Edición:
Impedimenta, 2015 (trad. Magdalena Palmer)
Páginas:
168
ISBN:
9788415979562
Precio:
20,95 €
Publicada
por primera vez en 1976, Oso es la
novela más aclamada de la canadiense Marian Engel (Toronto,
1933-1985), totalmente desconocida en España hasta que Impedimenta, que en
estos momentos celebra sus diez primeros (y fructíferos) años de andadura
editorial, decidió rescatarla del olvido. Esta obra, no exenta de polémica por la controvertida relación que plantea entre una mujer y un oso, fue aplaudida por
escritores como Robertson Davies, Alice Munro y Margaret Atwood, con quienes la
autora mantuvo correspondencia. En la actualidad, muchos lectores la han interpretado
como una historia sobre el regreso a la naturaleza, tal vez influidos por la corriente
neorruralista de la narrativa española reciente (que, de hecho, va más allá de
la literatura: se trata de todo un fenómeno sociocultural que afecta a
numerosos ámbitos). Sin embargo, la propuesta de Marian Engel no
se limita a eso.
La
autora sigue (y actualiza) la escuela gótica. En particular, en sus páginas
resuenan ecos de Otra vuelta de tuerca,
de Henry James: una joven bibliotecaria, introvertida y solitaria, pasa el
verano en un viejo caserón en una isla, aislada de la sociedad. Esta mujer bien
podría ser la protagonista soltera y remilgada de Henry James, solo que la acción
se desarrolla en el siglo XX y, en lugar de encontrar fantasmas, se topa con un
oso. Más que suscitar un debate sobre la zoofilia, Marian Engel utiliza esta
relación para abordar, en clave simbólica, el tema
de la represión de la mujer:
frente a la violencia experimentada con los hombres, la protagonista se libera
con un oso, un oso que, por lo demás, bien podría encarnar al primer chico con
quien se siente a gusto; no hay atracción por el animal en sí sino por lo que este
representa.
Como
la institutriz del clásico, la protagonista es una chica inmersa en la
monotonía de un trabajo insatisfactorio, cultivada pero con poco mundo («En
invierno vivía como un topo, enterrada en las profundidades de su despacho,
escarbando entre mapas y manuscritos», p. 9). El verano (otro elemento
simbólico: la transgresión, el crecimiento interior), en esa isla alejada de lo que ha conocido
hasta entonces, se presenta como la oportunidad de romper con ese invierno
permanente que llega a calificar de «ausencia de vida» («¿Dónde he estado?, se
preguntó. ¿En una vida que ahora podría considerarse una ausencia de vida?», p.
20). No obstante, cuando Marian Engel la escribió, había pasado casi un siglo
desde la publicación de Otra vuelta de tuerca, un siglo de lucha activa por los derechos de las mujeres, aunque
con mucho por hacer aún. Todo esto, lo conseguido y lo pendiente, se condensa
en la novela.
Para
empezar, la protagonista no ha conocido el amor, pero sí la dominación masculina, hasta extremos brutales; no es una
inexperta timorata que se escandaliza enseguida. Se expone sin tapujos
el malestar de las relaciones, la diferencia de roles: «Lo que le disgustaba de los hombres no era su erotismo, sino que dieran
por supuesto que las mujeres no tenían. Lo que las confinaba al papel de amas
de casa» (p. 136). El trauma por ese tipo de intercambio la lleva a rehuir el
contacto: «Llevaba años sin sentir contacto humano. Siempre se le había dado
mal. Era como si los hombres supieran que su alma estaba gangrenada» (p. 111). La
bibliotecaria es una chica con educación, más independiente que la institutriz,
pero todavía no puede equipararse al hombre; su sexualidad sigue silenciada,
como si no existiera, como si funcionara solo como la entienden ellos. El oso
simboliza esa liberación: por primera vez descubre el placer, y lo hace donde
no imperan las leyes del hombre.
Más
allá de la relación, se representan dos espacios simbólicos que
cuestionan los valores de la sociedad contemporánea. Por un lado, el espacio
urbano, con la biblioteca, un entorno que a ella le resulta opresivo, del que
huye (evita las relaciones) para refugiarse en el mundo de las ideas de los
libros, un mundo solitario, pero seguro. En segundo lugar, la isla, la
naturaleza no corrompida por el ser humano, donde sus habitantes (el oso y la
bibliotecaria) actúan por instinto, de forma irracional. Todo lo que no está tolerado
en la sociedad, todo lo que parecía imposible, lo pueden hacer allí, el
aislamiento lo permite. Es asimismo interesante cómo se pone nombre a todo lo
relativo al cuerpo, sin ningún tabú: el
erotismo, los fluidos, el sudor, las defecaciones. La protagonista pasa de
vivir con la mente a vivir con el cuerpo, y, lejos del miedo y el rechazo que
esto le provocaba antes, afirma que «No
se sentía por fin humana, sino por fin limpia. Limpia, sencilla y orgullosa»
(p. 166). Aunque no todo es idílico, tal como se refleja al final, como si nos
advirtiera que el riesgo, el peligro, siempre está ahí.
Marian Engel |
A
pesar de su sencillez aparente, en el tono y en la trama, Oso se puede leer en una dimensión simbólica que sigue resultando
pertinente en estos tiempos. Con un estilo preciso y sutil, de palabras exactas y sin florituras,
Marian Engel da forma a una fábula
oscura que, más que promover el retorno a la naturaleza, denuncia los
abusos de poder del hombre y reivindica la experiencia femenina del erotismo, sin
pudores ni vergüenza. Si el papel transgresor del animal ha servido para atraer a más
lectores, bienvenido sea, aunque en el fondo no deja de ser anecdótico. En
cualquier caso, era necesaria esta renovación del género gótico, y era
necesario que la firmara una mujer: Oso
no sería tal si no se hubiera escrito desde una perspectiva de género, tan inteligente
y tan eficaz, una vez más.
Me tropecé con este oso curioseando entre las publicaciones de Impedimenta y acabé pidiendo un fragmento en el ebook. Y no sé si comprármelo o no, por un lado me atrae y por el otro me repele. Quizás venza la curiosidad! Un beso
ResponderEliminarEstá bastante bien, y además se lee en dos sentadas, pero tampoco me parece la obra maestra que se dijo en su momento ni lo considero un libro imprescindible. Yo lo tomé prestado de la biblioteca.
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