Edición: Impedimenta,
2015 (trad. Amelia Pérez de Villar)
Páginas: 320
ISBN: 9788415979357
Precio: 22,50 €
Todas
las temporadas se publica alguna novela extraordinaria que corre el peligro de
pasar desapercibida en las mesas de novedades porque, en fin, las editoriales
no pueden invertir en una gran campaña de marketing
para todos sus lanzamientos. Esta vez, esa obra inadvertida viene firmada por Brian Moore (Belfast, Irlanda del Norte, 1921 – Malibú, California, 1999), un
novelista criado en una familia católica irlandesa que después de la Segunda
Guerra Mundial se estableció en Canadá, donde trabajó como reportero y obtuvo
la nacionalidad canadiense; y más tarde se trasladó a Estados Unidos, donde
impartió clases de escritura creativa en la universidad. Moore comenzó su
carrera literaria publicando thrillers
a principios de los años cincuenta, y La
solitaria pasión de Judith Hearne (1955) fue su primer libro fuera del
género, que tuvo una gran acogida a pesar de haber sido rechazado inicialmente
por diez editores norteamericanos, por lo que recurrió a un editor inglés.
La
novela se desarrolla en Belfast, ciudad natal del autor, durante la
posguerra. El desencadenante de la acción es el encuentro entre Judith Hearne,
una solterona de unos cuarenta años que ha pasado toda la vida encerrada en el
pequeño (y rancio) ambiente de Belfast, y James Madden, un hombre maduro que
acaba de regresar de Nueva York y desprecia todo lo que huela a Irlanda. Se
conocen en la casa de huéspedes de la hermana de Madden: Judith se aloja allí
porque no tiene familia ni dispone de muchos recursos, mientras que él aún no
ha decidido qué hacer tras su regreso. Durante los desayunos, y acompañados por
unos compañeros un tanto extravagantes, Judith y Madden entablan sus primeras
charlas. Al contrario de lo que cabría esperar, surge cierta afinidad entre
ambos, aunque la gracia de este interés se debe al hecho de que apenas conocen al otro y lo idealizan a su
gusto: Judith piensa que él tenía un cargo de alta responsabilidad en
Estados Unidos, y Madden la toma por una mujer cultivada y adinerada.
Sin
embargo, ninguno es lo que el otro cree. Judith
encarna a la solterona irlandesa por excelencia, que ha pasado toda su vida
haciendo lo que los demás esperaban de ella —cuidar de su tía enferma, ir a
misa, impartir clases de piano y de labores— y ahora que ya no le queda familia
se ve sola, con amigos que la soportan solo por compasión y a los que engaña
para hacerles creer que tiene una vida más interesante (la mentira como
protección). Es la mujer que todavía sueña con enamorarse perdidamente («Judy
Hearne, se dijo, tienes que detener esto ahora mismo. Esto de imaginar un
romance con cada hombre con el que te cruzas», pág. 39); pero que por su
carácter —tímida, ingenua, religiosa, temerosa del qué dirán— no consigue
cambiar de hábitos. Moore, que no da puntada sin hilo, abre la novela con una
escena en la que Judith coloca la foto de su tía y un cuadro del Sagrado
Corazón en su nueva habitación, dos detalles que definen a la perfección los
pilares del personaje. El tercer pilar, no obstante, se opone a los demás: la bebida, su «solitaria pasión».
Judith ha encontrado en la botella una vía de escape que, de salir a la luz,
pondría en peligro todo aquello en lo que ha creído hasta ahora.
Madden,
por su parte, representa al hombre llegado
de lejos, casi extranjero, que rompe el equilibrio de la casa de
huéspedes —el lugar donde se ha vivido determina la personalidad—. En apariencia, es un triunfador: los irlandeses
le parecen unos pueblerinos, se mofa de la ignorancia de la gente que ensalza
los valores tradicionales, etc. Ahora bien, en realidad ha fracasado tanto o
más que Judith —trabajaba como portero de hotel y solo consiguió dinero por un
trato ilegal después de sufrir un accidente— y, al igual que ella, está cargado
de prejuicios, puesto que comete el mismo error que critica en sus compatriotas:
ensalzar un país (Estados Unidos) como si fuera el mejor. Madden también tiene
en común con Judith su afición a la bebida, aunque para él, como hombre impío,
no resulta tan vergonzosa, como demuestra en el capítulo 4: se aprovecha de la
criada cuando está borracho, pero al día siguiente acude a misa y no tarda en
olvidar el asunto.
Las
historias de Judith Hearne y James Madden, pese a estos puntos en común, no
avanzan de la forma que se intuye, y en la recta final Judith se erige como el único
y verdadero centro de la obra. Colm Tóibín, en su ensayo Nuevas maneras de matar a tu madre (2012), propuso una
interpretación sugerente de esta novela y, en concreto, del motivo por el que
Moore eligió a una mujer como protagonista: en el contexto de los años
cincuenta en Irlanda, impacta más una mujer alcohólica que un hombre
alcohólico. La mujer está atrapada,
juzgada por la sociedad; en cambio, nadie se escandaliza porque un hombre
beba y él tiene más oportunidades de adoptar otro estilo de vida. La elección
de una mujer aumenta el potencial trágico, invita a la compasión del lector, y
al mismo tiempo el autor se muestra muy crítico con la doble moral de la época.
La
adicción a la bebida no es un aspecto anecdótico, como tampoco lo son las
fuertes creencias de la protagonista. En La
solitaria pasión de Judith Hearne, Moore retrata la hipocresía de la Irlanda católica de mediados del siglo XX —también
mostrada por Edna O’Brien en Las chicas de campo (1960)— y, paradójicamente, la mayor crítica no se plantea a
través del recién llegado que reniega de sus raíces, sino de la propia Judith,
la que en un principio defiende con fervor la religión. Se supone que la fe
cristiana debe dar respuestas, proporcionar algún consuelo al que aferrarse;
sin embargo, Judith va de mal en peor y siente que sus sueños se alejan. Por
ende, ser una creyente ejemplar no le ha
servido para encontrar la tan ansiada felicidad y, en ocasiones, pone en
duda la existencia de ese Dios al que tanto ha rogado, un Dios representado por
un sacerdote opresor y poco empático. Esas ocasiones suelen coincidir con sus
noches de solitaria pasión, en las que gira el Sagrado Corazón y la fotografía
de su tía para beber a solas, sin la vigilancia de los que siempre le han dicho
lo que debía hacer.
La
bebida supone un conflicto para todo en lo que ha creído hasta entonces, es un símbolo de desesperación, de pérdida, pero
también de sinceridad consigo misma y con los demás, porque, precisamente
por ser un pecado, es el único vehículo que puede llevarla en otra dirección. La solitaria pasión de Judith Hearne,
además de ser una historia sobre la soledad y la desesperación, es una historia sobre la pérdida
de la fe, que establece una relación entre la credulidad que conlleva la
religión —una credulidad que atonta, que fomenta la pasividad— y la
insatisfacción personal al comprobar que se ha abandonado a sí misma. No es
casual que la protagonista se llame Judith, como el personaje bíblico que mató
al general del ejército enemigo. En principio, Judith Hearne, tan mansa y
educada, no parece tener nada que ver con la Judith heroica y fuerte, pero poco
a poco identifica sus propios demonios e intenta hacerles frente, no sin
dificultades.
Con
estos elementos, Moore construye una
auténtica pieza de orfebrería, compleja, con una estructura calculada
al milímetro, una escritura que encuentra su mot juste y un tono tragicómico que recuerda a Jane Austen y
Penelope Fitzgerald. Aunque la mayor parte del texto está narrado en una
tercera persona centrada en Judith, se intercalan algunos párrafos en estilo
indirecto libre, de modo que combina con gran naturalidad el punto de vista del
espectador imparcial (que llama a los personajes tal y como se hacía en la
época, es decir, sin su nombre de pila: la señora de Henry Price, la señorita
Hearne, etc.) con sus propias voces. En algunos capítulos, además, desplaza el
punto de vista y se centra en Madden o recrea monólogos y escenas de otros personajes
en los momentos en los que resulta necesario conocer otra perspectiva para que
la trama avance, como en el cap. 19.
Moore
demuestra ser un escritor sutil, preciso, meticuloso, creativo y versátil,
capaz de reproducir tanto situaciones patéticas e hilarantes —como aquellas en
las que la dueña de la casa cuida de su hijo— como monólogos profundos y
honestos como el de Judith en el cap. 17, pasando por sermones del cura o ensoñaciones
de contenido simbólico, como la salida al cine del cap. 7. Los personajes,
también muy austenianos, tienen un punto caricaturesco, integrado con
inteligencia en un ambiente costumbrista
que, bajo ese tono tragicómico, es, de hecho, muy triste. Entre los
secundarios, destacan el hijo de la propietaria de la casa, un treintañero sin
oficio ni beneficio que durante el día se deja cuidar como si fuera un niño
y por la noche se mete en la cama de la criada sin que su madre
sospeche nada; y los O’Neill, una familia que recibe la visita de Judith todos
los domingos a pesar de que el señor y los hijos no disimulan que la aborrecen,
mientras que la señora la atiende por lástima.
Brian Moore |
Hay
que decirlo alto y claro: La solitaria
pasión de Judith Hearne es una obra
maestra. Con los mecanismos de una comedia de costumbres,
ahonda en el lado más débil del ser humano y dedica críticas afiladas a los
valores tradicionales de la sociedad irlandesa y muy en particular a la
religión católica. Caracteriza los personajes con brillantez, desde
la protagonista hasta el secundario más nimio, todos enfocados con una mirada
ingeniosa pero también empática, que enfatiza la doble moral en la que todos
están inmersos. Demuestra plasticidad literaria en su construcción, que en ningún momento deja de sorprender por sus
múltiples recursos. Y, por último, da protagonismo a la
solterona, la solitaria, la amargada, y logra que el lector vea en ella todo lo
que los de su alrededor no ven: la verdadera Judith Hearne.
La novela se adaptó al cine en 1987 en una
película homónima dirigida por Jack Clayton y protagonizada por Maggie Smith y
Bob Hoskins. Los fotogramas que ilustran la reseña pertenecen a este filme.
Pues me apunto este libro sin dudar. ¡Qué buenísima reseña! A pesar de que me parece que sufriré bastante por Judith Hearne, tu recomendación me hace pensar que el libro me encantará. ¡Gracias y un beso!
ResponderEliminarEs una novela magnífica, de lo mejor que he leído este año. Narra una historia triste, pero a la vez muy liberadora.
EliminarMe lo apunto, cual es el nombre de la película?
EliminarEl mismo, "La solitaria pasión de Judith Hearne" :).
EliminarMe ha encantado la reseña, has conseguido que necesite leer el libro XDD. Sin duda, tras haber probado a Edna O'Brien que se mueve en la misma época y lugar, tengo ganas de probar algo más del entorno, así que muchas gracias por la recomendación.
ResponderEliminarBesooss!!!
Su estilo es muy diferente al de Edna O'Brien, pero comparten el retrato crítico de los valores de la Irlanda católica. Espero que lo disfrutes.
EliminarVaya reseña más detallada. Has hecho un análisis estupendo!Me llevo la recomendación anotada, una más para el montón de Impedimenta:)
ResponderEliminar1beso!
Es que es una novela tan bien hecha que se merece un análisis en condiciones. Además, tengo mucha "afinidad" por este tipo de obras y me he sentido muy cómoda tanto leyéndola como comentándola. Sabía que viniendo de Impedimenta estaría bien, pero no imaginaba hasta qué punto. Te la recomiendo sin duda, para mí ha sido un gran hallazgo.
EliminarLa peli la ví hace años pero no sabía que estaba basada en un libro. Y a pesar de conocer ya la historia, tu magnífica reseña me invita a leerlo.
ResponderEliminarBesotes!!!
No he visto la película, pero estoy convencida de que encontrarás muchos más matices en la novela. La forma de narrar de Moore no se puede traspasar a la pantalla.
EliminarMARTHA BARDARO ¿Qué es la Antropología
ResponderEliminarFilosófica? Ed. Librería la Paz Resistencia Chaco 2006 pp 130 -136 hace un sencillo pero genial comentario sobre la idea principal de la novela.
¡Gracias por la referencia!
EliminarHe llegado a tu blog buscando información sobre este libro. Muchas gracias :)
ResponderEliminarBienvenida, Aurora. Espero que la reseña te haya resultado útil.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y quería saludarte dejándote un comentario en esta entrada :)
Me gustan mucho este tipo de libros (Impedimenta publica verdaderas joyas). Lo vi en su día cuando salió como novedad pero, tal y como dices, pasó bastante desapercibido. Una lástima porque después de leer tu reseña me ha parecido una historia muy interesante.
Me lo apunto para mi próxima incursión en la librería :)
¡Un saludo!
¡Bienvenido! :) Guardo un muy buen recuerdo de este libro, me parece uno de los tesoros de Impedimenta aunque sea de los menos conocidos. Espero que lo disfrutes tanto como yo.
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