11 noviembre 2011

Fragmentos de libros XXXI: La mujer de papel

Si el arte existe es porque la realidad no basta, y tal vez llega un momento en que el arte tampoco es suficiente y deja paso a la locura y a la muerte.

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A veces es fácil empezar una cosa, pero no adquiere pleno sentido hasta que se termina.

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—En realidad, ¿qué es un libro? Simples letras alineadas siguiendo un cierto orden sobre el papel. Poner un punto y final a un relato no basta para hacerlo existir. En casa tengo guardados los principios de algunos manuscritos que nunca han sido publicados, pero para mí son historias muertas porque nadie las ha leído nunca. Un libro sólo toma cuerpo cuando es leído. El lector le da vida al componer las imágenes que crean ese mundo imaginario en el que se mueven los personajes.

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Si tuviera que volver a empezar, ¿cambiaría algo en su vida? Prefirió quitarse esa idea de la cabeza. Esa pregunta no tenía ningún sentido. La vida no era un videojuego que ofreciera múltiples posibilidades. El tiempo pasa, uno pasa con él, y a menudo no hace lo que quiere, sino lo que puede. El destino se encarga del resto y la suerte pone su granito de arena. No hay más.

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—¿Qué te crees? —gritó ella—. ¿Que no me duele perderte? ¡Pobre idiota, no tienes ni idea de cuánto te quiero! —Estaba enfadada conmigo y ofendida por mis reproches—. Pues te lo voy a decir: nunca me había sentido tan bien con un hombre en toda mi vida. ¡Ni siquiera sabía que era posible sentir algo así! ¡No sabía que la pasión podía ser compatible con la admiración, el humor y la ternura! Eres el único que me ha hecho leer libros. El único que me escucha realmente cuando hablo y con quien no me siento como una idiota. El único que piensa que mis respuestas son tan sexis como mis piernas. El único que ha visto en mí algo más que una chica de una noche… Pero eres demasiado tonto como para darte cuenta.

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