Edición: Rayo Verde, 2012 (trad. Julio Grande)
Páginas: 288
ISBN: 9788415539018
Precio: 20 € (e-book: 7,50 €)
Leído en la
trad. al catalán de Maria Rosich (Raig Verd, 2012).
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Corneja gris |
Envuelto
por el paisaje invernal del norte de los Países Bajos, Helmer, un granjero soltero
de mediana edad, cuida de su padre en la casa familiar donde ha vivido siempre.
Su madre y su hermano gemelo murieron años atrás, y ahora los dos hombres están
solos. El deterioro progresivo del anciano, postrado en la cama de una
habitación del piso superior («Todo está tranquilo arriba»), lleva a Helmer a tomar
las riendas de la granja y, con ello, de su vida, que hasta ahora había estado
relegada a lo que los demás querían de él y al conformismo, el miedo, del
propio Helmer. Esta transición personal,
inmersa en una melancolía profunda, ocupa las casi trescientas páginas de Todo está tranquilo arriba (2006), la
primera novela del holandés Gerbrand Bakker (1962), con la que ganó el Premio
IMPAC de Dublín 2010, en el que las nominaciones provienen de bibliotecas de
todo el mundo, y el Premi Llibreter 2012.
Como
los grandes escritores, Bakker construye mucho con una trama en apariencia
sencilla: la rutina de un hombre corriente en un momento en el que se plantea
cambiar. La narración fragmentada, la combinación de presente y recuerdos, las
descripciones detalladas, las elisiones y la sutileza a la hora de presentar la
información son sus armas para construir una obra pausada, sin estridencias, que
avanza despacio pero con paso firme, hasta convertirse en un retrato magistral de una crisis vital. Por una parte, Helmer
está marcado por la familia: la pérdida de su hermano gemelo cuando eran
jóvenes, la difícil relación que mantuvo con su padre, la falta de la madre, la
única que parecía comprenderlo. En muchos aspectos, Helmer siempre actuó como un
actor secundario de su propia existencia: primero, por su hermano, el que
encajaba en la granja, el que se acercaba a las chicas; luego, por el trabajo a
las órdenes del padre. Incluso su vecina parece querer acapararlo. La única
decisión que ha tomado él por su cuenta fue la de adquirir dos asnos, sus
compañeros de fatigas
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Lago IJssel |
Más
allá de su drama personal, Helmer también sufre (a veces inconscientemente) el
aislamiento propio de alguien alejado de la ciudad que no ha puesto ningún
interés por modernizarse. No tiene televisión, no sabe decorar una habitación. Está
desconectado del mundo, refugiado entre las vacas y las ovejas, su territorio
protegido, una rutina incansable que, al narrarse una y otra vez, dice más de las
carencias de Helmer que de lo que hace para ocupar su tiempo. Así es Todo está tranquilo arriba, un libro de silencios, de insinuaciones, de
entrelínea, escrito con una sensibilidad extraordinaria. Las frases breves
y rotundas, unidas a la calma de la acción y la pasividad del protagonista, le
dan una atmósfera fría en una impresión inicial, pero la frialdad se desvanece
a medida que se comprende la historia de Helmer.
La
voz de Helmer, en primera persona, corresponde a la mirada de un hombre solitario, observador y reflexivo como solo
puede serlo alguien acostumbrado a ver pasar un día tras otro, todos iguales,
grises, vacíos, sin atreverse a dar el paso de cambiar. Se lo replantea todo:
la pérdida, lo que quedó atrás, la felicidad que dejó pasar. Tiene que llegar
al límite, a la soledad absoluta, para reaccionar. Sus palabras captan con
precisión los detalles significativos, las metáforas con los animales y el
paisaje (atención a la corneja), y los utiliza para pensar en la vida y el paso
del tiempo. Trata las relaciones familiares con absoluta franqueza, sin idealizar
ni dramatizar más de la cuenta, con naturalidad, coherencia y dosis suaves de
humor. Los personajes están tan bien construidos, con sus flaquezas y sus
rasgos banales, que no cuesta nada identificarlos como personas de hoy.
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Gerbrand Bakker |
Todo está tranquilo arriba es un milagro
que solo aparece muy de vez en cuando, una obra que une la literatura con el
lado más frágil de la vida, sincera, elegante, delicada, íntima. Hay mucho en los
paseos por los lagos, en los ratos dedicados a muñir las vacas, en las sillas
de la cocina, en las habitaciones del piso superior. Bakker sabe captar los matices y elabora con ellos una obra limpia,
pulcra, aunque no por ello poco contundente. También merece una mención el
cuidado que Rayo Verde ha puesto en la edición: una distribución del texto en
el papel que permite una lectura cómoda, con la letra de un tamaño adecuado y
márgenes razonables; sin faltas de ortografía ni erratas; una cubierta que
representa fielmente el contenido; y la inclusión de un discurso del autor en
el que demuestra una vez más su capacidad para expresar mucho sin decir apenas
nada. Una muy buena novela con una edición a su altura.