Edición: Impedimenta, 2009 (trad. José C. Vales;
intr. Félix Romeo)
Páginas: 232
ISBN: 9788493711054
Precio: 19 €
Hacer grande lo
pequeño parece ser el lema de Eudora Welty (Jackson, Mississippi, 1909-2001),
una de las escritoras de la brillante generación sureña de la que formaron
parte autores tan importantes como Carson McCullers, William Faulkner, Truman
Capote y Flannery O’Connor. Con La hija
del optimista (1972), su última novela, ganó el Premio Pulitzer, pero Welty
también destacó por su prolífica producción de relatos (reunidos en castellano
en Cuentos completos, Debolsillo,
2011). El hecho de que La hija del
optimista sea una obra de madurez no se puede pasar por alto, porque su
contenido se relaciona de forma directa con la memoria y el paso del tiempo, recreados desde la sabiduría sobre
la vida que solo se consigue con los años.
Todo comienza
cuando Laurel, una mujer de mediana edad, viuda e independiente, regresa a su
tierra para cuidar de su padre, que debe someterse a una intervención
quirúrgica. No está sola: la acompaña Fay, la segunda esposa de su padre, más
joven que ella y con otras ideas acerca de cómo atenderlo en el hospital. Sin
embargo, la convivencia no durará mucho, puesto que el anciano no se recupera y
las dos viajan a su localidad para preparar el entierro. Allí, entre los
chismes de las vecinas y las habitaciones vacías de la casa, Laurel se reencontrará con su pasado… o con
lo que queda de él. La hija del
optimista es la demostración de que no hacen falta estridencias ni tramas
rocambolescas para narrar una historia cargada de significados.

Welty plasma
estos temas con una habilidad asombrosa para la narración de lo imperceptible, de los detalles cotidianos que
adquieren un sentido revelador cuando la escritora decide darles voz, y que, en
este caso, se relacionan con todo lo que gira alrededor de la muerte: el
hospital, entre el padre enfermo, los comentarios del personal sanitario y las
charlas improvisadas con otros familiares en la sala de espera; las diferentes
formas de actuar de Laurel y Fay (¿es la segunda tan irritante o solo se siente
incomprendida?); la compañía de las amigas del pueblo durante el velatorio, que
intentan distraerla con la frivolidad del cotilleo y la hostilidad hacia la
desconocida; el niño fuera de lugar en medio de los adultos, sorprendido al ver
el cadáver (un relato autobiográfico de Munro, en Mi vida querida, recuerda bastante a esta escena). Si digo que se
nota que Welty la escribió cuando ya tenía mucho recorrido es porque su
conocimiento de estas situaciones se palpa; describe ambientes tan
desagradables como la habitación de un hospital desde la serenidad de una observadora que ya no se sorprende por nada, con
naturalidad y sin sentimentalismos.
Además, el
espacio y los seres vivos que aparecen en la novela tienen un papel
fundamental. El hogar de Laurel (o lo que un día fue su hogar) aparece como la
materialización de ese recuerdo, el lugar en el que Laurel espera reencontrarse
con su pasado. No obstante, descubre que el abandono y la distancia
no pasan en vano cuando encuentra un viejo objeto estropeado, como un reflejo de
la fuerza irrefrenable del paso del
tiempo, que se empeña en recordarnos que todo cambia, a mejor o a peor, eso
es relativo, aunque nosotros queramos que la vida se detenga en un estado
intemporal; el traslado a otra ciudad no deja de ser una tirita que cubre la
herida para seguir adelante sin pensar tanto en ella. Los pájaros que
sobrevuelan la localidad y las flores que cultiva Laurel, afición común de la
época que comparte con la propia autora, son un añadido a este retrato
simbólico y lúcido de la memoria.
![]() |
Eudora Welty |
En suma, La hija del optimista es una obra
profunda y sosegada que remueve con valentía, pero también con cariño, las fisuras del ser humano en las
circunstancias que lo hacen más vulnerable. No me extraña que escritoras de
la talla de Alice Munro, Edna O’Brien y Anne Tyler consideren a Eudora Welty
una referencia esencial, puesto que ellas han aprendido a la perfección el arte
de la sureña para expresar con palabras algo tan dinámico como la vida diaria,
con toda su complejidad y su sencillez. Creo que apreciarán esta novela las
personas que, como la protagonista, se han enfrentado alguna vez a esa toma de
conciencia de que el pasado y quienes formaron parte de él, a nuestro pesar, se
desmoronan.
Me llama mucho la atención, tanto el título como el argumento, besotes
ResponderEliminar@Susana Palacios. Es una muy buena novela, quizá no para cualquier lector, pero desde luego cumplirá las expectativas de quien esté dispuesto a leer algo sobre este tema.
ResponderEliminarMe descubres a esta autora y me dejas con ganas de leer esta novela. Aunque con todo lo que tengo pendiente, le tocará esperar un poco.
ResponderEliminarBesotes!!!
Oh muchísimas gracias por el aporte! !!! Me ha gustado la sinopsis y la reseña, me la apunto sin duda.Un saludo
ResponderEliminarSi alguna imagen tengo de Eudora es precisamente que con (como tú dices) su voz, engrandece hechos cotidianos. No siempre hay que rebuscar en historias que no son en verdad muy posibles nos sucedan, por eso me encantan los libros que ponen el acento en lo que nos es más reconocible, aunque lo tachemos de "normal".
ResponderEliminarGracias Rusta. Besos!!
@Margari. Te recomiendo que la reserves para cuando te apetezca algo tranquilo, para saborear con calma.
ResponderEliminar@Maidafeni. Me alegro de que te haya llamado la atención. Merece la pena.
@Ana Blasfuemia. Estoy completamente de acuerdo contigo, me encantan estas historias sobre lo cotidiano. Alice Munro es otra que lo hace de maravilla.
Pues no conocía a esta autora y ya me has dejado con la curiosidad, me han entrado ganas de conocer su obra.
ResponderEliminarSaludos.
Vaya, pues igual va a saltarse pasos en la fila. Lo tengo apuntado desde que leí 'El corazón de los Ponder' y me has dejado con ganas de llegar a él. Parece un valor seguro para mí.
ResponderEliminar@Ro. Es una autora muy interesante. Yo ahora quiero seguir con sus relatos.
ResponderEliminar@Zazou. Anímate ;). Creo que no defraudará a quien disfrute con este tipo de historias tranquilas y reflexivas.
ResponderEliminarParece intereante a priori. Gracias por la recomendación.
@Alonso Barán. Lo es :). De nada.
ResponderEliminarÉste ya lo tenía anotado. Me parece muy interesante el punto de partida, ya que coincido en que la muerte de un ser querido afecta nos afecta de una manera u otra y me gustaría ver cómo lo trata la autora.
ResponderEliminarDe entre los contemporáneos que citas en la introducción también tengo pendiente a Carson McCullers.
1beso:)
@Elena:). Yo también la tengo pendiente. Hace poco conseguí un ejemplar de segunda mano de "El corazón es un cazador solitario"; a ver si no tardo mucho en leerlo.
ResponderEliminarSoy seguidora de Alice Munro, y por lo que nos cuentas de Eudora y este libro,creo que me va a gustar mucho.
ResponderEliminarEste tipo de historias que hacen reflexionar y las relacionadas con las pérdidas, son de mis preferidas.
@Teresa Torroja. Entonces estoy segura de que la disfrutarás.
ResponderEliminarPor cierto, no sé si te has fijado en el último libro que he comentado ("El hombre que dijo adiós", de Anne Tyler). Tiene un tema parecido y, aunque no es tan profundo, está bastante bien. Esta autora escribe con mucha ironía, sabe hacer llevaderos los temas a priori complicados.