Edición: Errata naturae, 2011 (trad. Olga
García)
Páginas: 136
ISBN: 9788415217039
Precio: 16,90 €
¿Cómo puedo vivir y tolerar que mis semejantes derramen su sangre por ídolos que ya no tienen nombre de dioses, sino designaciones de neologismos científicos extraños? Morir por algo así es un pecado, toda esa sangre derramada clama al cielo. Son ídolos, no de oro, piedra o madera, no, son máquinas, espectros precisos de acero ensamblados de forma impecable. Toda la actividad humana se reduce a la manipulación de máquinas. Estamos encadenados a aquello que hemos forjado. Hasta ahora habíamos trabajado en aras del progreso y de la industria. Ahora que el progreso y la industria de las naciones juegan juntas a la guerra mundial hacemos girar manivelas, abrimos espitas, apretamos botones que hacen catapultar la muerte por miles de cañones y circunvoluciones. Y cada impacto alcanza, en realidad, al propio tirador. ¿Qué ha sido del coraje, qué ha sido del heroísmo? La deshumanización, la facultad de reprimir los sentimientos, de anularlos o, en el mejor de los casos, de simplemente utilizarlos. El coraje ha pasado a ser un híbrido de locura y precisión. Vuestros héroes son demonios que mantienen una resistencia titánica contra toda fuerza superior. Pero su final es siempre la nada. Perecen por la muerte, no por la vida. Pág. 34-35.
Los
editores de Errata naturae explican en esta entrevista que sus libros «son reivindicativos
y tienen la tarea de participar y crear debates en torno a nuestra realidad». Esta
declaración de intenciones se materializa plenamente en la recuperación de Romance en París (1920), del escritor
alemán Franz Hessel (1880-1941), puesto que demuestra a la perfección esta
voluntad reflexiva y se trata, además, de la novela con la que inauguraron la
colección El Pasaje de los Panoramas, dedicada a la narrativa, de la que
también forman parte pequeños éxitos como Hace cuarenta años, de Maria van Rysselberghe, o Las chicas de campo, de Edna O’Brien. Hessel corre el peligro de
pasar desapercibido para el lector español, de parecer un rescate más entre los
cientos que se hacen ahora, pero basta leer las primeras páginas de esta obra para
tomar conciencia de que todavía tiene muchas cosas que decir, de que aún es
necesario escuchar la voz de este autor para recordar, aprender y, por
supuesto, enriquecerse.

Olvidemos
por un momento ese romance al que hace referencia el título. Aunque sin duda
tiene interés, sería una pena pasar por alto que esta obra constituye un lúcido testimonio de la Primera Guerra
Mundial desde la perspectiva de un hombre de mundo, un literato
acostumbrado a codearse con colegas de otras nacionalidades, a no dejar que la
lengua u otras diferencias supongan un impedimento para la amistad. Las
primeras páginas expresan su estupor por esta contienda que le impone odiar a
unos países y unas gentes sin sentir ningún desprecio por ellos. «Claude, ¿qué
ha sido de nuestro mundo?» (pág. 19), se pregunta el narrador, desolado por las
circunstancias pero capaz de realizar un magnífico análisis de la situación a
la que ha llegado la que se consideraba la civilización más avanzada de todos
los tiempos.

Después
de ese comienzo inmerso en la guerra, el narrador de Romance en París se centra en un recuerdo que quiere compartir con
Claude, su amigo francés, porque teme no volver a conocer esa vida y, al rememorar
el pasado, evidencia que este supuesto progreso no ha hecho más que destruir
los vínculos que tan fundamentales fueron para él. Ese recuerdo tiene nombre de
mujer, Lotte, una joven alemana que llegó a París en 1912 como una señorita,
pero enseguida mostró una personalidad arrolladora que la diferenció de las
otras chicas. Le pidió al protagonista que le enseñara la verdadera cara de la
ciudad, y así, entre paseos y conversaciones, arrancó la relación entre dos
personas cautas, temerosas de dejarse llevar, hasta el punto de que la obra
solo relata el inicio de la historia de
amor. Unos primeros pasos que, no obstante, evocados desde la trinchera
resultan inestimables.
Lotte
y el narrador se mueven por el París
bohemio, un ambiente de encuentros y separaciones constantes, de charlas
desenfadadas, de acentos distintos, de diversión y, a la vez, de melancolía —el
autor retrata de forma similar la capital alemana de los años veinte en Berlín secreto (1927), publicada por la
misma editorial—. La escritura de Hessel, erudita y poética, describe con
detalle la ciudad y sus concurrencias, un mundo que ya quedó atrás y quizá por
eso aún es más importante redescubrirlo, saber que durante un tiempo la
intelectualidad europea podía juntarse de este modo. En cuanto al romance, lo
que aquí empieza como una historia de dos, continúa como triángulo en Jules y Jim (1953), una novela de
Henri-Pierre Roché —el amigo bautizado como Claude— que François Truffaut
adaptó con gran éxito en 1961, en una película referente de la nouvelle vague que cuenta con Jeanne Moreau en el papel principal (los fotogramas que ilustran esta reseña
pertenecen a esta adaptación).
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Franz Hessel |
El
hecho de ser el origen de un filme emblemático seguramente basta para motivar
su lectura, pero, aun así, Romance en
París es mucho más que un romance en París y no debe verse como un simple
preludio de Jules y Jim, como tampoco
se debe ver a Franz Hessel solo como el amigo de Walter Benjamin y el padre de
Stéphane Hessel. Más allá de eso, Romance
en París es la evocación de una forma de vida que se ha perdido, es la
recreación de una ciudad ligada al ritmo de los artistas y pensadores que
pasean por sus calles, es una carta (pesimista) sobre el devenir de la
humanidad, es un alegato contra la violencia. Quizá, por encima de todo, es una invitación a pensar para no dejar
que el poder destruya lo que más queremos. Y Franz Hessel es un gran escritor,
un novelista hábil que supo conjugar la crítica inteligente con la exploración
de las relaciones interpersonales, y estas, a su vez, con la metrópoli en la
que se desarrollan. Literatura en mayúsculas, en definitiva.
Siento decir que no disfruté nada con esa película, creo que no llegué a entenderla. Esto hace me cueste mucho hacerle un hueco al libro. No sé, después de haberte leído, lo pensaré; yo siempre tengo muy en cuenta tu opinión. Abrazos.
ResponderEliminarNo me llama para nada la atención este libro,pero de todaa formas,gracias por el aporte.Un saludo
ResponderEliminarSi me lo describes así, me cuesta decirte que no. Lo que no te puedo decir es que lo vaya a leer pronto, porque los pendientes se me acumulan. Pero bien apuntado me lo llevo.
ResponderEliminarBesotes!!!
@Marisa C. Piensa que este libro se escribió mucho antes que "Jules y Jim", cuando el triángulo amoroso aún no había comenzado. Yo recomiendo leer "Romance en París" sin pensar en la película, porque cada obra tiene sus propias cualidades específicas.
ResponderEliminar@Maidafeni. Gracias a ti por comentar. A ver si otra vez el libro comentado te llama más la atención.
@Margari. Creo que estamos todos igual con todas las lecturas pendientes, ¡qué le vamos a hacer!
Tu blog ha sido nominado por dos premios: http://mundodelaspaginas.blogspot.com/2014/05/nominacion-de-liebster-award-y-premios.html
ResponderEliminar@Agustina. ¡Gracias! Luego me paso :).
ResponderEliminarHola Rusta, he estado un poco liada estos días y aunque no he perdido de vista tus entradas, no me he parado a leerlas con calma hasta ahora. No he leído nada de Hessel y lo que cuentas me parece muy interesante. Las consecuencias de las guerras en los pensadores las convierte en periodos muy interesantes en cuanto a producción literaria se refiere.
ResponderEliminarVeo que tienes reseñado otro libro del autor, así que me paso a leer a ver cuál me apunto para empezar.
1beso:)
Como te he respondido en la reseña de "Berlín secreto", cualquiera de los dos es una opción estupenda para leerlo :).
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