Edición: Errata naturae, 2019 (trad. Sara
Álvarez Pérez)
Páginas: 328
ISBN: 9788417800208
Precio: 20,50 €
Errata naturae recupera la novela El viento
(1925), de Dorothy Scarborough (Texas, 1878 – Nueva York, 1935), un clásico de
la narrativa estadounidense de la primera mitad del siglo XX inédito en
castellano, aunque quizá a algunos lectores les resulte familiar por su
adaptación al cine de 1928 a cargo de Victor Sjöström, con Lillian Gish como
protagonista. Se trata de un libro un tanto curioso, ya que «inaugura» un
género a caballo entre la narrativa gótica y el western, y con una perspectiva
de género pionera. Narra la peripecia de Letty, una joven de Virginia, humilde,
pero educada con primor, que tras quedarse huérfana se instala en Texas, en
casa de su primo, su único pariente. En el tren que la lleva a su nuevo hogar,
Letty conoce a un hombre misterioso que le advierte del terrible viento de
Texas, un viento tan fuerte que le hará perder la lozanía y, aún peor, la
aterrorizará. El desconocido promete hacerle una visita. Ella, convencida de
que el tipo exagera, intenta adaptarse a la región, una zona retirada, casi
desértica, que poco tiene que ver con su acogedora tierra natal.
En
casa del primo no la reciben como esperaba. Este se ha casado, tiene
hijos, y su esposa no se alegra de alimentar una boca más. Letty,
voluntariosa, se encarga de la educación de los niños, pero las diferencias entre
las dos mujeres no hacen más que aumentar la tensión. Hay que añadir al elenco
a los amigos del primo, hombres toscos pero de buen corazón que se encaprichan de
la recién llegada. Letty, esa chica criada entre algodones, alegre, tierna, se
ve de pronto atrapada en un lugar inhóspito, apartado de la civilización
urbana, donde las horas transcurren entre las comidas ruidosas, los modales
ordinarios, el trabajo duro y, en fin, un sentido puramente práctico de la
vida. Esta tierra resulta hostil sobre todo para las mujeres, aunque la
protagonista y la esposa de su primo encarnan roles distintos: mientras que
Letty sufre por no haber sido educada para este hábitat, y por no tener otra
alternativa dada su condición de huérfana en unos tiempos en los que una joven carecía
de independencia, la esposa es una mujer curtida, oriunda de Texas, que sabe
bien lo que se espera allí de un ama de casa y de una madre, lo que no quita
que a su modo también esté limitada, porque no ha podido escoger, porque este
matrimonio, esta existencia sórdida, estaban dictados para ella.
Letty,
como las heroínas de la novela gótica, se enfrenta a una realidad perturbadora. Tiene que tomar decisiones, por mucho que ninguna elección la
satisfaga. El viento, ese viento cruel del que le habló aquel hombre, se
convierte en la metáfora de su opresión: lo que derrumba a Letty, a la Letty ingenua
de Virginia, no son las fuerzas de la naturaleza, sino los humanos, una
sociedad que no la ha preparado para enfrentarse sola a la adversidad, que no
le permite emanciparse, que la condena a depender de los demás –esto es, de los
hombres blancos– aunque ella no quiera. El miedo es el gran tema de este libro,
el miedo a lo desconocido, a la intemperie, como consecuencia de la falta de educación y de
derechos. Letty es un animal doméstico liberado en una selva que lo devora; es
la protagonista de Rebecca que llega
a un viejo caserón que la rechaza. No puede huir, y ese es el verdadero terror, no la
intensidad del viento o las tareas arduas del campo. La locura termina por
adueñarse de ella.
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Dorothy Scarborough |
Dorothy
Scarborough merece reconocimiento por denunciar estos problemas
«femeninos» en una época tan temprana, y además en Texas, donde no se respiraba
la misma modernidad que en las grandes ciudades. Es posible que la novela, en
lo literario, haya envejecido mal (tópicos, personajes arquetípicos, cierta
«histeria» en el tono, un desarrollo trágico previsible); aun así, teniendo en
cuenta el contexto en el que se escribió, estos recursos resultan admisibles
porque le sirvieron para plantear la crítica de manera clara y contundente, para
comunicar un mensaje sin adornos que calara en los lectores. El viento enriquece el canon de
literatura protofeminista, por cuanto aborda la decadencia de una chica en un entorno
embrutecido, dominado por los hombres blancos, que se vuelve más amenazante todavía por
encontrarse lejos de la civilización urbana. La autora retrata a una joven
indefensa, pero con la lucidez suficiente para recelar del matrimonio como
hipotética salvación, para analizar lo que la rodea sin dejarse engañar. La
novela expone los temores, la incertidumbre, la brutalidad e incluso el
trastorno; el malestar que tantas mujeres padecieron y no se atrevieron a manifestar. No es poco.