográficas, sobre todo las de escritores primerizos, adolecen de tedio, dan la impresión de que el autor no sabía adónde quería llegar. No es este el caso: Madjidi tiene una historia interesante que contar y posee el pulso para hacerlo con desenvoltura. Marx y la muñeca me recuerda en cierto modo a Pequeño país (2016; Salamandra, 2018), de Gaël Faye: libros de calidad notable que, además, resultan «instructivos» en el sentido de introducir al lector occidental en una cultura con la que no está muy familiarizado. Concentra temas pertinentes en nuestro contexto social (la emigración, la asimilación cultural, el desarraigo, la lengua) y los expone en un registro literario y accesible; es perfecto para clubes de lectura. Esta novela aporta una nueva aproximación al hecho de sentirse extranjera en dos lugares, desde la mirada de una autora joven que ya ha encontrado su voz. Tiene mérito, mucho mérito, debutar así.

10 comentarios :

  1. Me interesa muchísimo. Leí algún comentario comparándola con Persépolis, de Marjane Satrapí, que a mí me parece maravillosa. No sé qué opinas, pero desde luego el tema es intersantísimo.

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    1. No he leído "Persépolis", aunque por lo que me han contado entiendo la comparación. Creo que el libro de Maryam Madjidi te gustará, es una novela bastante particular, por esa forma de combinar narración, reflexiones y saltos en el tiempo. Muy bonita, en cualquier caso.

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  2. Me lo traje este verano de Francia y espera pacientemente su turno entre los pendientes. A ver cuando puedo ponerme con él.

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  3. No había oído hablar de este libro, pero me gusta el tema que trata, que es duro y esperanzador a la vez...

    Besos! Nos vemos en Tarro-libros ;)

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    1. Minúscula es una editorial pequeña, sin los recursos para promoción de las grandes o medianas, pero con un catálogo excelente. Este libro merece la pena.

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  4. Tema duro el que toca. Sí, por desgracia vuelve el discurso racista. No aprendemos... Me sigues descubriendo libros y autores. Y desde luego bien apuntado me lo llevo.
    Besotes!!!

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    1. La vida misma, por desgracia. Cuando está tan bien contada como aquí consigue que termines el libro un poco cambiada.

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  5. Sin duda, como los anteriores comentarios es un tema muy duro. Y con los tiempos que corremos, parece que vuelve y la humanidad está abocada a repetir sus errores. Una lástima.

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    1. Leer, al menos, amplía horizontes. No creo que nos haga mejores personas, ni que evite repetir los errores del pasado (a la vista está, y de todas formas todo es mucho más complejo), pero nos cambia un poco individualmente. Leer novelas como esta, o como las de Chimamanda Ngozi Adichie o Gaël Faye, han enriquecido mi perspectiva (y ante todo son excelentes obras literarias, que conste).

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