Edición:
Salamandra, 2015 (trad. Sonia Tapia Sánchez)
Páginas:
288
ISBN:
9788498386479
Precio:
18 €
El
titular de la noticia podría ser: «Un hombre secuestra a su hija de seis años
en plena disputa por la custodia con su exmujer». A partir de ahí, correrían
ríos de tinta llenos de lugares comunes para tratar de explicar la situación:
unos argumentarían que las madres siempre tienen ventaja en estos trámites,
otros concluirían que ese hombre estaba loco. Sin embargo, ¿cuál es la historia
que hay detrás, la verdadera historia
o, al menos, la verdad de su protagonista? La escritora estadounidense Amity Gaige (1972) se pone en el lugar de este padre en su tercera novela —la primera traducida al castellano—, Las buenas intenciones (2013;
Salamandra, 2015), que indaga en sus razones para llegar a ese extremo y es,
por encima de todo, una exploración de
la identidad y de los límites que se pueden sobrepasar en momentos de
desesperación. Se inspira, aunque sin intención de reproducirlo con exactitud,
en el caso de Christian Gerhartsreiter, un alemán que emigró a Estados Unidos
en su adolescencia y, una vez allí, adoptó otro apellido para hacerse pasar por
americano.
Las buenas intenciones
comienza con la acción concluida: Eric Schroder está en la cárcel tras
fugarse con su hija, Meadow, y su abogado le recomienda que escriba a su ex, Laura,
para contarle por qué hizo lo que hizo («Porque lo peor de todo es no saber,
¿no cree? No saber es lo que nos tortura», pág. 262). Eric construye un relato
en primera persona que es al mismo tiempo una carta de amor a Laura («Si
estuviéramos solos tú y yo otra vez, sentados por la noche a la mesa de la
cocina, con toda probabilidad llamaría a este documento sencillamente una
disculpa», pág. 12) y una introspección de alta tensión narrativa, puesto que el hecho de conocer de antemano el desenlace
no resta emoción, sino que la aumenta gracias al intenso pulso de la autora,
que menciona como influencia Pálido fuego,
de Nabokov, por su carácter confesional. Para hablar del «secuestro» —en
realidad, un viaje improvisado a los lagos de Vermont para el que no pidió
autorización a la madre—, Eric necesita hablar de sí mismo, de la persona que
es, de sus orígenes. Porque, en efecto, en eso también mintió.
Se
podría decir que la novela se compone de dos bloques temáticos, condensados en la
figura de Eric: por un lado, él como marido y padre; y por el otro, como
impostor. Con respecto a lo primero, Gaige incide en la separación entre el rol de marido y el de padre: Eric, pese a todos
sus errores, es un buen padre y se preocupa por Meadow; no obstante, se
entiende por qué el matrimonio dejó de funcionar. Eric escribe como un hombre
enamorado, nostálgico de los mejores años de la pareja, pero, aun sin conocer el
punto de vista explícito de Laura, se puede entrever por qué ella quiso
separarse. Este juego, el de tratar de comprender una relación a partir de la
perspectiva de uno de ellos, resulta muy sugestivo, sobre todo por la actitud controvertida de Eric («las grandes fuerzas en
conflicto de nuestra existencia no son la vida y la muerte […], sino más bien
el amor y el tiempo. En la mayoría de los casos, el amor no sobrevive al paso
del tiempo. Pero a veces sí. A veces tiene que sobrevivir», pág. 24).
La
evolución de su relación, además, permite constatar cómo se intercambiaron los papeles en el
hogar con el paso de los años: durante una época, él fue el
papá amo de casa mientras ella trabajaba fuera. Gaige desmitifica algunos tópicos sobre la maternidad y, si bien ella
misma reconoce que se identifica con Laura, pone a ambos a la misma altura como
padres imperfectos; el tener que aceptar que los progenitores no siempre actúan
como el hijo querría es otro de los temas de la novela («¿Qué ángel te preguntó
a ti: “Perdona, ¿quieres nacer ahora? ¿Quieres nacer de estos padres o de estos
otros?”? ¿Cuándo diste tu consentimiento a tu propia vida?», pág. 95). Luego
vino todo lo demás: la disputa por la custodia, los trámites de divorcio, el
contacto mediante abogados, el cuestionamiento de lo que es bueno para la niña.
Tanto Laura como Eric se ponen las cosas más difíciles de lo que son por no
atreverse a ceder un poco y, con ello, se plantea una
visión bastante crítica del proceso de separación («Lo que más a menudo veo en
esas batallas por la custodia es gente que piensa demasiado. Personas que
podrían reconciliar sus diferencias con facilidad si no tuvieran tantas ideas
en la cabeza. Personas que prefieren tener razón a ser felices», pág. 58).
Por
otro lado, Eric carga con una dura historia a sus espaldas: llegó a Estados
Unidos huyendo, junto a su padre, de la Alemania Oriental. El narrador no justifica sus errores por el dolor del pasado,
pero su vida ha estado marcada por el abandono (del hogar, de la familia, de sí mismo), y de algún modo ese impulso sigue presente en él cuando se
escapa con Meadow. Además, Eric dejó su tierra cuando era un niño y, a
su llegada a la gran potencia, sufrió el acoso de los vecinos, experiencia que
lo empujó, ya en su adolescencia, a crearse
una nueva identidad: Eric Kennedy. Este cambio va más allá del
nombre: quiso convertirse en americano, encarnar el rol del triunfador
espontáneo y sociable para que nadie detectara sus fisuras. Esta percepción de
la identidad estadounidense no está exenta de crítica, porque su ex —católica,
seria y prudente— encaja menos en ella pese a serlo de verdad.
El
libro está organizado con una estructura compleja, que alterna la narración de
los seis días que Eric pasó junto a Meadow con referencias a su pasado y diversas
reflexiones, como su investigación del silencio. La autora establece un paralelismo
entre las ocultaciones de Eric y las ideas de este sobre los instantes
de silencio, de pausa. A su vez, pone en práctica el silencio con las elisiones de la
historia («Hay silencios diminutos
por toda esta página. Entre párrafos. Entre estas mismas palabras. […] A veces
todavía deseo que no hubiera ningún silencio. De modo que éste te lo ofrezco
con cierta reticencia», pág. 167). Se nota que Gaige es una buena escritora de
relatos y artículos por su capacidad para redactar capítulos cortos con entidad
propia dentro del conjunto. Todas las piezas breves indagan en la poderosa
personalidad de Eric Schroder, que se erige como un protagonista fascinante y, tal
como señala Jonathan Franzen, en alguien que nos seduce a pesar de que por sus
actos no debería despertar nuestra simpatía. La escritura de Gaige, elegante, sutil y poética, recuerda a Nicole Krauss, otra autora de su generación que también domina a la perfección la voz
introspectiva y la concepción de una historia con múltiples capas.
Amity Gaige |
En definitiva, Las buenas intenciones nos
muestra cómo la construcción de la identidad no solo depende del nacimiento,
sino de las decisiones, arriesgadas o sencillas, que uno toma a lo largo del
tiempo, aunque el origen permanezca inalterable. El atormentado Schroder, que durante décadas se ha camuflado bajo la capa del encantador Kennedy, guarda silencio en la cárcel para explicarse por escrito y, de
este modo, recupera su identidad original. Eric y su pasado, Eric y su
matrimonio, Eric y su hija, Eric y su investigación sobre el silencio. Este
hombre hecho a sí mismo brilla en todas sus facetas gracias a la creatividad y
la sutileza de la escritura de la autora, de alto nivel literario. Sería una lástima que la novela solo
se percibiera como una historia sobre la paternidad, porque habla de mucho más,
de todo lo que se hace o se deja de
hacer para llegar a ser quienes somos, y eso, sobra decirlo, nos atañe a todos.
Una novela muy interesante. La creación de una nueva identidad por el protagonista me recuerda "The Interpreters" de Sue Eckstein, desafortunadamente no traducida al castellano.
ResponderEliminarsaludos
No conozco esa obra, pero sí, "Las buenas intenciones" es una novela muy interesante, mucho más de lo que aparenta (en la faja pone "¿Qué harías para pasar más tiempo con tu hija?", un mensaje que en mi opinión se queda corto para todo lo que es el libro, aunque comprendo que no es fácil inventar frases promocionales).
EliminarGran reseña. Me parece una novela muy buena y que merece ser leída. Un saludo
ResponderEliminarEstoy contigo. Aún queda mucho para diciembre, pero, si hago algo parecido a una lista de mis diez novedades favoritas de 2015, creo que esta tendría un lugar asegurado.
EliminarParece una lectura sobria e intimista, escrita en un tono con el que cada vez conecto más. No me importaría probarla.
ResponderEliminarBesos.
Mmm, no sé si la definiría como una novela "sobria"... La autora usa el lenguaje con mucha plasticidad, algunos capítulos son realmente creativos y la narración no es para nada convencional. Lo que sí es, no obstante, es muy precisa e íntima. En cualquier caso, espero que te animes a leerla, porque merece la pena.
EliminarNo la conocía, pero me la llevo sin duda como recomendación, parece interesante, sobre todo por las múltiples lecturas que comentas.
ResponderEliminarBesoos!!
Está muy bien ensamblada, en eso me recuerda un poco a la gran Nicole Krauss (aunque Krauss aún es más compleja). Ya me contarás qué te parece.
EliminarQué difícil debe ser meterse en un personaje de esa manera. Según iba leyéndote me parecía más admirable el trabajo de la autora. Besos.
ResponderEliminarSí, desde luego. Le da la vuelta a todos los tópicos que se podrían aplicar a un hombre que ha hecho esto, y no solo eso, sino que consigue que el personaje fascine. Es tan encantador, lo percibes tan enamorado de su esposa y de su hija..., que llegas a "perdonar" sus errores. No me gusta utilizar a la ligera la palabra "inolvidable", pero creo que Eric Shroder se le acerca bastante.
EliminarAún estando de acuerdo en la gran mayoría de los aspectos que comentas, a mi no llegó a seducirme el personaje y a pesar de valorar la escritura de la autora, me costó mucho terminarlo. Besos
ResponderEliminarLástima, porque es una muy buena novela.
EliminarMe lo llevo! me gusta lo que nos cuentas en tu reseña, y en los comentarios siguientes ;) Se me antoja.
ResponderEliminarBesos
Está muy bien. Es de esas novelas que corren el peligro de pasar desapercibidas por la falta de promoción, así que por aquí voy a insistir bastante recomendándola.
EliminarSiempre estás descubriendo novelas muy atractivas y me dejas con muchas ganas de leerlas. Cómo crece la lista de pendientes!
ResponderEliminarBesotes!!!
Esta novela ha sido un hallazgo, sin duda. Esperaba que estuviera bien -me fío de Salamandra, su catálogo es muy afín a mis intereses-, pero ha resultado ser aún mejor de lo que imaginaba.
EliminarParece interesante, voy a buscar más información de este libro.
ResponderEliminarEspero que te animes a leerlo. Muy interesante, de verdad.
EliminarEsta editorial siempre cuenta historias diferentes...
ResponderEliminarLa desesperación es mala compañera de viaje, sin duda, por muy buenas que sean las intenciones. Los temas planteados paternidad/maternidad/hijos/identidad son interesantes, y me gusta que no parece caer en tópicos, sino más bien al contrario. Anotada.
Un abrazo
Sí, le da la vuelta a algunos tópicos. Me parece especialmente interesante que el hombre sea el que durante una temporada se quede en casa a cargo de la niña y que, pese a todo, se cuestione su capacidad para cuidar de ella después de la separación. Además, Gaige escribe de lujo, con mucha creatividad y un lenguaje muy poético. Creo que la disfrutarías.
EliminarA mí, cuando cuentas así un libro, me falta tiempo para ir a la librería. Ya lo tengo! Será el siguiente. La referencia a Nicole Krauss acabó de decidirme. Ahora estoy con "La oculta" de Héctor Abad Faciolince. Hacía ocho años que no publicaba. Su novela anterior "El olvido que seremos" es uno de mis libros favoritos. Ahí te dejo la sugerencia ;-)
ResponderEliminarEspero que disfrutes de "Las buenas intenciones", ya me contarás. Y me apunto la sugerencia, que no conocía al autor (¡gracias!).
EliminarAcabo de terminar el libro y me lanzo al blog para darte las GRACIAS. Creo que este año no volveré a leer algo tan bueno, con lo que conecte tanto. De no ser por tu reseña nunca me habría fijado en él. Grandísimo testimonio de amor y locura.
EliminarGracias a ti por fiarte de mi recomendación y por venir a contármelo. Siempre me da miedo que alguno de los libros que recomiendo más encarecidamente decepcione, así que me alegro muchísimo de que hayas conectado tanto con este :).
EliminarYa le había echado el ojo a esta novela, pero aún no había leído nada de ella, así que me alegro de haber encontrado tu reseña! Los temas que trata me resultan interesantes, me gusta que no caiga en tópicos y que no retrate al personaje como un malo malísimo, si no que tenga sus luces y sus sombras, como todo el mundo, vamos.
ResponderEliminarMe has dejado con muchas, muchas ganas!
1beso:)
Está muy bien, de verdad. Creo que podría gustarte mucho.
EliminarMe ha parecido una historia preciosa, contada de forma muy original y con mucho sentido del humor, lo que hace mas llevadero en dramatismo de la situacion. Porque la historia me parece muy triste. No me puedo imaginar como se puede soportar el paso de vivir con tu hija y cuidar de ella a verla en fines de semana alternos y saber que a pesar de que estes dando lo mejor de ti, la situacion puede ir a peor. Hubo un momento en que la deje, no pude aguantar tanto amor y tanto error, y cerre el libro. Me ha hecho pensar en dos cosas: la primera, en lo triste que es que te odies anto a ti mismo como para inventarte tus propios recuerdos y enterrar tu vida real; la segunda, en que el verdadero compromiso no lo adquieres con una persona cuando formas una pareja, sino cuando tienes hijos en comun, porque tienes la responsabilidad de cuidarlos en comun sea lo que sea que sientas (o no) por la otra persona.
ResponderEliminarEn fin, que me ha hecho pensar mucho esta novela
Muchas gracias por compartir tus reflexiones, María Jesús. Es fantástico encontrar novelas que nos hagan pensar tanto, ¿verdad? Y qué importante es que lo hagan a través de una historia bien contada.
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