Edición: El Paseo, 2018 (trad. Miguel Cisneros
Perales)
Páginas: 128
ISBN: 9788494740466
Precio: 16,95 €
Daphne du Maurier (Londres, 1907 – Cornualles, 1989) fue mucho más que la autora de Rebeca (1938). Sobresalió, además, en la
narrativa breve, como demuestra en Monte
Verità, una nouvelle publicada en
1952 como parte del libro Los pájaros y otros
relatos. Por singularidad y extensión, tiene suficiente entidad para que
posteriormente se haya editado por separado. Du Maurier, que procedía de una
familia acomodada, proclive a la creación artística, empezó a escribir a temprana
edad y desde el principio mostró inclinación por la literatura gótica y de
suspense. Un género que, tal como lo entendía el gran Henry James, no utiliza la
posibilidad de lo sobrenatural como un mero esparcimiento, sino que constituye
una denuncia social camuflada. Con frecuencia, el argumento se inspira en
hechos reales; en el caso de Monte Verità,
se trata de las comunas que a comienzos del siglo XX promovieron un estilo de
vida alternativo. Una de ellas estaba situada en un monte de Suiza.
En
el libro no se especifica el país europeo en que se desarrolla la historia,
pero poco importa. Basta con quedarse con una idea vaga del planteamiento: el
Monte Verità, la montaña donde las mujeres y algunos niños desaparecen. Sienten
una especie de «llamada» interior y ya no se vuelve a saber de ellos. Los protagonistas,
unos amigos británicos aficionados al alpinismo, «pierden» a la chica que los
acompaña cuando se disponen a subir. El punto de vista –una elección magistral,
como en el resto de la obra de Du Maurier– recae en el colega del marido de la desaparecida; alguien cercano a ella, pero sin un vínculo tan estrecho como
para desesperarse por su pérdida, capaz de narrar con cierta distancia
una vez han concluido los hechos. Y hasta aquí se puede leer: mejor no entrar
en detalles, mejor que el lector no sepa nada más y se
deje llevar.
Este
es un texto de factura impecable y con múltiples
interpretaciones, que todavía hoy dan mucho juego. Está, por un lado, la
lectura, nada desdeñable, como intriga por lo que sucederá: una narración
construida con maestría, con una voz hipnótica y una estructura in extremis (es decir, empezando por el
desenlace) que invita a releer tras terminarla, para no perderse ningún matiz, para apreciar cómo no se ha dado puntada sin hilo. El relato se
engrandece por la evocación de una atmósfera entre lo terrenal y lo mítico,
sugerente, mágica, sin caer nunca en lo sobrenatural de manera explícita; la
autora es una escritora elegante y sutil, «insinuación» es su palabra. Se
trata, por así decirlo, de una nouvelle
no solo recomendable para disfrutar como lectores, sino para aprender, quien lo
desee, a escribir, aprender cómo se engarza una historia de misterio, cómo se
envuelve en el ambiente, cómo se mide el tempo, el ritmo de las revelaciones.
En
cuanto a la interpretación, Monte Verità
puede leerse como una alegoría de la rebeldía de las mujeres frente al
patriarcado, de su búsqueda de libertad. En la primera mitad del siglo XX se
hallaban, por lo general, oprimidas por el matrimonio, junto a unos hombres que
no vieron con buenos ojos que, sobre todo a raíz de la Segunda Guerra Mundial,
se incorporaran al mercado laboral. La comunidad que establecen en el Monte
Verità está exenta de las ataduras sociales y familiares; allí «mandan» ellas,
carecen de obligaciones domésticas, renuncian a su identidad de género (el
cambio de imagen, todas adoptan una estética andrógina, sin sexualización ni
diferencias que susciten competitividad) y organizan su ciclo vital en
torno a un sistema basado en la mitificación de lo femenino (la luna como
deidad, los rituales próximos a la tierra, la naturaleza, en contra de la noción de
progreso de la técnica). Los hombres no pueden entrar; sí los niños, los
muchachos, los que aún están limpios de la mentalidad patriarcal, aún están a
tiempo de adoptar otra forma de estar en el mundo.
![]() |
Daphne du Maurier |
El
hecho de que la comunidad se sitúe en la cima de un monte alude a esa idea de que
para alcanzar una meta valiosa hay que esforzarse, escalar, superar las
barreras; como el mito de la caverna. La autora recrea un universo rico y fascinante…,
pero no un paraíso, como queda claro al final. Du Maurier no es una escritora
amable, sabe que las soluciones fáciles, como esa huida de la realidad, no
funcionan a la larga, y, al fin y al cabo, «Monte Verità» significa Monte de la
Verdad; en algún momento las cosas salen a la luz. Du Maurier tampoco pierde de
vista el mundo real: en toda la novela juega con la ambigüedad, con la
opción de que ese Monte Verità tenga las connotaciones míticas que se le
asocian o bien sean simples supersticiones de los lugareños. En fin: un libro
espléndido de una gran escritora.
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