Edición: Tránsito, 2018 (trad. Raquel Vicedo)
Páginas: 108
ISBN: 9788494909511
Precio: 15,90 €
La
escritora belga Caroline Lamarche (Liège, 1955) lleva a cabo en La memoria del aire (2014) lo que se
conoce como «literatura del yo». En la creación literaria no todo se reduce a
la narración de historias con conflicto y personajes; en ocasiones, se entiende como
una exploración del abismo interior, de las heridas sin sanar, la escritura
como herramienta para (re)construir ese punto de ruptura en la vida del protagonista,
para explicar(se) y tratar de encajar, de dar un sentido a ese dolor. Los autores
francófonos dominan especialmente este género: en la contracubierta se cita a
Marguerite Duras; se podría añadir como referente a Annie Ernaux, una maestra de la
autoficción, y, en el panorama español reciente, a la Marta Sanz de Clavícula (2017), entre otros. Quien
busque una novela al uso, con su trama y su tensión narrativa, no la encontrará
aquí; en cambio, quien desee ahondar en temas a
menudo silenciados, saldrá satisfecho.
La memoria del aire se compone de retazos breves, un
tanto deslavazados al principio, en los que la autora desgrana sus experiencias
ligadas a lo que puede denominarse violencia institucional del amor romántico. Hay
dos bloques: la primera parte, relativa al «hombre de antes», donde
indaga en las sombras de aquella relación terminada, con la lucidez (y la
necesaria frialdad) del análisis a
posteriori; y la segunda parte, sobre un episodio traumático anterior, que a
raíz de los conflictos de esta relación sentimental vuelve a tomar relevancia
para ella. El estilo –elusivo, preciso, subyugante– evoca imágenes con mucha
fuerza poética, como cuando se ve a sí misma como una muerta, la muerta en
vida que ha sido durante años hasta el despertar que narra en estas páginas. Este
monólogo tiene valor por dar voz a cuestiones que se suelen invisibilizar, por
enriquecer así las reflexiones contemporáneas, por su mirada descarnada; pero
también por cómo lo cuenta, haciendo lo que se espera de una escritora:
literatura.
Hablando
del contenido, para empezar, destaca su aproximación a la naturaleza de una
relación tóxica, con sus formas de dominación, ataduras y dependencia. No
obstante, todavía resulta más interesante cómo vehicula esas circunstancias con
la educación que las mujeres de su generación –blancas de clase media
occidentales– asimilaron desde la infancia. En otras palabras: la gestación del
sentimiento de culpa femenino. Esas relaciones asimétricas se sostienen, en buena medida,
porque tanto ellos como ellas han absorbido principios como los que analiza Lamarche: la justificación constante de los errores del hombre; la sumisión
por la creencia (infundada) en la superioridad intelectual de él; la aceptación
de que los supuestos «genios» o artistas no pueden evitar determinadas conductas degradantes
para su compañera; los remordimientos por llevar un vestido rojo, con las
connotaciones de este color. No se limita a denunciar la autoridad
masculina, puesto que bucea en los cimientos que la han hecho posible, y
que atañen a ambos géneros.
Caroline Lamarche |
Es
asimismo significativo cómo identifica el predominio de hombres en las altas
esferas de los sistemas médico, jurídico y policial, con la consiguiente
indefensión de las mujeres por la falta de perspectiva de género al afrontar
ciertos procesos. La memoria del aire, en suma, es un libro breve, muy breve, pero
concentrado, jugoso, y especialmente pertinente en el contexto actual, con el
feminismo y el movimiento #MeToo en primera fila. A veces, escribir desde
la contusión del amor, física pero sobre todo psicológica, merece la pena.
Con esta obra, la recién nacida editorial Tránsito confirma su apuesta por
textos de vocación intimista, con una mirada desconfiada hacia la realidad
y un uso cuidado del lenguaje; voces muy personales, como esta o la de Fernanda Trías en La azotea.
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