Edición:
Periférica y Errata naturae, 2017 (trad. Laura Salas Rodríguez)
Páginas:
408ISBN: 9788416544325
Precio: 21,50 €
Hace
un año, Errata naturae y Periférica unieron fuerzas para coeditar el que ha
resultado ser uno de los mejores libros de los últimos tiempos: Tú no eres como otras madres (1992), de
Angelika Schrobsdorff (1927-2016), la historia de una mujer libre y valiente, y a la vez un retrato fascinante de la primera mitad del
siglo XX en Alemania. Ha sido uno de esos casos extraordinarios en los que la
calidad literaria va unida a una acogida inmejorable por parte de la crítica y
el público: numerosas reediciones, premios, menciones en las listas de lo más destacado
del año. Pero, sobre todo, el entusiasmo de miles y miles de lectores, porque tiene
la insólita virtud de calar hondo en personas con diferentes sensibilidades de
lectura. Ahora, estas dos jóvenes editoriales independientes tan germanófilas han
vuelto a juntarse para publicar una obra que, de algún modo, continúa el hilo
que comenzó con Tú no eres como otras madres, un hilo que recorre el
pasado reciente de una ciudad y una cultura, un hilo conformado por grandes novelas, de
las que se leen con fruición y, al final, dejan huella.
—Todo el mundo —afirmó con una sonrisa triste— lamenta el hecho de que Alemania esté dividida en oriental y occidental. Hay otra división más profunda que no ve ningún forastero. Me refiero al abismo que divide a los alemanes que se quedaron aquí mientras todo ocurría y los que se marcharon. La distancia entre ellos es tan grande que a veces dudo que pueda salvarse.
En
esta ocasión su autora se llama Verna B. Carleton (1914-1967) y es de
nacionalidad estadounidense, aunque, eso sí, cosmopolita. Periodista y
escritora, frecuentó los círculos intelectuales de México y París, donde
conoció a Frida Kahlo, Diego Rivera, Anna Seghers y Walter Benjamin, entre
otros. Su libro Regreso a Berlín
(1959), inédito en castellano hasta la fecha, se inspira, en parte, en el viaje
que realizó en 1957 junto a su amiga íntima, la fotógrafa alemana Gisèle Freund,
que se había exiliado en los años treinta y tenía sentimientos contradictorios
con respecto a la posibilidad de volver a su país. Por un lado, el rechazo,
el odio por lo que habían hecho sus compatriotas; por el otro, las
raíces, los recuerdos del hogar que forma parte de sí misma. El
protagonista de la novela, el británico Eric Devon, atraviesa una situación
parecida: años atrás estuvo en Alemania, pero el nazismo lo traumatizó hasta el
extremo de guardar silencio, de convertirse en un nuevo Eric que no quiere
saber nada de esa tierra. Solo Nora, su esposa, una mujer que «parecía haberse
pasado la vida disimulándose en lugar de llamando la atención hacia su persona»
(p. 185), conoce lo ocurrido.
—Nadie de aquí puede entender cómo se siente uno al volver del exilio, aunque sea para unos cuantos días [...]. Ya, ya lo sé —prosiguió—. No hace falta. Ya sé lo que me vas a decir. Que el pasado ha muerto. Que los nazis han desaparecido para siempre. Que ahora hay un boom. Que todo el mundo está contento… —Tragó saliva; luego habló de nuevo—. Pero no puedes engañar a alguien que recuerda el pasado, los Heil y los desfiles…
La
novela está narrada por una periodista norteamericana: la perspectiva del narrador testigo que prácticamente se
borra a sí mismo de los acontecimientos para centrarse en lo que importa, esto
es, las vivencias de Eric. La narradora traba amistad con los Devon durante un
viaje en barco; se convierte, sin querer,
en una observadora privilegiada del punto de inflexión de Eric. En la nave,
Eric conoce a un hombre alemán que lo perturba. El encuentro reaviva sus memorias
más amargas, y, al fin, lo empuja a emprender el tan postergado regreso a
Berlín, acompañado de su diligente esposa y de la nueva amiga de ambos. Eric,
no obstante, está lleno de rencor, es un personaje enfadado con el mundo, con
los nazis, con Alemania, un personaje que ha utilizado la negación como arma
para protegerse de los fantasmas, aunque aun así está lejos de sentirse
liberado. Llega a Berlín sin expectativas, convencido de que la visita no hará
más que confirmar sus prejuicios. Sin embargo, está muy equivocado.
Ha sido un año raro para mí. ¿Cómo puedo describirlo? El exiliado, a su regreso, contempla la tierra que se extiende ante él con ojos agudos y críticos; y con igual claridad observa el mundo exterior y los frágiles puentes de comprensión fabricados por el hombre que siempre andan construyéndose entre ambos, sólo para quedar arrasados al menor desastre. Suspendido en el aire, contemplando ambos mundos con esa perspectiva «universal» que tanto sufrimiento le ha costado, el exiliado sabe que ha abandonado para siempre una fe reconfortante, aunque rígida, en las virtudes de su propio grupo social nativo para sustituirla por una conciencia vasta y trágica de la semejanza de todos los humanos en medio del sufrimiento y la angustia. Así pues, ¿a qué tierra pertenece este exiliado tras su regreso? A ninguna, y, sin embargo, a todas.
«Nadie
conoce mejor que yo la tragedia de un ser que reprime su pasado» (p. 403). Regreso a Berlín es una novela sobre el peso del pasado, sobre un personaje
que no lo ha superado y vive atormentado, neurótico,
huidizo. Pero este dolor tiene otra cara: la autocompasión, el estancamiento, la
búsqueda de culpables. En esto se nota el acierto del punto de vista: nadie
mejor que una narradora imparcial, que desconoce lo que le pasó al protagonista,
para contar lo que sucede sin tomar partido, escuchando las palabras de Eric
sin dejar de fijarse en lo que calla, en lo que expresa con el lenguaje no
verbal, en sus contradicciones. Porque, aunque de entrada se tenga la
inclinación instintiva de confiar en Eric, el viaje da lugar a más de una
sorpresa. Las revelaciones, que el lector descubre al mismo tiempo que la
narradora (es decir, como un invitado que llega a la casa de un extraño e
intenta desentrañar el malestar entre sus miembros, por lo que la intriga que
se mantiene de principio a fin), se suceden cuando Eric se ve obligado a
contraponer su visión de los hechos con la de los demás. O, dicho de otro modo,
a aceptar que él no es la única víctima, que el nazismo los hirió a todos.
—El amor debería privarnos de egoísmo —continuó Nora—, pero pocas veces lo hace. Vuelve a las personas crueles y egoístas, se decepcionan a sí mismas y a los demás. Nos decimos que estamos haciendo las cosas por el bien de nuestros seres queridos cuando en realidad las hacemos por nosotros mismos. Luchamos para aferrarnos a la otra persona por los medios más injustos, imponiendo ansiedades, engatusando, recorriendo al chantaje emocional, fomentando las inseguridades…
Si
bien plantea un conflicto moral que trasciende su contexto histórico (el exilio no es exclusivo de esta época, tampoco el deseo de rendir cuentas
con el pasado), no se pueden obviar las particularidades de la sociedad alemana de posguerra, sobre
todo teniendo en cuenta el valor añadido de que la autora la conoció en primera
persona y escribió esta novela en caliente. Si Tú no eres como otras madres termina justo después de la Segunda Guerra Mundial, en un Berlín desolado, Regreso
a Berlín se desarrolla en los años inmediatamente posteriores, en una
ciudad dividida que pese a todo vuelve a florecer. Eric compara la vuelta a
Berlín, a este Berlín, con ir a identificar el cadáver de una madre en la
morgue. Verna B. Carleton capta el horror que produce reconocer que un lugar
querido ha sido devastado, una sensación que va unida a las suspicacias, la
desconfianza, porque, aunque ya no haya nazis declarados, la gente tiene
memoria y se acuerda de quién delató a quién. Es un ambiente de tensión
latente: no hay agresiones, no hay redadas, reina una agradable cordialidad, pero
las personas todavía no se han recuperado de la contienda y la chispa puede
encenderse en cualquier momento. Eric ha de hacer las paces consigo mismo;
Alemania, consigo misma.
—Imaginaos —dijo— que alguien os pide que vayáis a la morgue a identificar un cadáver. Está mutilado y destrozado, imposible de reconocer. Sin embargo, hay ciertas pistas: un anillo, fragmentos de un vestido, mechones de pelo apelmazado y machado de sangre. Gracias a todo ello puedes decir en voz alta: «Es el cuerpo de mi madre». Pero incluso mientras pronuncias esas palabras, todo tu ser protesta. ¿Cómo puede ser esa masa pastosa y nauseabunda de carne mutilada la mujer que te dio a luz, la madre a la que querías? Quieres gritar: «¡No, no lo es!». Quieres salir corriendo, rechazar lo que tus ojos ven y lo que tu cerebro te cuenta que es real. Quieres…
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Verna B. Carleton |
¿Por
qué Regreso a Berlín es una gran
novela? Se suele decir que la literatura surge de una herida, de una angustia que necesita purgarse. El escritor se busca a través de las
palabras, o busca aquello que llama su atención, que lo obsesiona. Bien: en
este sentido, la lucha interna del protagonista es una de las más penetrantes,
oscuras e incisivas que uno puede leer. Eric se rompe al plantar cara a sus
demonios, y el lector se rompe con él. Eric, además, no está solo: lo acompañan
unos personajes soberbios, que nunca se quedan en la superficie; Verna B.
Carleton tiene la capacidad de destapar las múltiples capas de cada uno, se
adentra de tal manera que modifica la percepción que se tiene de ellos, siempre
empática, siempre inteligente. Ah, y la ciudad, el retrato de un Berlín
dividido, comparable, salvando las distancias, a la Viena destrozada por la
guerra de El tercer hombre. Por si
fuera poco, está narrada con un estilo ameno, con ritmo; una historia dinámica,
nada densa, que mantiene el interés y se va metiendo en las entrañas poco a
poco, sin trucos. Por último, Regreso a
Berlín tiene lo mejor que se puede encontrar en una obra: verdad. Ya, ya, esto
no es un comentario muy literario.
Con todo, el nudo en el estómago al terminar de leerla se produjo sobre todo
por eso, por su abrumadora honestidad. Leedla,
y me entenderéis.
Fragmentos en cursiva de las páginas 133, 129, 402, 188 y 109.
La leeré.Por supuesto que la leeré. Imposible no hacerlo tras haber leído tu reseña...
ResponderEliminarBesos
Me alegro de haberte contagiado mi entusiasmo :). La novela me encantó, ojalá mucha gente se anime a leerla.
EliminarMuy bueno el libro (estoy todavía con él) y una reseña digna del mismo!
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