05 agosto 2013

Combray - Marcel Proust



Edición: Viena, 2009
Páginas: 248
ISBN: 9788483305508
Precio: 17,79 €

Nota sobre la edición: este ejemplar —una magnífica traducción al catalán de Josep Maria Pinto— recoge la primera parte de la novela Por la parte de Swann (también conocida como Por el camino de Swann), con la que se abre la célebre En busca del tiempo perdido, que consta de siete volúmenes. La editorial Viena ha optado por dividirlos en doce, de los que hasta el momento ha publicado tres. Por lo tanto, lo que reseño a continuación es solo el texto correspondiente a Combray, no Por la parte de Swann en conjunto. Si sois catalanoparlantes, os recomiendo esta versión porque el lenguaje es del catalán actual y resulta más asequible que la que se publicó en los años noventa (tuve la oportunidad de compararlas en la biblioteca). Por el contrario, si no sabéis catalán, tendréis que buscar Por la parte de Swann, ya que creo que en castellano no se ha publicado Combray por separado.
***
En la era de la inmediatez en la que vivimos se corre el riesgo de entender la literatura como un simple pasatiempo, un entretenimiento fácil que puede ponerse en práctica en cualquier momento y lugar, sin exigir una gran concentración por parte del lector. En efecto, en ocasiones los libros son eso: distracción pura. No obstante, todavía tenemos a nuestro alcance novelas que requieren una mayor atención, obras para lectores curtidos que no se asustan ante las subordinadas interminables y aceptan con gusto el reto de leer un texto que invita a la reflexión. Combray (1913), con la que arranca la vasta En busca del tiempo perdido (1913-1927), pertenece a este grupo y consolidó a Marcel Proust (París, 1871-1922) como uno de los escritores más innovadores e importantes del siglo XX. Hijo de una familia acomodada, Proust siempre fue de naturaleza enfermiza y después de la muerte de sus padres se dedicó casi en exclusiva a la redacción de esta obra, que se tuvo que costear él mismo después de ser rechazada por Gallimard. Con el segundo volumen, A la sombra de las muchachas en flor (1919), la editorial rectificó y acabó ganando el prestigioso Premio Goncourt.

En busca del tiempo perdido tiene un significativo sustrato autobiográfico, y Combray es la parte que recrea la infancia del autor, cuando veraneaba en casa de su abuela, en la localidad que da nombre al libro. Sin embargo, la obra no tiene la voluntad de ser una crónica o unas memorias, sino que profundiza en un yo íntimo, reflexivo y sensorial, lo que se conoce como «autoficción». De este modo, sabemos que el narrador es un Marcel Proust niño, pero nunca se describe a sí mismo (nombre, edad, aspecto) porque el protagonismo recae en una dimensión más profunda del ser humano: la mente, los recuerdos que hilvana. Lo mismo sucede cuando se centra en los hechos o en otros personajes, como los miembros de su familia o el enigmático Swann: todo queda supeditado a las reminiscencias, los pensamientos, el extraordinario uso del lenguaje. Un ejemplo perfecto del triunfo de la forma sobre la trama.

Como consecuencia, la historia no sigue un orden causal, sino que las ideas se enlazan a través de las experiencias sensoriales, como en el conocido fragmento de la magdalena, en el que a partir del recuerdo de un sabor el narrador se adentra en ese ambiente de la casa de verano; la evocación de algo concreto le abre las puertas para seguir recordando más escenas que presenció durante su niñez. Los juegos de la memoria, al igual que el estado de vigilia, son una clave de la narración de Proust: no todo se cuenta de forma precisa, se reproduce el momento en el que uno no logra recordar todo con exactitud y los pensamientos surgen de forma involuntaria, relaciona unas acciones con otras y, al final, el discurso resultante es mucho menos directo que en una novela de estilo convencional, aunque al mismo tiempo también resulta mucho más sugestivo, un relato hermoso, cargado de una intensidad difícil de olvidar.

A propósito de los recuerdos de infancia, Combray no solo se caracteriza por las escenas costumbristas, sino por el descubrimiento del arte y la literatura. El joven Proust disfruta del placer de la lectura con las novelas de George Sand y observa con admiración la iglesia del pueblo; sus apreciaciones son siempre muy personales y sentidas, sin entrar en el análisis formal. Este tipo de reflexiones hacen que su obra se pueda considerar metaliteratura, razonamientos que brotan en la trama misma. En general, lo que me llevo de estos y otros recuerdos de Proust es el convencimiento de que, a pesar del paso del tiempo y las diferencias socioculturales, hay experiencias que permanecen inalterables y podemos seguir identificándonos con ese muchacho que admira fascinado el campanario o espera que su madre le dé el beso de buenas noches.

Para lograr esta narración introspectiva que funde la trama y el narrador en un todo, Proust utiliza frases larguísimas y elaboradas, con muchas ramificaciones y abundantes recursos retóricos, como comparaciones y metáforas. Dedica páginas y páginas a dar vueltas a un solo tema, como una madeja de lana que se desenrolla y luego vuelve a enrollarse para retomar el hilo de lo que estaba diciendo; su capacidad para conectar ideas es realmente impresionante. No utiliza los trucos habituales para crear intriga; el texto es un monólogo interior, puro discurrir de la conciencia, un estilo preciosista, placer estético genuino. Se trata, por lo tanto, de una lectura que puede resultar densa y complicada, para la que hay que estar mentalizado antes de empezar. De todas formas, cuando se conecta con esta escritura, como me ha sucedido a mí, la experiencia de leer a Proust es una delicia, el hallazgo de una forma de escribir exquisita que seguiré con interés en la segunda parte.

En suma, Combray va mucho más allá de la novela convencional; junto con el Ulises de James Joyce y algunas obras de Virginia Woolf, es una nueva forma de entender la literatura que, siguiendo a Wagner, concibe el arte como totalidad (este artículo de Antonio Muñoz Molina resulta muy interesante para indagar más en la relación de Proust con la música). Por este motivo, el libro se considera una mezcla de géneros: novela psicológica, filosófica, onírica, poética, tragicómica. Las imágenes que describe Proust valen su peso en oro por muchas razones: el análisis del pasado y la conciencia que tiene el narrador de esas experiencias (cercanos al psicoanálisis de Freud), el preciosismo estético, la subjetividad fulgurante, las observaciones agudas sobre el entorno que relata y, en fin, las extraordinarias sensaciones que es capaz de transmitir al lector con todo esto. Además, cabe destacar que Proust escribe sin pretender moralizar; no busca hacer una crítica de la sociedad en la que vivió, sino profundizar en ese yo tan particular.

Marcel Proust.
En lo que a mí respecta, Proust me ha seducido por completo desde las primeras páginas; acercarme a la memoria de esa infancia perdida a la que todos en algún momento hemos querido regresar ha supuesto un auténtico deleite y sé que en mi experiencia lectora hay un antes y un después tras conocer a Proust. A pesar de su complejidad, he conectado con esta obra maestra de la literatura universal, de la que muchos escritores de ayer y hoy se han declarado deudores. A medida que me conozco más como lectora, me doy cuenta de que siento mucha afinidad por las novelas de tono íntimo y reflexivo, con un gran ejercicio de introspección; y Combray es, probablemente, la muestra más extrema de este tipo de estilo que he leído nunca. Seguiré leyendo el resto de volúmenes, aunque lo haré poco a poco, porque Proust me parece un autor para degustar despacio (de hecho, los libros se pueden leer de forma independiente, al no estar tan centrados en una trama no se tiene la sensación de quedarse a medias). Por supuesto, recomiendo leerlo a quien todavía no lo haya hecho, pero cuidado: es una obra exigente y se debe buscar el momento adecuado.

Las fotografías son del Museo Marcel Proust y la iglesia de Illiers-Combray, donde se desarrolla la obra.

14 comentarios :

  1. Qué valor. No me atrevo ahora mismo a meterle mano (bueno, ojos) a Proust.

    Saludos!

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  2. Solo he leído el primer volumen, Por el camino de Swann, y hace tiempo ya. Sin embargo recuerdo que lo disfruté muchísimo. Es desde luego otro tipo de literatura muy distinta de la que se impone hoy en día, sin embargo, igual que los recuerdos de Proust, tiene esa capacidad de perdurar, de quedarse impresa en nuestra memoria.

    Y magnífica tú forma de retratarla. Un saludo

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  3. @Ana Blasfuemia. Es cuestión de encontrar el momento adecuado. Hace algunos años yo tampoco me habría atrevido.

    @Marisa Sicilia. Cierto, es otra forma de narrar, muy por encima de lo que se suele publicar hoy en día. Yo también dejaré pasar un tiempo antes de continuar, probablemente no leeré la segunda parte hasta el año que viene.

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  4. Fantàstica ressenya, Rusta. M'alegro que hagis entrat així en l'univers de Proust.

    Gràcies!

    Josep Maria Pinto

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  5. Moltes gràcies per comentar, Josep Maria, i enhorabona per la traducció.

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  6. ¡Felicidades! Te acabas de asomar a una obra que habrá de sorprenderte volumen tras volumen para proporcionarte un placer de tal intensidad que tan solo unas pocas, grandes obras, pueden proporcionar. Yo lo leí a los veinte años en la magnífica traducción española de Alianza Editorial. Recuerdo que iban saliendo volumen tras volumen y, como se demoraban demasiado para mi impaciencia lectora terminé los 2 últimos volumenes en francés,en la editorial nrf colección "livre de poche" adquiridos en la librería francesa que, por aquel entonces aun estaba en las Ramblas de Barcelona, antes de trasladarse a Paseo de Gracia de Barcelona, Barcelona. Devoré los 8 volumenes y posteriormente he releido partes que en determinado momento acudian a mi mente. Luego, largo tiempo despues, en 1999, compré en "Jaime's" la edición francesa en un solo volumen de Gallimard en la colección QUARTO (2408 páginas)
    cuando apareció la biografía en George D Painter publicada por Lumen en 1967 literalmente la devoré en busca de las claves de ese maravilloso "roman à clé" El primer volumen me duró seis días y el segundo ocho y me dejó tan impresionado que grabé las fechas de inicio y final de mi lectura en cada uno de ellos, cosa que no he hecho con ningún otro de los libros mas queridos que durante años he ido releyendo como "El lobo estepario" de Hesse o Alexis Zorbas de Kazantzakis por decir tan solo los primeros que vienen a mi mente. Hay también una maravillosa página en francés que permite la lectura intertextual de la obra y que es magnífica para la busca de esos maravillosos párrafos Proustianos que acuden a nuestra mente en determinados momentos, cuando recordamos determinados momentos de la obra.
    Tienes ante ti un universo maravilloso y una lectura que espero que, como en mi caso, te acompañe la vida entera.
    Gracias por ese artículo de Muñoz Molina que citas.

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  7. Hola, me ha gustado mucho tu entrada y coincido en casi todo, menos en una cosa: Creo que sí es recomendable leer los volúmenes en orden. Voy por el tercero y para saber quiénes son los personajes que han aparecido en libros anteriores y para conocer las constantes referencias a escenas de esos libros, es necesario haberlos leído. Además, los libros empiezan donde termina el anterior, hay una continuidad: el narrador conoce a Gilberta y se enamora de ella en "Por el camino de Swann" y vive su amor por ella en "A la sombra de las muchachas en flor", por ejemplo.
    Pero entiendo que habiendo leído sólo Combray aún no te hayas dado cuenta de ello.
    Un saludo.

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  8. @Román. Con comentarios como el tuyo da gusto tener un blog. Eso que has dicho al final, que seguramente será una lectura que me acompañe toda la vida, es lo mismo que me dijo la persona que me recomendó a Proust. Y por lo que he leído hasta ahora creo que así será. Tendré en cuenta tu recomendación de la biografía de George D. Painter para cuando termine "En busca del tiempo perdido" o para cuando lo tenga más avanzado.

    @José Guedes. No debo de haberme explicado bien. Cuando he dicho que no hace falta leer todos los volúmenes seguidos me refería a leerlos del tirón, uno detrás de otro sin intercalar otras lecturas en medio. Yo voy a dejar pasar un tiempo entre libro y libro (es algo que suelo hacer con los autores que me gustan, para poder disfrutarlos más), pero los leeré en orden, por supuesto ;).

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  9. Gracias por responder tan rápido. Supongo que hay tantas razones para no leer En busca del tiempo perdido de un tirón como para lo contrario. Ciertamente, lo más importante no es la trama, sino la manera en que está escrito. Además, es tremendamente largo y eso quita tiempo para otras lecturas que a uno/a le tienten. Pero, por otra parte, con tantos personajes, de uno a otro libro, si uno deja pasar meses, es probable que se olvide de quién es quién. Cada cual ha de ponderar entre los pros y los contras. Yo voy a uno por mes. Así puedo intercalar otras lecturas y no me olvido de la trama y sus personajes.
    Eso sí, he de decir que me encanta la magnífica, aunque laísta, traducción de Pedro Salinas. Lo cual también es cuestión de gustos. No sé cómo será la actual, pero si alguien no la puede conseguir, que no le eche para atrás la clásica. Es una maravilla.
    Saludos. Ah, no sé si lo he dicho ya, pero me gusta tu blog.
    Gracias por descubrirme la novela La mujer de papel.

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  10. @José Guedes. Muchas gracias :), y me alegra mucho que te gustara "La mujer de papel", es una novela deliciosa. En cuanto a Proust, en principio mi intención es leer uno o dos volúmenes al año, pero supongo que a medida que avance ya veré qué ritmo me apetece seguir.

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  11. Pues no se si estoy en el momento adecuado para apreciarlo como es debido, pero lo buscaré y si no ahora mismo, lo leeré más adelante.
    Saludos

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  12. @Ro. Con Proust es importante encontrar el momento adecuado. Cuando lo encuentres, te va a fascinar :).

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  13. Sencillamente genial, en proust se encuentra una detallada descripcion del sentir humano, es una obra que requiere total concentracion, pero que vale la pena

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  14. No comprendo que se trocee la obra. Qué cosa es "Combray". Se empezó con "Un amor de Swann", y por lo visto se reduce la porción para ayudar a los anoréxicos! Pero Proust escribió el principio y el final al mismo tiempo. Con estos pinchos, se pierde toda la perspectiva.
    Otrosí digo: sigue sin gustarme la traducción de "Du côté de"...Demuestra que no se entiende la polisemia del francés y de la idea de Proust.

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