Edición:
Literatura Random House, 2015 (trad. Miguel Temprano García)
Páginas:
224
ISBN:
9788439730125
Precio:
22,90 €
Hay
muchas más ediciones y formatos disponibles; anoto los datos de esta por ser la
más reciente. Yo lo he leído en una edición antigua de Orbis, con
traducción de Sergio Pitol.
***
El corazón de las
tinieblas (1899), la nouvelle
magistral de Joseph Conrad (1857-1924), es un clásico indiscutible de la
llamada literatura sobre el mar, un
relato desasosegante, intenso y filosófico sobre un viaje por el río Congo,
que destaca por ser una de las obras más interesantes para descubrir el punto
de vista de los europeos que conocieron en primera persona las consecuencias devastadoras
del imperialismo de finales del siglo XIX. Conrad, nacido en Polonia, se
trasladó a Inglaterra y adoptó el inglés como lengua literaria, aunque nunca
llegó a asimilar por completo la cultura autóctona, lo que tal vez reforzó en
él una actitud crítica hacia las costumbres e ideas de este país. Al igual que
el protagonista de este libro, Conrad trabajó un tiempo como marinero en la colonia del Congo, empleado
por una compañía británica, por lo que este texto, a pesar de estar construido
en forma de ficción, tiene un trasfondo real, inspirado por la toma de contacto
del autor con las acciones que el imperio estaba llevando a cabo en África.
La
historia de El corazón de las tinieblas
comienza y termina en la cubierta de un barco, donde Marlow, uno de los
marineros, toma la palabra para contar en primera persona la aventura que vivió
cuando era más joven y, con la ilusión de un ingenuo, emprendió un viaje al
Congo gracias al encargo de una compañía británica dedicada al comercio de
marfil. La compañía le había encomendado una misión particular: encontrar a
Kurtz, un responsable de la explotación, e instarlo a regresar. Poco a poco, a
través de las charlas con los trabajadores, el narrador averiguará que Kurtz
no es un empleado cualquiera, sino el mejor: ha conseguido un gran éxito con la
explotación, pero no quiere compartir su secreto con nadie. Se mantiene
distante, alejado del resto. A medida que avanza el viaje por el río, Marlow se
percata del misticismo que envuelve la
figura de Kurtz: un personaje enigmático, turbio, que solo aparecerá al
final y apenas si pronunciará un par de frases, aunque no necesita más para
convertirse en uno de los actores secundarios más memorables de la historia de
la literatura.
El
personaje de Kurtz es, en efecto, uno de los logros más importantes de esta nouvelle, y no únicamente por sí mismo, por
su intervención, sino por todo lo que se vertebra a su alrededor desde el
principio. El narrador escucha lo que le cuentan otros
empleados, de modo que el lector conoce a Kurtz, el gran Kurtz, al mismo ritmo
que Marlow, es decir, a través de lo que se dice, lo que se rumorea, sin un
conocimiento frente a frente con el hombre en cuestión. De este modo se crea un
misterio, una intriga, que da rienda suelta al autor para jugar con la
ambigüedad. Después, cuando al fin entra en escena, llegan los interrogantes: ¿será
verdad lo que se cuenta?, ¿qué oculta Kurtz?, ¿por qué ahora dice lo que dice?
Se intuye, se sospecha, que Kurtz ha cometido atrocidades, pero nunca se desvelan, lo que no hace más que aumentar la desconfianza,
la incertidumbre en torno a él. Al final, el personaje se erige en un símbolo de la doble cara del imperialismo:
la imagen triunfante, que se promovía en Europa, frente a la imagen pervertida,
correspondiente a la realidad del Congo.
El corazón de las
tinieblas, como se suele decir, lleva a cabo una bajada a los infiernos, un viaje iniciático marcado por una
degradación progresiva, una degradación del entorno, pero sobre todo de las
personas, de la mente; una metáfora del horror de
las colonias. Marlow encarna a un joven inglés cualquiera, soñador e inexperto,
que cree a ciegas en el proyecto imperialista y se marcha al Congo atraído por
los relatos de aventuras de los marineros que han hecho fortuna. En un
principio, no se muestra crítico con nada de lo que ve a su alrededor (los
abusos a los esclavos, básicamente), pero, a medida que se adentra en el río, en un territorio
desconocido para él, percibe que sus expectativas no se corresponden con la
realidad y experimenta una transformación profunda. No se trata solo de un
cambio de ideas: hay algo más, una sensación de que todo se pudre a su
alrededor, incluido él mismo. Estas «tinieblas» se intuyen desde antes de abandonar
su país, cuando el médico lo examina y le pregunta si en su familia hay casos
de locura. La travesía está envuelta por un pesimismo creciente, una turbiedad
sin estridencias, discreta pero presente, como esos espacios en los que todo
está corrompido y no queda esperanza aunque nadie se atreva a decirlo en voz
alta.
Más
allá de esta dimensión existencial, el libro tiene a su vez una vertiente de
crónica, la crónica de un viajero en un país desconocido para sus coetáneos, que se materializa
en las largas descripciones del lugar y, sobre todo, en la mirada racista hacia
el otro, que hay que interpretar como el pensamiento imperialista promovido en
la Inglaterra de la época. Marlow describe a los nativos del Congo con términos
como «salvajes», «caníbales» o «indígenas»; se asombra cuando no reaccionan con
la violencia que esperaba de ellos; dice de uno que es un «espécimen mejorado»
porque ha aprendido hábitos occidentales. Esta narración etnocentrista, con
todo lo repulsiva que resulta para el lector de hoy, está justificada porque,
además de reflejar las ideas de la época, da pie a una evolución en el
narrador, que, en la recta final, después de la muerte de un esclavo al que
había cogido cariño, cuestiona el
discurso oficial de la superioridad del hombre blanco y la civilización
occidental. Nunca abandona del todo el racismo, que pasa del desprecio evidente
a la condescendencia y la lástima, pero detecta los abusos que se están
cometiendo y las mentiras que se difunden en Europa. En este sentido, Conrad señala
sin ambages la atrocidad del colonialismo.
Con
todo, algunos autores postcoloniales le han reprochado que, aun mostrándose
crítico con el imperialismo, su aportación resulta insuficiente como denuncia porque
en ningún momento da voz a los principales afectados, es decir, no expresa la
opinión de los africanos. Incluso cuando Marlow comienza a reconocer que no son
los «salvajes» que el discurso europeo argumenta para justificar la dominación,
el único punto de vista que se plantea es el suyo, el del hombre occidental que
abre los ojos y hace autocrítica, pero que sigue sin escuchar al otro. Los
personajes de los esclavos se construyen con estereotipos; son planos,
ramplones. Ocurre algo parecido con las escasas mujeres que aparecen, como la
novia de Kurtz, que en cierto modo encarnan al «otro» de la sociedad patriarcal
de Occidente: se presentan como personajes ajenos a la barbarie, frágiles y delicados, a
los que hay que proteger y tratar con caballerosidad, una caballerosidad que,
aunque no vaya acompañada de abusos, no está tan lejos de la condescendencia
hacia el esclavo.
Joseph Conrad |
En
cualquier caso, esta lectura en clave antropológica, si bien resulta necesaria
desde la perspectiva actual, no anula en absoluto las muchas virtudes de esta magnífica
novela. Por una parte, El corazón de las
tinieblas es un apasionante acercamiento a uno de los episodios más crueles
de la historia, que muestra el lado más sombrío, por dentro y por fuera, del
ser humano; pero, aún más interesante que esto, es una fábula sobre cómo las
acciones degradantes hacia los demás acaban degradando también, y por encima de
todo, a quien las comete. Un relato sugerente, a ratos asfixiante y
estremecedor, que absorbe al lector desde la primera página igual que las
tinieblas absorben al narrador sin que él se dé apenas cuenta, y culmina en un
desenlace deslumbrante que obliga a seguir pensando en él después de cerrar las
tapas. Imprescindible.
Buena novela, sí, dentro del universo conradiano, pero bajo mi punto de vista hay unas cuantas novelillas que definen mejor a Conrad.
ResponderEliminarEntiende mi contestación como un estímulo para seguir leyendo al maestro.
Saludos.
Gracias, Rubén. Sí, tengo pensado seguir leyendo a Conrad.
EliminarMe la apunto. Ya he leído a este autor y me gusta.
ResponderEliminarEsta novela es magnífica. La disfrutarás seguro.
EliminarPues a mi no me llama mucho el libro la verdad, aun así gracias por la gran reseña :)
ResponderEliminarTe animo a no descartarlo del todo. Quizá lo podrías dejar para más adelante, por ejemplo. A mí tampoco me habría llamado la atención por el argumento (mis lecturas suelen ser de otro estilo), pero este libro es de los que trascienden los intereses particulares. Un clásico.
EliminarLo tengo pendiente.
ResponderEliminarUn beso ;)
Estoy segura de que, cuando decidas leerlo, lo disfrutarás mucho.
EliminarGracias por la reseña, me has convencido lo leeré en febrero.
ResponderEliminarMe alegro de haberte animado. Ya me contarás qué te parece :).
EliminarGuauuu!! Vaya reseña! Si te digo la verdad yo con este libro no pude. Es cierto que lo tuve que leer en inglés para la facultad y eso cambia mucho pero la historia no me gustó nada. Lo mismo si lo leo ahora, la cosa cambia. Besos
ResponderEliminarA veces leer algo por obligación condiciona mucho el disfrute de la lectura, es cierto. Yo te animo a darle otra oportunidad, en esta ocasión con una buena traducción.
EliminarNada más leer tu reseña he ido a mi modesta biblioteca a por mi ejemplar. Lo compré cuando era un estudiante sin posibles en una feria del libro. Supongo que por muy poco dinero. Ediciones Oticil, traducción de Carlos Queen. Al abrirlo sale un papel desde la página 103: "Mala traducción. Incomprensible. Lo dejo". Claro, por eso tengo asociado este texto a la película "Apocalipsis Now", y por eso no he acabado de reconocer el recuerdo que yo tenía con tus palabras. Soy yo el que se equivocaba porque no puedo decir que haya leído el libro. Y el autor, aunque no lo conozco, me gusta en el único libro que he leído de él: "El duelo", en la que se basó, por cierto la primera y gran película de Ridley Scott: "Los duelistas".
ResponderEliminarSupongo que sabes que era polaco de nacimiento. Y que es uno de los pocos escritores que, no siendo británicos originariamente, han sido admitidos en ese particular olimpo de los british writters.
Sí, de hecho lo comento en la reseña. Lástima que a veces una mala traducción se cargue la novela, porque me parece un libro fundamental en la biblioteca de cualquier lector. Tomo nota de "El duelo", que no conocía.
EliminarPerdón por dos cosas: la deficiente redacción y la lectura apresurada: pasé por alto un par de frases, entre ellas las de su origen.
ResponderEliminarNo pasa nada, faltaría más ;).
EliminarMe pongo al día, que me he saltado un par de reseñas:)
ResponderEliminarÉste libro no me llamaba mucho la atención, pero según he ido leyendo tu reseña cada vez me has convencido más. El tema me interesa y como no es muy largo creo que me voy a animar.
Además, tu imprescindible no deja muchas opciones:)
Hay libros que, aunque de entrada no encajen con lo que solemos leer, es necesario conocer para tener un bagaje literario en condiciones. Y en ese bagaje no puede faltar Conrad.
EliminarTotalmente de acuerdo. Todos los años intento leer un par de clásicos porque me apetece, pero también por rellenar esas lagunas culturales que cuesta reconocer. Además, en parte gracias a ti, cada vez leo más recuperaciones del s.XX o clásicos contemporáneos que disfruto especialmente.
EliminarEste año saldaré mi deuda con Tolstoi, ya tengo una preciosa edición de Alba de Anna Karenina esperando su turno en la estantería:)
Excelente elección, vas a disfrutar mucho con Tolstói :). Yo ahora estoy leyendo a otro ruso, Chéjov, en la edición de "Cuentos" de Alba. Lo tengo como lectura de fondo, para leer uno o dos relatos a la semana, combinándolo con otras cosas, pero lo estoy disfrutando tanto que creo que lo terminaré antes de lo previsto.
EliminarConrad convertía en alta literatura todo lo que tocaba. Masterpiece.
ResponderEliminarDesde luego. Por cierto, gracias por tus comentarios. Es un placer compartir opiniones por aquí.
EliminarYo me lo he tenido que leer dos veces, la primera no me gustó nada, supongo que porque tenía otras expectativas, pero la segunda me ha dejado como un hollow man :)
ResponderEliminarsi, buena reseña, y buena tertulia. Estoy de acuerdo en que tal vez no sea el mejor relato de Conrad. A mi me gustan por lo menos lo mismo "La linea de sombra" y "El copartícipe secreto", sobre todo trasmisión de las vivencias íntimas de la gente de la mar; menos tremendas y más "tranquilas". Lo que ocurre es que lo que cuenta en "el corazón" es tan tremendo, y lo cuenta con tal sobriedad ...
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