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29 enero 2017

Lecturas temáticas: Segunda Guerra Mundial (II)

La Segunda Guerra Mundial (y todo lo que entronca con esta: la resistencia, el exilio, el después) sigue siendo una mina inagotable de obras. En esta entrada os propongo doce, que ofrecen aproximaciones diversas al conflicto: desde creaciones puramente literarias a libros de testimonios, pasando por esa especie de híbrido que son las memorias noveladas. La lista no pretende, en ningún caso, ser canónica; solo recoge los mejores títulos sobre el tema que he leído en los últimos años, y que pueden ser de vuestro interés. Para más información sobre cada uno, clicad en el título y accederéis a la reseña. 

  • Últimos testigos, de Svetlana Alexiévich. Los (estremecedores) recuerdos de la guerra de aquellos hombres y mujeres que la vivieron siendo niños. Testimonios crudos de orfandad, hambre, miedos, penurias. La mirada infantil tiene una extraña lucidez que nos ilumina y nos hace pensar.
  • Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff. La autora novela la vida de su madre, de familia judía alemana, que recorre la primera mitad del siglo XX. En la segunda parte, madre e hija se ven obligadas a abandonar Berlín para exiliarse en Bulgaria; un cambio radical en sus condiciones de vida que supondrá un gran aprendizaje, sobre todo para la más joven.
  • Las siete cajas, de Dory Sontheimer. La autora, que fue criada como católica en Barcelona, desconocía la historia de su familia y su identidad judía hasta que encontró unas cajas con correspondencia. Este libro es el resultado de una investigación en la que su voz se funde con fragmentos de las cartas; un texto que ilustra y conmueve como pocos.
  • Vivir, de Anise Postel-Vinay (con Laure Adler). El testimonio de una mujer que formó parte de la Resistencia francesa y estuvo recluida en un campo de concentración. En medio del horror, destacan los fuertes lazos de la solidaridad entre mujeres de diferentes edades y nacionalidades.
  • El chal, de Cynthia Ozick. Un cuento y una novela corta, intensamente poéticos (aunque no por ello menos terribles), que invitan a reflexionar sobre lo que supuso el Holocausto para sus supervivientes y, a la vez, impresionan por su desgarrador relato. Una pequeña obra maestra.
  • Una y otra vez y su complementaria (que no continuación), Un dios en ruinas, de Kate Atkinson. En la primera, a la manera de El día de la marmota, la protagonista tiene la oportunidad de repetir su vida una y otra vez. Y, claro, cuando se cruza con Hitler, esto adquiere una luz nueva... La obra complementaria, menos experimental, se centra en su hermano, piloto de bombardero.
  • Las esposas de Los Álamos, de TaraShea Nesbit. Una primera persona colectiva da voz a las esposas de los científicos que inventaron la bomba atómica. Un texto desasosegante en el que la investigación clandestina se mezcla con el día a día de las mujeres en un lugar aislado.
  • La niña y su doble, de Alejandro Parisi. Una entretenidísima novela basada en una historia real: la de una niña judía que tuvo que cambiar de identidad para sobrevivir. Con su nuevo nombre, terminó en casa de un militar nazi. La realidad, a veces, supera la ficción.
  • El camino estrecho al norte profundo, de Richard Flanagan. Una gran historia de amor y guerra, narrada con un estilo delicado y poético, que recrea tanto las infrahumanas condiciones en un campo de prisioneros japonés como la dificultad para los supervivientes de rehacer su vida tras el fin de la contienda.
  • El tiempo de los tigres, de Liza Klaussmann. Esta excelente novela comprende muchas pequeñas historias, y una de ellas se relaciona con la Segunda Guerra Mundial: el marido de la protagonista mantuvo un romance durante ese tiempo. Regresa de la guerra cambiado. Habrá que ver cómo les afecta.
  • El crimen del soldado, de Erri De Luca. El narrador, un traductor de yiddish comprometido con el pueblo judío, se fija en una mujer mientras toma algo. No es una mujer cualquiera, sino la hija de un criminal de guerra. Sus historias se cruzan por casualidad, y culminan en un desenlace redondo.
Si queréis más sugerencias:


07 diciembre 2016

Libros para regalar estas Navidades (2016-2017)

Una selección de 16 (buenos) libros para regalar en 2016 (o 2017)
(Clica en los títulos para saber más sobre cada uno).

  • Tan poca vida, de Hanya Yanagihara. Novela épica sobre algo tan íntimo como las emociones de cuatro hombres a lo largo de las décadas. Dura, intensa, conmovedora. Nadie sale indemne de su lectura, pero ¡cómo libera esa catarsis!
  • Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff. La vida de una mujer que, en los felices años veinte, eligió ser fiel a sí misma ante todo y huir de las convenciones. Narrada de forma excepcional por su propia hija.
  • Las sillitas rojas, de Edna O'Brien. Una novela que enlaza el viejo costumbrismo irlandés con la multiculturalidad contemporánea a través de la historia de una mujer infelizmente casada que aprende a superarse a sí misma.
  • Basada en hechos reales, de Delphine de Vigan. El bloqueo de una escritora, una amistad tóxica, la invasión de la intimidad. Una novela deliciosamente ambigua, perversa, adictiva. Sí, la ¿autoficción? puede ser apasionante.

  • A contraluz, de Rachel Cusk. Una mujer (y madre, y escritora) después de la ruptura. Forma y contenido se funden para mostrar las dificultades de su nuevo rol, su deseo de evaporarse, su necesidad de comenzar de cero. Estilo brillante.
  • Mujeres excelentes, de Barbara Pym. El encantador humor inglés. Nos habla una solterona parroquiana para quien la vida da un giro ante la posibilidad de que el amor entre en su vida. Y nos lo cuenta con mucho ingenio.
  • Las chicas, de Emma Cline. Una novela sobre la iniciación a la vida adulta en el contexto de una secta. Las relaciones entre chicas, la amistad y la tensión. El descubrimiento (oscuro) del sexo. La atracción por lo prohibido. Y el miedo.
  • Los pescadores, de Chigozie Obioma. Un libro mítico que es a la vez una historia de aprendizaje de cuatro hermanos y un retrato alegórico de la realidad social de Nigeria. Feroz, salvaje, animal y, pese a todo, esperanzador.
  • Piel de lobo, de Lara Moreno. Dos hermanas treintañeras hacen frente a sus tormentos, los de ayer y los de hoy. Tienen la piel curtida, pero todavía hay una puerta abierta al cariño. Una voz hipnótica que no podrás dejar de leer.
  • De noche, bajo el puente de piedra, de Leo Perutz. Historias maravillosas (la cábala, la astrología, el espiritismo) en la ciudad de Praga de los siglos XVI-XVII. Volverás a sentirte como un niño al leer cuentos de hadas.
  • Vivir, de Anise Postel-Vinay (con Laure Adler). Las memorias de una resistente francesa que sobrevivió al campo de concentración. Mucho, muchísimo horror, pero también el hermoso valor de la solidaridad femenina.
  • Cuentos de hadas, de Angela Carter. No, las mujeres de los cuentos de hadas no son solo las princesas en apuros de las películas (antiguas) de Disney. Esta antología reivindica la extraordinaria riqueza de los personajes femeninos.

  • Últimos testigos, de Svetlana Alexiévich. Recuerdos de niños que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Infancias destruidas, padres ausentes, el hambre atroz. Un libro que engrandece nuestra mirada sobre la historia y la vida.
  • Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin. La polifacética vida de su autora (madre, esposa, hija, maestra, enfermera, limpiadora, escritora, alcohólica) convertida en material literario de primera calidad. Una voz vigorosa y con chispa.
  • La mirada de los Mahuad, de Berta Vias Mahou. La memoria, siempre imprecisa, borrosa, hilvana recuerdos de infancia y juventud de la protagonista, de sus padres, de un amor... Un libro poético y bello, como una ensoñación.
  • Ciudad en llamas, de Garth Risk Hallberg. Novela coral de gran alcance que muestra lo mejor y lo peor de los convulsos años setenta en Nueva York, entre la crisis económica y el movimiento punk. Explosiva en más de un sentido.
 Si quieres más recomendaciones:

14 octubre 2016

Vivir - Anise Postel-Vinay (con Laure Adler)



Edición: Errata naturae, 2016 (trad. Laura Naranjo Gutiérrez)
Páginas: 112
ISBN: 9788416544158
Precio: 12,90 €

Pensaba que, al envejecer, la sombra de lo que había vivido se difuminaría, que me olvidaría de ello un poco. Pero tengo la impresión de que es al contrario: ahora, setenta años después de mi regreso, ese pasado está cada vez más presente en mí. La huella se va ha­ciendo más honda.
Durante la guerra, perdí la capacidad de dormir a pierna suelta y nunca más la recuperé. A menudo tengo la misma pesadilla: la Gestapo me persigue. Pero corro tan rápido que me despierto.

Existen muchos libros sobre la experiencia en los campos de concentración nazis, pero entre estos no abundan los testimonios de mujeres que formaron parte de la Resistencia francesa. Anise Postel-Vinay (París, 1922) fue una de ellas: a los diecinueve años comenzó a colaborar con el Servicio de Inteligencia, un año más tarde la apresaron y finalmente en 1943 fue deportada al campo de Ravensbrück, donde permaneció hasta su liberación en 1945. «Me prometí que, si lograba regresar con vida, emplearía hasta mi último aliento en contar todo lo que había visto» (p. 61), dice en estas páginas. Eso, contarlo todo, dar a conocer el horror, es lo que hace en este pequeño pero meritorio libro, Vivir (2015), escrito con la ayuda de Laure Adler (Caen, 1950), escritora y periodista, conocida sobre todo por sus biografías de figuras intelectuales como Marguerite Duras, Hannah Arendt o Simone Weil. No hay en Vivir pretensión literaria alguna; tan solo unas vivencias, crudas y precisas, para no olvidar.
El nombre de Anise Postel-Vinay, como el de todos los resistentes, va unido a la palabra compromiso: educada en los valores de la libertad y la independencia, desde el principio de la ocupación tuvo claro que no iba a quedarse de brazos cruzados, a pesar del riesgo que corría. Contribuir, aportar información, era un motivo de orgullo para ella, para todos los miembros de la Resistencia. Este texto resulta interesante, en primer lugar, por expresar los pensamientos de una generación que, ante el auge de los totalitarismos del siglo XX, se implicó en la acción política, una conciencia que, en opinión de la autora, se ha perdido entre los jóvenes de hoy, que no han conocido la barbarie y tienen prioridades distintas: «a pesar de su energía, de su amabilidad, veo que son tremendamente distintos a cómo éramos nosotros; nosotros éramos militantes, aún creíamos en el progreso, como nuestros padres» (p. 92).
El capítulo más extenso narra su reclusión en el campo de Ravensbrück, pero, antes de llegar ahí, Anise Postel-Vinay estuvo más de un año en prisión tras ser detenida mientras llevaba a cabo un encargo de la Resistencia: «Tras un año de reclusión, te vuelves blanca, verde, tu pelo cambia de color» (p. 38). En la cárcel, precisamente, se perfilaron las primeras alianzas entre camaradas, alianzas que se volvieron indispensables en el campo de concentración. En medio del horror, es posible encontrar un valor hermoso en el compañerismo entre mujeres, mujeres de todas las edades y de diferentes lugares de Europa (Francia, Chequia, Polonia…), unidas para hacer frente al calvario. La vida en el campo dependía de su condición física —las jóvenes y fuertes, como ella, lo tenían mejor porque resultaban útiles para realizar trabajos; las mayores y las débiles, en cambio, tenían más opciones de acabar gaseadas—, por lo que la colaboración resultaba vital para ayudarse entre ellas, para encubrir a las enfermas y tratar de proteger a las más vulnerables. La autora comparte las argucias que empleaban para esquivar lo peor, aunque, pese a todo, la realidad era desoladora: decenas de miles no sobrevivieron.
Más allá de la amenaza de la cámara de gas, la crueldad del campo de concentración se vivía todos los días, en todas las actividades: «Todo estaba calculado para consumir­nos, para mantener nuestra carencia en cada ámbito: sueño, cuidados, comida, ropa… Nunca teníamos su­ficiente de nada, pero sí un poco: un poco de sueño, un poco de comida, algo de ropa, una enfermería. La intención era agotar a los detenidos para que acaba­ran desapareciendo por sí mismos» (p. 52). Su testimonio pone de relieve que, además de los asesinatos por asfixia, las condiciones de vida, el hambre o la dureza del trabajo eran otra causa significativa de mortalidad, o como mínimo de secuelas, físicas y psíquicas, permanentes. Ravensbrück, como otros campos de concentración, también fue un centro de experimentos médicos: podían llamar a una prisionera, no para matarla directamente, sino para hacer brutalidades con su cuerpo, probar técnicas salvajes que la dejaban agonizante o lisiada, todo para incrementar los conocimientos del ejército nazi. Anise Postel-Vinay describe las consecuencias de estos experimentos en sus compañeras, así como el sigilo con el que sus captores los ponían en práctica: «Aquélla era la tendencia general de los nazis: les importaba un bledo cometer los crímenes más atroces, pero no querían que nadie se enterase» (p. 46).
Anise Postel-Vinay
Tras la liberación, las cosas no fueron fáciles: adaptarse de nuevo a comer con normalidad, a dormir, asimilar todas las pérdidas. La herida permanece con el paso del tiempo. En las últimas páginas, la autora reflexiona sobre cómo se ha tratado este tema posteriormente, el espinoso asunto de la memoria histórica. Ella, como otros supervivientes, sintió la necesidad de contarlo, pero durante la posguerra se encontró con una Europa que quería pasar página y no invertía lo suficiente en hacer justicia, una Europa, en suma, poco proclive a escuchar su voz. Anise Postel-Vinay se ha sentido, y se sigue sintiendo, muy frustrada por este tratamiento, cree que todavía hoy el nazismo no se ha comprendido y teme que la historia pueda repetirse. Con independencia de que se comparta o no su parecer —ante todo, Vivir es un libro testimonial, la pura verdad de su autora—, plantea interrogantes pertinentes acerca de cómo enfocar el discurso histórico y los homenajes después de un acontecimiento devastador. Vivir enriquece el conocimiento de este episodio a través de la mirada de una víctima directa de la barbarie, una mirada lúcida que cuenta lo que vio con aspereza y sugiere interesantes reflexiones para seguir pensando en ello.
Cita en cursiva de la pág. 93.

04 septiembre 2016

Los libros más esperados de la rentrée



Es una verdad universalmente aceptada que la vuelta a la rutina es más llevadera con un libro nuevo. O dos, o tres, o los que hagan falta. Porque novedades, desde luego, no van a faltar en las librerías. El otoño promete, y aquí comparto mi selección de títulos más esperados.
Gran parte de las publicaciones de mi interés proviene de los países anglosajones (esto no es una novedad). Por ejemplo, Tan poca vida (Lumen), de Hanya Yanagihara, una extensa novela sobre la complicidad entre hombres que ha estado nominada a premios importantes —el Man Booker Prize y el National Book Award hay que tenerlos en cuenta; nada que ver con los premios que tenemos aquí— y fue uno de los libros del año pasado en Estados Unidos. O Las chicas (Anagrama), el alabado debut de la joven Emma Cline, que reconstruye un episodio de las llamadas «chicas Manson» para ahondar en las tensiones propias de la adolescencia. Otras obras traducidas del inglés que espero con ganas son El camino de los Madigan (Siruela), de la irlandesa Anne Enright, y A contraluz (Libros del Asteroide), de Rachel Cusk, que vienen precedidas de críticas elogiosas.
También se publica lo último de varias escritoras de renombre: El bosque infinito (Tusquets), de Annie Proulx, una eterna candidata al Nobel que os sonará por ser la autora del relato que inspiró la película Brokeback Mountain y de diversas obras que tienen como telón de fondo la naturaleza; Me llamo Lucy Barton (Duomo), de Elizabeth Strout, quien obtuvo el Premio Pulitzer con la magnífica Olive Kitteridge; y El corazón es lo último que se va (Salamandra), la novela más reciente de la prolífica Margaret Atwood. Además, se reedita El intérprete del dolor (Salamandra), el primer libro de Jhumpa Lahiri, una compilación de relatos que ganó nada menos que el Pulitzer. Como colofón, en noviembre llega la publicación, por primera vez en castellano, de los Cuentos de hadas de Angela Carter (Impedimenta), una obra que promete ser un regalo fantástico para estas Navidades.
Por supuesto, hay vida más allá del inglés, empezando por Últimos testigos (Debate), una nueva traducción de la premio Nobel Svetlana Alexiévich, que en esta ocasión da voz a los niños que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar, tres voces francesas: Memoria de chica (Cabaret Voltaire), de Annie Ernaux —de quien ya leí La mujer helada—, Basado en hechos reales (Anagrama), de Delphine de Vigan, y Vivir (Errata naturae), de Anise Postel-Vinay y Laure Adler, que recoge el testimonio de una resistente en un campo de concentración. Me interesa asimismo Lo que queda de nuestras vidas (Siruela), de Zeruya Shalev, de quien dicen que es «la voz femenina más importante de la literatura israelí contemporánea». Por otra parte, se publica en castellano Historia de Irene (Seix Barral), de Erri De Luca, una nouvelle profundamente evocadora que ya leí en su edición en catalán (y que recomiendo). Hablando de italianos, se publica por primera vez en castellano Maria Zef (Periférica), de Paola Drigo, una historia rural de mujeres fuertes. Fuera de la narrativa, quiero leer el ensayo Madres arrepentidas (Reservoir Books), de la socióloga Orna Donath.
Entre los autores españoles, me llama poderosamente la atención Asamblea ordinaria (Libros del Asteroide), de Julio Fajardo Herrero, por la novela misma (una aproximación a la crisis) y por el hecho de que la editorial rara vez apuesta por nuevas voces en español (algo tendrá). Por si fuera poco, vuelven dos autoras que se van consolidando: por un lado, Lara Moreno, que me encantó con Por si se va la luz, regresa con Piel de lobo (Lumen); por el otro, Elvira Navarro, que hace un par de años consiguió un pequeño éxito con La trabajadora, publica Los últimos días de Adelaida García Morales (Literatura Random House), una obra de ficción que reivindica la figura de esta gran escritora. En cuanto a los autores que ya tienen una larga carrera a sus espaldas, me interesan La mirada de los Mahuad (Lumen), de Berta Vias Mahou, y El amor del revés (Anagrama), de Luisgé Martín.
Y esto es solo un aperitivo, porque aún me quedan muchas novedades por descubrir y sé que en cuanto publique la entrada algún pajarillo avispado me hablará de los libros que se me han pasado por alto. Ahora, contadme: ¿qué novedades tenéis más ganas de leer?

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