Edición:
Siruela, 1999 (trad. Romana Baena Bradaschia)
Páginas:
180
ISBN:
9788478444359
Precio:
13,50 €
Paola Capriolo (Milán, 1962) es una voz
singular de las letras italianas. Su obra no bebe del costumbrismo ni del
pasado reciente, sino que hunde sus raíces en el mito, en los clásicos
grecolatinos, un corpus literario que reviste sus historias del aire atemporal
de las leyendas, unas historias que son de hoy, pero que también podrían ser de
ayer, o de mañana; permanecen en ese espacio simbólico imperturbable de las
grandes verdades expresadas en el lenguaje de un relato maravilloso. El palco vacío (1995), una de sus
novelas más importantes, narra la peripecia de Vulpius, un joven actor de una
compañía teatral, cuando descubre que una espectadora lo mira fijamente desde
su palco. Vulpius, que mantiene una relación poco formal con una compañera del
teatro, se obsesiona con la desconocida de mirada penetrante y hace todo lo
posible por dar con ella, por conocer su identidad. Pero la mujer no se deja
ver, y, el día en el que su palco aparece vacío, el actor, desesperado,
comienza una debacle que los arrasará a él y a sus allegados.
Buena
parte de su fuerza reside en la voz narrativa: como los
cuentacuentos tradicionales, el narrador, que se expresa en primera persona,
habla de unos hechos que no conoce con certeza, que le han contado, que ha
oído, sin ser él partícipe de los mismos ni conocer a los personajes («la que
me dispongo a narrar es solamente una de las posibles historias de Vulpius […].
Que luego resulte su historia verdadera, o por lo menos la más verosímil, no me
siento capaz de afirmarlo», p. 11, dice al principio). Y, como esos
cuentacuentos, el narrador tan pronto interviene con oportunas llamadas de
atención como se borra de la narración para centrarse en sus
protagonistas. El narrador no revela quién es, ni falta que hace; tan solo es
un peculiar rapsoda adaptado a los mecanismos de la novela contemporánea. El punto de vista no es el único recurso
de la literatura oral: no se especifican el lugar ni el año de la acción,
tampoco se mencionan artilugios que puedan asociarse a una época reciente; la
obra está construida de tal modo que podría haber ocurrido en muchos periodos
diferentes, como una balsa en un lago en calma, impasible a los movimientos de
la tierra.
No
quiero desentrañar demasiado la trama; me gustaría que los lectores se
dejaran envolver por ella (utilizo esta palabra, envolver, con plena intención:
Capriolo utiliza un estilo persuasivo, con un lenguaje hipnótico, subyugante,
que fascina del mismo modo que la mirada de la espectadora embelesa
al actor, con ese matiz oscuro y perverso del juego de seducción) con el
mismo desconocimiento, casi podría decir la misma pureza, con que la descubrí
yo. Es suficiente saber que gira alrededor de un triángulo amoroso, que, en clave simbólica,
puede interpretarse como la reconstrucción de un cuento mágico. En un
principio, están los humanos, Vulpius y la actriz enamorada de él: una
existencia corriente, apacible pero sin excitación. En un momento dado, aparece
la desconocida del palco, que, para Vulpius, actúa como la encarnación de un
hechizo: es el elemento transgresor que rompe su orden, como la criatura
mitológica que altera las condiciones del héroe. El encanto de la espectadora
reside en su carácter inalcanzable: dado que no logra coincidir con ella,
Vulpius es libre de imaginar, de idealizar, de obsesionarse, hasta que esa
mirada lo aboca a su destrucción. Mientras tanto, la pobre actriz enamorada,
que no ha sido tocada por la varita de la espectadora, sigue atrapada en su
mundo terrenal, como una esposa engañada que ignora la traición de su amado.
Este triángulo, en fin,
representa muchos temas (imperecederos) del amor.
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Paola Capriolo |
El palco vacío
tiene ecos de tragedia griega, y no es baladí que el protagonista forme parte
de una compañía de teatro. Paola Capriolo, hija de un crítico teatral y de una
artista, conoce bien ese mundo, y aprovecha la doble identidad
del actor / personaje, junto con la especulación acerca de la mujer desconocida, para plantear un juego en el que las máscaras y los
equívocos tienen una gran relevancia. Y también la noche, la nocturnidad que
oculta los rituales. Como en los orígenes del carnaval, la ausencia de normas
da alas a la transgresión, el erotismo, lo
prohibido, en contraste con las visitas puntuales de Vulpius a la iglesia,
unas visitas que hacen pensar a su vez… y es que la novela tiene múltiples
capas. Este es un libro verdaderamente fascinante, historia de historias, elusivo,
sugerente, perturbador; recuerda a algunas novelas de Jeanette Winterson. Uno no querría llegar nunca al final para no romper la magia de Paola Capriolo.
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