Edición:
Lumen, 2014 (trad. Roberto Falcó Miramontes)
Páginas:
432
ISBN:
9788426421692
Precio:
22,90 € (e-book: 15,99 €)
—No es el matrimonio lo que sume nuestras vidas en el…, bueno, en el tedio. O no solo eso, vamos. Es todo. Todo lo que uno tiene que hacer a diario.—Yo creo que es una cuestión de soledad —dijo Nick—. Y de deseo.—¿Ah, sí? —afirmó Dolly—. Cuéntanos.Nick se rió.—Hablo en serio. Sé que todo el mundo cree que el deseo es una tontería ridícula para los jóvenes. Pero ¿quién lo dice? O sea, sin el deseo… Bueno, es el verdadero motivo por el que la gente se tira de un puente.[…]—Pero cuando hablas de todas esas cosas tediosas, me pregunto: ¿por qué hay que hacerlas? Es decir, ¿por qué debemos hacer lo que todo el mundo espera de nosotros? ¿Quién nos vigila?Hughes soltó una carcajada.Y Dolly también.—Mira a tu alrededor —dijo, señalando al resto de los clientes—. Todo el mundo nos mira.
A
veces uno tiene la mala costumbre de leer la primera novela de un
autor con cierta benevolencia, como un profesor en busca de un diamante en
bruto al que aún es necesario pulir. Un diamante en bruto, sí, porque se da por
hecho que un escritor no lo da todo en su debut, que aún es pronto, que tendrá
tiempo para mejorar. Que ha escrito una «novelita», pero, eso sí, apunta
maneras, tiene potencial para algo grande. Luego uno lee libros como El tiempo de los tigres y se asombra. Porque,
pese a ser una ópera prima, no tiene nada de «novelita»; y decir que su autora
tan solo «apunta maneras» o «tiene potencial» es pecar de poca generosidad. Liza Klaussmann (Nueva York, 1976), que fue periodista del New York Times durante diez años y cuenta entre sus ancestros a
Herman Melville, se dio a conocer en 2013, aunque de inexperta en esto tiene
poco. Su escritura es la de alguien que hizo los deberes antes de ponerse a
escribir: leer, leer y leer. Solo así se puede presentar con una novela de
cuatrocientas páginas tan inteligente y bien planteada como El tiempo de los tigres.
Todo comienza en septiembre de 1945. La Segunda Guerra Mundial por fin ha
acabado y las esperanzas de los jóvenes se renuevan. Nick y Helena, primas hermanas, apuran los últimos días soleados en su mansión de la isla de Martha’s Vineyard, la Casa de los Tigres, donde
han disfrutado de las vacaciones estivales generación tras generación. «No sé
si es una bendición o una maldición» (pág. 11), se pregunta Helena, la más
tranquila y prudente, en la frase que abre la novela. Los próximos veranos se
volverán a juntar, pero ya no estarán solas: Nick espera reencontrarse con su
marido, Hughes, que regresa de Europa; y Helena se casará pronto en segundas
nupcias con un peculiar director de cine. Después llegarán los niños. «Casas,
maridos y ginebra a medianoche […]. Nada cambiará. Al menos no demasiado. Será
como siempre» (pág. 14), comenta Nick. En efecto, habrá casas, maridos y
ginebra; una vida llena de lujo y esplendor, al menos a ojos de los demás. Sin
embargo, a finales de los años cincuenta un
crimen sobrecoge a los habitantes de la isla y pone en entredicho esa
imagen de bienestar que se esfuerzan por cultivar. Todos se han acostumbrado a
mentir. O a callar.
El tiempo de los tigres
emplea como piedra angular el crimen acontecido en 1959, aunque no debe tomarse
por una novela de intriga al uso. Su leitmotiv
no se centra en descubrir al culpable, sino que, al más puro estilo del gótico sureño, este suceso sirve para
destapar la artificialidad del falso bienestar de la isla («—Parece como si
todo lo bueno… Como si todo hubiera cambiado. Como si todo se estuviera
infectando», pág. 353). Klaussmann, como su admirado Francis Scott Fitzgerald, analiza
las ambigüedades de la sociedad
acomodada, el lado oscuro que se esconde tras el cóctel y el pintalabios
de marca. Lo hace, además, con una compleja estructura: se divide en cinco
partes, cada una centrada en un personaje (Nick, su hija, Helena, Hughes y el
hijo de Helena), y dentro de ellas se hacen saltos temporales. Cuatro partes
están narradas en tercera persona; solo el último personaje habla con su propia
voz, y el motivo de esta diferencia se deduce al leerlo. Con esta construcción,
la autora superpone diversas capas, diversas miradas, que enriquecen de forma
progresiva la visión de los hechos y aumentan la tensión.
El
personaje que abre la obra es Nick, una mujer chispeante y atractiva, una
seductora nata que cautiva a los hombres que se cruzan con ella. También, por eso mismo, es una mujer acostumbrada a guardar las
apariencias con mucha gracia («—Querida Nick —dijo Helena
con una sonrisa—. No has cambiado nada. Sigues mintiendo a la mínima
oportunidad», pág. 65). Comenzar el libro con ella es un gran acierto de
Klaussmann, porque Nick encarna en sí misma el ambiente de Martha’s Vineyard
que se pretende cuestionar, la frialdad de vestirse con las mejores galas y
sonreír sin piedad al compañero de trabajo de su marido a pesar de sentirse
destrozada por dentro. Además, aporta una pizca de perversa diversión a la obra,
una diversión que poco a poco deriva en angustia, ya que, tal vez por ser la
que mejor se mueve en la isla, es la primera en debilitarse cuando las cosas se
tuercen. Por muy políticamente incorrecta que sea Nick, se gana toda la
simpatía del lector, a quien también seduce por su poderosa
personalidad —y esto es un gran logro de
la autora—.
Su
marido y su hija, en cambio, representan valores casi opuestos: son de
naturaleza más tranquila, personas ordenadas y cumplidoras, sin el descaro de Nick (lo que no excluye que tengan secretos, claro). Este
contraste de caracteres aumenta el interés de las relaciones: el matrimonio
dista mucho de ser el remanso de felicidad que ambos esperaban, en parte porque
Hughes regresa de la guerra como un hombre nuevo, en parte porque Nick se da
cuenta de que cometió un error al casarse tan joven con su novio de toda la
vida («Qué palabra tan fea y mediocre, “compromiso”, pensó Nick. Sin embargo,
ahora todo fluía mejor, como una puerta chirriante cuando por fin le engrasaban
las bisagras. Y el precio que había tenido que pagar Nick por todo ello era el
compromiso», pág. 60). Como los protagonistas de Vía Revolucionaria, de Richard Yates, Nick y Hughes personifican el matrimonio que se va resquebrajando;
no faltan las infidelidades, las trampas y el egoísmo por ambas partes («Nick
tenía la sensación de que lo conocía mejor. O quizá conocía mejor su
matrimonio; empezaba a aprender que ambas cosas no eran lo mismo», pág. 60).
Con
todo, siguen adelante y tienen a Daisy, una niña bondadosa e ingenua que se
lleva bien con su padre y mantiene una relación peculiar con su madre. Ni para Daisy
es fácil ser hija de Nick —no es sencillo asumir, en la adolescencia, que nunca
poseerá las armas de seducción de su progenitora—, ni para Nick es fácil criar
a una muchacha tan «buenecita», tan diferente a ella. En cierto modo, son
personajes antagónicos, y por eso aún llama más la atención que sean madre e
hija; Klaussmann arriesgó, y acertó, con este planteamiento. Daisy, por otro
lado, vive su particular coming-of-age a lo largo de los años
que abarca la novela —otro de los motivos por los que resultan fundamentales los
saltos temporales—, y el hallazgo
del cadáver coincide con la pérdida de la inocencia, con la toma de conciencia
de que en la vida las cosas no le saldrán siempre como querría, que el chico
que le gusta se fijará en la niña que le cae mal, que perderá el partido de tenis contra su peor
enemiga. Su madre sabe darle consejos muy atinados («Si de
algo puedes estar segura, es que en esta vida no siempre vas a besar a la
persona adecuada», pág. 176).
En
el otro bando están la prima Helena y su familia. Dulce y discreta, Helena ha crecido a la sombra de Nick, empezando por la situación social,
puesto que sus padres le dejaron una casa de verano más modesta. Este sutil
resentimiento se transmite a su hijo, Ed, un joven huraño que se ha habituado a
escuchar detrás de las puertas y a esconderse en lugares insospechados («En el
mundo había dos bandos: por un lado, estaba la gente como Daisy y yo, que
llevaba una vida lo más sincera posible; por el otro, estaba el resto de la
gente, que, por las razones que fueran, no podía evitar mentirse a sí misma», pág.
368). El puzle lo completa Avery, esposo y padre, un cineasta obsesivo y controlador
del que se echa de menos una parte propia. Todo lo que rodea a este trío es
oscuro, turbio, como esas familias de las que se sospecha que algo no anda bien
aunque de puertas afuera muestren su cara más cordial y amable… mientras pueden
(«—A mí me gusta el otoño —dijo Helena—. Creo que huele a cambios. / —¿De
verdad? —Nick la miró—. No sé, para mí huele a muerte, con todas esas hojas
húmedas que se pudren. / —Son una misma cosa —dijo Ed», pág. 248).
Liza Klaussmann |
Detrás
de las fiestas glamurosas, los picnics al sol y los partidos de tenis, en esta
isla idílica hay matrimonios que se agarran a la tabla de salvación de la doble
vida, madres que tienen dificultades para cuidar de sus hijos, hombres neuróticos
y adolescentes que aprenden la otra cara de la realidad a golpes (o a
raquetazos). El asesinato es la gota que rompe el equilibrio sobre el que
habían logrado sostenerse, el símbolo de los secretos oscuros que todos, o casi
todos, guardan con celo. Unos actúan como si no hubiera ocurrido nada, mientras
que otros lo afrontan y, al final, llegan al límite («—Yo me crié en esta isla.
[…] Helena, también. Aquí me casé contigo, Hugues, y aquí es donde han tenido lugar
todas las cosas buenas… Nada de esto debería haber sucedido. […] ¿Qué nos está
pasando?», pág. 158). Klaussmann ha escrito una novela perturbadora, cargada de tensión narrativa y con un fino
análisis de los personajes. El tiempo
de los tigres, cuyo título está extraído de un poema de Wallace Stevens, es una pieza contada
con elegancia y picardía, con diálogos rebosantes de mordacidad y pasajes,
sobre todo en el último tramo, de una intensidad psicológica extraordinaria.
Prometo
retar a un partido de tenis al que diga que «sólo es una lectura de verano».
Fotografías
de Martha’s Vineyard de U. S. News Travel.
Fragmento
citado al principio: pág. 322.
La tengo en casa hace tiempo y la he ido dejando pasar por otras novedades.Ahora me ha entrado muchas ganas de leerla con tu reseña.
ResponderEliminarMe alegro de haber reavivado esas ganas :). Yo la leí después de que me la recomendaran con mucha insistencia y no me ha defraudado en absoluto.
EliminarSuena muy bien, la apunto :)
ResponderEliminarEspero que te animes a leerla. Está muy bien, de verdad.
EliminarPues no la conocía, pero es el tipo de libros que siempre me terminan encantando, los que mediante un suceso demuestran el verdadero entramado de un entorno social. Vaya, que ya lo tengo preparado para leerlo en cuanto pueda, así que muchísimas gracias por la recomendación!!
ResponderEliminarBesoosss!!
Klaussmann lo hace de maravilla: es fascinante ir descubriendo lo que esconde cada personaje y cómo va añadiendo capas a la historia principal. En el fondo, el suceso es lo de menos; lo interesante es esta visión de una familia.
EliminarNo conocía el libro, ni a su autora, pero tomo buena nota. Me gusta lo que nos cuentas.
ResponderEliminarGracias por la reseña. Besos
Por desgracia, pasó bastante desapercibido en su momento, aunque me parece una novela muy interesante que podría interesar a bastantes lectores.
EliminarLo leí el año pasado y me encantó.
ResponderEliminarBesotes.
Me alegro de que estemos de acuerdo ;). Es una novela espléndida.
EliminarYa había leído buenas reseñas de este libro, pero lo tenía algo olvidado. Voy a tener que buscarlo prontito, que me has dejado con muchas ganas.
ResponderEliminarBesotes!!!
Que no caiga en el olvido. Merece la pena, te lo aseguro.
EliminarPor la portada no lo hubiera dicho, pero me has dejado con muchas ganas de leerlo. Me gustan las historias sobre familias. Este me lo apunto. Gracias por la recomendación; un beso!
ResponderEliminarA mí tampoco me habría llamado la atención por la imagen de cubierta. En principio no la asociaba a este contenido, pero evoca perfectamente a Nick y el ambiente de verano y lujo.
EliminarSuena fenomenal. Me lo apunto.
ResponderEliminarsaludos
Qué bien. Espero que lo disfrutes :).
EliminarNo me había fijado en este libro demasiado, creo que la portada me había llevado a pensar que sería otro tipo de historia y no había prestado más atención pero tiene muchos ingredientes que me resultan atractivos así que si tengo ocasión probaré con él
ResponderEliminarBesos
Es curioso: ya somos varios los que comentamos que esperábamos otra cosa por la cubierta. Creo que es una muy buena novela, de verdad.
EliminarHola, comparto lo de la portada, simboliza una historia diferente a la que nos expones. Comentado por ti parece más interesante y con una historia bastante peculiar.
ResponderEliminarGracias
Vaya, pues aún me alegro más de haber comentado el libro. Es una lástima que no esté llegando a su público.
EliminarÉsta la tengo anotada desde que se publicó, pero aún no me había animado con ella. Todo lo que dices es positivo, así que no me queda ninguna duda de que me va a gustar.
ResponderEliminarA mí al contrario de lo que comenta la gente, me llamó también por la portada. Aunque sobre todo por ser de Lumen, no hay libro que publiquen del que no lea por lo menos su sinopsis:)
1beso!
Es que Lumen tiene un gran catálogo :). Espero que disfrutes de esta novela, ya nos contarás.
EliminarHola!
ResponderEliminarMe parece que éste es el tipo de libro que a mí me gusta. Lo anoto para futuras lecturas. Me ha encantado la reseña. :)
Buen trabajo.
Saludos
Ya me contarás qué te parece. Creo que es una autora a la que merece mucho la pena leer.
EliminarBuscando, como siempre, reseñas sobre libros me encontré no hace mucho con este blog que me gusta mucho. Una de las reseñas que me interesó fue la de este libro que, sin embargo, no me gustó. La historia no consiguió engancharse y me costó terminarlo.
ResponderEliminarSiento que el libro no te haya gustado. Espero que en otra ocasión sí que podamos coincidir en nuestras impresiones :).
EliminarAy, Rusta, que no quiero que me retes a un partido de tenis, pero no consigo darle al libro más de un 7. Tiene algunas escenas mejores, sí, pero también muchas cosillas que me disgustan. Lo he leído con ganas, esperando que a partir del asesinato la obra mostrara su lado genial, pero no ha sido así: toda la isla ha seguido adelante con su esnobismo y su hipocresía. No le he cogido simpatía a ningún personaje, salvo curiosamente a Ed niño, y tampoco he sentido lástima por ninguno de ellos, allá cada cual con sus desequilibrios mentales/emocionales. Empezamos por que constantemente tenía que recordarme que Nick no es un hombre sino una "femme fatale" (hubiera bastado poner Nicky). De su marido Hughes se dice siempre que ha vuelto cambiado de la guerra, que ahora está más distante... pero no se da al lector ninguna imagen del Hughes apasionado que debía ser antes, ni una, ni en su propio capítulo; siempre lo veo reservado y soso, salvo cuando se muestra colérico con Ed. En fin, que en unos meses sólo recordaré del libro que todos estaban un poco tarados y se pasaban el día bebiendo. Lo siento.
ResponderEliminarLástima, aunque lo que dices sobre los personajes me parece hasta un logro de la autora: no hay ninguno hecho expresamente para conmover al lector, toda la novela está impregnada de esa atmósfera turbia e hipócrita. En fin, ya sabes que a mí me pareció una muy buena novela. A ver si la próxima vez coincidimos ;).
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